Por... BEATRIZ DE MAJO
Los funcionarios chinos que se desempeñan en torno a la relación del país asiático con Venezuela andan con las manos en la cabeza: no duermen.
La eventual desaparición de Hugo Chávez de la escena pública y un posible cambio de gobierno para inicios del 2013 les está planteando serias diatribas en Beijing.
No se trata de que los príéstamos otorgados a Venezuela hayan sido efectuados de manera irregular. A decir verdad, si algunos de ellos se saltaron formalidades legales u otras, ello no resulta un obstáculo infranqueable a futuro.
Su gravitación sobre lo venezolano en esta etapa "revolucionaria" es vasta. Aparte de los 38.000 millones de dólares que han otorgado en príéstamos al Estado muchos de los cuales son pagaderos con crudo de sus yacimientos, China ha desarrollado una tentacularidad que ha adquirido diversas formas.
En ocasiones están presentes en actividades en las que comparten sociedad con el Estado como en el sector extractivo petrolero; en otras son grandes contratistas de la administración de Hugo Chávez , como en el caso de la "Misión vivienda", gran bandera electoral del gobierno y en obras de generación elíéctrica y de infraestructura vial; igualmente han emprendido actividades corporativas de considerable talla en solitario en sectores en los que son entidades determinantes para el buen desempeño de un sector, como el de las telecomunicaciones.
Ni hablar de la sustantiva presencia comercial a travíés de las importaciones venezolanas que se efectúan desde el coloso de Asia, las que hacen parte de los contratos de empríéstitos al Estado.
Sin que sea posible cuantificar a esta hora el tamaño global de esta presencia, hay que decir que China ha hecho y está haciendo un buen negocio en suelo venezolano, particularmente en el financiamiento de actividades e inversiones estatales, pagaderas a tasas beneficiosas para el prestamista y, además, susceptibles de ser cobradas en petróleo.
Sus angustias, no obstante, han ido creciendo en la medida en que estas relaciones económicas se han exponenciado.
No es solo que algunos parlamentarios de la tolda opositora han ido convirtiendo a las crecientes actividades chinas en el país en materia de constante cuestionamiento lo que conllevaría a su revisión o denuncia en caso de cambio de gobierno. Lo que realmente resulta inquietante es el estado de deterioro financiero y operativo de la petrolera PDVSA, quien es el ente encargado de producir, en dinero o en especies, los recursos para atender las acreencias chinas.
De la lectura de sus Estados Financieros dados a conocer en los días pasados no es difícil inferir las dificultades que la empresa enfrentará en los tiempos por venir para atender a las necesidades de divisas del gobierno y del país, así como el servicio de la deuda de terceros. Todo hace pensar que le tocará a una próxima administración venezolana resolver el problema que representa el debilitamiento del flujo de caja de su principal fuente de sustento.
Cuando esa hora llegue, los intereses chinos en Venezuela habrán entrado en rumbo de colisión con las prioridades nacionales. Razón más que válida para no dormir en paz.
