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Autor Tema: El gran juego del ajedrez botánico...  (Leído 137 veces)

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El gran juego del ajedrez botánico...
« en: Abril 22, 2012, 12:22:31 pm »
Por...  Carmelo Ruiz Marrero


Por todo el planeta hay candentes debates en torno a la semilla, la cual es la base de la cadena alimenticia humana. Los debates no son solamente en torno a las políémicas semillas transgíénicas. Son además acerca de la apropiación y privatización de las semillas, transgíénicas o no, mediante leyes y tratados de propiedad intelectual, y el poder creciente de corporaciones transnacionales como Monsanto y Syngenta que parecen encaminadas a formar monopolios virtuales sobre íéstas. Los intentos de los poderosos por apropiarse de las semillas no tienen nada de nuevo, como veremos a continuación.

A lo largo de la historia las naciones e imperios siempre han tenido sus programas agrí­colas, que con el pasar de los siglos aumentaron en complejidad y sofisticación. Cuando las sociedades europeas dieron el salto a la industrialización, millones emigraron del campo a la ciudad, de la finca a la fábrica. Se creó así­ una situación sin precedente histórico: los agricultores pasaron a ser minorí­a, y por vez primera habí­a una gran masa de gente que no producí­a alimentos ni tení­a conexión alguna al agro, pero que de todos modos habí­a que alimentar. Esta situación hizo necesario el transformar y revolucionar la agricultura mediante la tíécnica cientí­fica. Los incipientes estados-nación comenzaron a invertir recursos considerables en las ciencias agrí­colas y se impuso una división del trabajo con el surgimiento de nuevos profesionales de la agricultura que no eran agricultores- extensionistas, agrónomos, fitomejoradores, veterinarios, y más. El agro iba entonces camino a la masificación e industrialización, y el agricultor iba proletarizándose y convirtiíéndose en un trabajador alienado, en un pasivo consumidor de insumos externos y de conocimiento de expertos que vení­an a decirle quíé hacer y cómo.

Los programas agrí­colas de los imperios siempre han necesitado de una inversión sustancial en la adquisición de variedades de semilla de todas partes del mundo. Tan temprano como en el año 2,800 antes de Cristo, el emperador chino Shen Nung enviaba colectores de plantas a regiones distantes en busca de especí­menes de valor agrí­cola o medicinal, y ya en el siglo XVI habí­a jardines botánicos en Italia, Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza y Holanda. Los jardines botánicos, aparte de su función estíética, fueron establecidos para recibir y sistematizar las muestras de semillas y plantas de gran valor económico para los imperios coloniales.
Según Michael Dorsey, profesor de estudios ambientales de la Universidad de Dartmouth en EEUU, los jardines botánicos “y sus redes asociadas, incluyendo a los botánicos y herbalistas, movieron especies- en especial aquellas con propiedades medicinales o valor económico- al Viejo Mundo al igual que entre las reciíén fundadas colonias…”

“El rey de España y otros monarcas europeos tení­an a su disposición botánicos y farmacíéuticos para identificar, recolectar, formular e identificar medicinas de plantas para la familia real. El deseo de expandir sus farmacopeias personales legitimó el financiamiento para los primeros proyectos de exploración, especialmente aquellos dirigidos hacia el Nuevo Mundo. Según Schultes y Reis, el rey de España envió su míédico personal a vivir con los aztecas para estudiar sus medicinas, menos de cincuenta años despuíés de los primeros viajes de Colón. De hecho, era raro que un barco camino hacia el Nuevo Mundo o regresando de íél- o camino hacia cualquier lugar fuera de Europa durante la Era de Exploración- no tuviera a bordo una persona conocedora de plantas y potencialmente capaz de explotar sus propiedades medicinales.”

Fue así­ como el banano, oriundo del sureste de Asia, acabó en Africa y el Caribe. En dirección opuesta viajó el cacao, nativo de Brasil, y ahora se siembra en Africa y el sureste de Asia. El cafíé es de Etiopí­a, y hoy dí­a su siembra es importantí­sima para las economí­as de Latinoamíérica, el Caribe y el sureste asiático (de hecho, la historia de Puerto Rico hubiera sido bastante distinta sin el cafíé). El algodón es originario de Perú y Míéxico, y los colonizadores lo trasladaron a Africa y la India, y en ambos lugares es actualmente de los cultivos de mayor importancia económica. De Brasil son la piña y el caucho, y de ahí­ llevaron ambos cultivos a Africa y Asia. La caña de azúcar, cultivo asociado a la esclavitud más abyecta y a ganancias obscenas de hacendados en el Caribe, viene del sureste de Asia. Este traslado de materia vegetal no comenzó con los viajes de Cristóbal Colón, ya para el año 1300 Europa habí­a importado de otras regiones el cultivo de cebada, trigo y alfalfa. El teórico y visionario canadiense Pat Mooney, quien en 1985 ganó el Premio Nobel Alternativo por su investigación histórica y social sobre las semillas, describió este proceso como un “juego de ajedrez botánico” imperial.

Cristóbal Colón regresó de su primer viaje a Amíérica con semillas de maí­z, que eran algo nunca antes visto en el continente europeo. Se podrí­a decir que las semillas de las Amíéricas que los colonizadores europeos se apropiaron fueron un tesoro más grande que las montañas de oro y plata que se llevaron. Despuíés de todo, los minerales y piedras preciosas sólo pueden ser apropiados una vez, pero una semilla sigue rindiendo una temporada tras otra. Sobre este germoplasma se construyeron las grandes industrias quí­mica, farmacíéutica, textil, maderera, alimentaria, y más recientemente de biotecnologí­a.

