Por... BEATRIZ DE MAJO
Con las montañas Himalayas en medio de ellos, India y China están muy cerca y muy lejos a la vez. Las dos naciones comparten elementos importantes de su geopolítica: la enorme talla, la vasta y creciente población y la riqueza cultural los convierte en ejes determinantes de los asuntos económicos, políticos y sociales de Asia. Y el peso relativo de sus economías a escala mundial hace que su presencia tenga que ser tomada en consideración para todo lo atinente a la globalidad. Juntos tienen 40% de la población del planeta.
Pero el liderazgo ejercido por China no se compara con el que ha decidido jugar la India y en Nueva Delhi se tiene plena conciencia de ello. Sin embargo, lo que está pareciendo sensato a los indios de cara a la fortaleza de su vecino, es prepararse militarmente para eventualidades que pudieran poner en peligro su autonomía de acción política y hasta su seguridad interna.
Tensiones ancestrales relacionadas con los conflictos limítrofes entre ambos países en la región de los Himalayas han estado en el origen de sus rivalidades históricas y tienen aún hoy un peso determinante. Pero con esas diferencias ambos países pueden convivir en paz. Lo que ha generado más recientemente un ambiente de hostilidad es el anuncio oficial indio de haber probado exitosamente un misil de largo alcance con capacidad real de alcanzar nuclearmente las dos más importantes ciudades Chinas.
Nada hace pensar a esta hora que dentro de lo inmediato pudiera encenderse una chispa de desacuerdos que llevara a alguno de los países a una iniciativa bíélica en contra del otro. No obstante ello no impide que el poder acumulado por el vecino y la exponencial influencia que uno y otro ejercen por separado en su región, sea mirado con recelo por la otra parte. Un destacado consejero del Ministerio de la Defensa americano, Robert D. Kaplan , aseguraba recientemente que la forma de relacionarse China e India en este cuarto de hora, se asemeja a la contienda ideológica que existió entre Estados Unidos y la Unión Soviíética durante la guerra fría.
Lejos de eso, a China e India los une un importante factor de entendimiento cultural, que es el budismo que China importó de India desde remotas íépocas antes de la era cristiana. Otras áreas de entendimiento económico abonan relaciones bilaterales más estrechas aunque no necesariamente más sólidas.
Si hubiera que definir el área de desencuentro bilateral no podría decirse que deriva de una enfrentada estrategia bíélica que apunta directamente en contra del otro. Se trata, más bien, de una línea mucho más fina: La desconfianza mutua la alimenta el desarrollo de tecnología militar de punta por parte de ambas naciones a travíés de las cuales cada una de ellas dispondría de elementos que pudieran ser activados si un conflicto real se presentara entre las partes.
Sin duda que China ha avanzado más y dispone de posiciones de influencia regional para contrarrestar eventuales amenazas militares de proveniencia india. Mientras tanto, India cuenta con el sigiloso apoyo del otro gran polo de poder militar mundial: Estados Unidos. Es que mientras India estíé allí para contrabalancear el creciente poderío militar chino, la tarea de equilibrar las cargas militares no tiene que ser instrumentada desde Washington.