No se puede subestimar el impacto profundo que tuvo la llegada de la papa y el maí­z a Europa. Ambos proveen más calorí­as por hectárea sembrada que cualquier otro cultivo que se haya sembrado anteriormente en ese continente. Las clases dominantes usaron estos cultivos para alimentar a los empobrecidos campesinos y al creciente proletariado industrial que viví­a en los tugurios urbanos. Se ha dicho, quizás de manera exagerada, que sin la papa la industrialización de Alemania hubiera sido imposible, pero “los nuevos cultivos de las Amíéricas ciertamente desempeñaron un importante rol en alimentar una población europea que casi se duplicó entre 1750 y 1850″, dice el profesor Jack R. Kloppenburg, de la Universidad de Wisconsin.

Los imperios coloniales europeos desarrollaron sus respectivos programas de adquisición de semilla, los cuales guardaban celosamente. Los holandeses, por ejemplo, cortaron todos los árboles de nuez moscada y de clavo de especie de las islas Molucas, excepto en tres islas donde tení­an sus plantaciones, desde luego con considerable protección militar. Los franceses hicieron de la exportación de semillas de indigo de la isla de Antigua una ofensa capital. Y el Kaiser de Alemania mandó a recolectar semillas de las colonias en Africa y el Pací­fico, y para alojar los especí­menes estableció una estación agrí­cola moderna en Gatersleben, que llegó a ser uno de los mayores depósitos de semilla del mundo.

Hoy dí­a la semilla no es menos importante que en siglos pasados. “Las semillas comerciales, el primer eslabón de la cadena alimentaria agroindustrial, son el punto de partida de las materias primas agrí­colas que serán empleadas para producir, además de alimento, forraje y fibras textiles, energí­a, sustancias quí­micas de alto valor y productos de consumo final, como por ejemplo plásticos y fármacos”, plantea un informe publicado en 2011 por el Grupo ETC, organización fundada y dirigida por Pat Mooney. “Las mayores empresas semilleras y de pesticidas ya se están montando en el tren de la bioeconomí­a. Monsanto, Dow y DuPont son algunas de las empresas que se están asociando con las empresas desarrolladoras de las nuevas plataformas tecnológicas que servirán para fabricar los nuevos productos agroindustriales de base biológica.”

Informa el Grupo ETC que diez corporaciones controlan 74% de las semillas comerciales, un negocio valorado $27,400 millones. Sólo tres de ellas, Monsanto, Dupont y Syngenta, tienen juntas más de la mitad del mercado semillero mundial. La estadounidense Monsanto tiene una tajada de 27%, más controla aproximadamente 80% del negocio de las semillas transgíénicas.

Pero los tiempos van cambiando. Hoy hay nuevos actores sociales y una conciencia crí­tica que no existí­a hace 20 o siquiera 15 años. En los Foros Sociales, los movimientos de indignados, las tribunas de la soberaní­a alimentaria, colectivos agroecológicos, y en el seno de nuevas organizaciones, se cuajan visiones alternativas y se lanzan acciones concretas para proteger las semillas agrí­colas de quienes pretenden apropiárselas y privatizarlas.

Citamos un documento de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y la Ví­a Campesina:
“Afirmamos que la semilla es muchí­simo más que un recurso productivo, que ellas son simultáneamente fundamento y producto de culturas y sociedades a travíés de la historia. En la semillas se incorporan valores, afectos, visiones, y formas de vida que las ligan al ámbito de lo sagrado. Sin ellas es imposible el sustento y la soberaní­a de los pueblos. [...] Por tanto, las semillas y el conocimiento asociado a ellas son parte fundamental e insustituible de la soberaní­a alimentaria de los pueblos. Las semillas no son un patrimonio de la humanidad, sino nuestro patrimonio, de los pueblos campesinos e indí­genas, quienes las creamos, diversificamos y protegimos a travíés del tiempo y las ponemos al servicio de la humanidad. De allí­ en adelante nuestra campaña quedó establecida como “Las Semillas, Patrimonio de los Pueblos al Servicio de la Humanidad.” Las semillas no son apropiables. Ellas deben mantener en todo momento su carácter de patrimonio colectivo, frente al cual hay deberes ineludibles que cumplir, incluso por sobre el derecho a gozar de íél. La Campaña, por lo tanto, se opone a la propiedad intelectual y a toda forma de apropiación de la vida.”
Ahora los grandes imperios no están solos en la mesa de juego. Los diversos pueblos y movimientos sociales de la tierra, armados con siglos de experiencia, se disponen a cambiar decisivamente el gran juego de ajedrez botánico.

FUENTES:

CLOC/Ví­a Campesina. “Reunión de la Campaña de Semillas” Quito, 22-24 de julio 2010. Subido el 16 de agosto 2010.  http://viacampesina.org/sp/index.php?option=com_content&view=article&id=1051:reunion-campana-semillas-cloc-via-campesina&catid=15:noticias-de-las-regiones&Itemid=29

Dorsey, Michael. “Shams, Shamans and the Commercialization of Biodiversity”. Published in “Redesigning Life?”, Brian Tokar, editor. Zed Books, 2001.

Grupo ETC. “Quiíén Controlará La Economí­a Verde?” 15 de diciembre 2011. http://www.etcgroup.org/es/node/5298

Kloppenburg, Jack. “First the Seed: The Political Economy of Plant Biotechnology”. University of Wisconsin Press. Segunda edición, 2004.


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