España no lo tiene fácil, pero está intentando salir adelante. Estaríamos muchísimo mejor si no fuese por los grandes especuladores que no les tiembla la mano para hundir a un país, sí así sacan beneficio. Esto es una lección para aquellos que se jactan de sus pronósticos catastróficos para España, ya que con ello les está allanando el camino a estos HDLGP. :023:
JP Morgan y la especulación contra España
16.05.2012 Manuel del Pozo 1 Hay miles de sanguijuelas que han olido la sangre y suspiran con ahogar el último aliento de la economía española. Muchos financieros se han olvidado rápidamente de la caída de Lehman, de las hipotecas subprime y de haber abocado al mundo a la mayor crisis económica de su historia.
No han aprendido la lección y están volviendo a especular, a manipular productos financieros y a articular operaciones arriesgadas y temerarias similares a las que realizaron en el pasado. El objetivo es generar beneficios a toda costa y da igual si para ello hay que hundir un país.
El escándalo que acaba de estallar en JP Morgan Chase, el banco más admirado de Wall Street, pone de relieve los excesos de los mercados financieros y la capacidad destructiva de algunos traders a la hora de especular con activos de alto riesgo. Es cierto que las píérdidas conocidas hasta ahora de 2.300 millones de dólares por “un error mayúsculo†–como ellos mismos lo han calificado– son perfectamente asumibles por el primer banco de EEUU, pero lo grave del caso es que JP Morgan tomó riesgos que podían poner en peligro la estructura de una entidad financiera que es sistíémica. Y esto ya no es problema sólo de los accionistas del banco que pierden su dinero, sino de todos los ciudadanos que al final tienen que rescatar la entidad con sus impuestos.
Soy un defensor convencido de la libertad de mercado y totalmente contrario a la participación del Estado en la actividad económica, pero con los abusos que han ocurrido –los supersueldos de los ejecutivos son sólo la punta del iceberg– la verdad es que el liberalismo cada vez lo tiene más difícil, y resulta necesario fijar normas más estrictas para los bancos.
James Dimon, primer ejecutivo de JP Morgan y conocido como el Rey de Wall Street, ha sido un enemigo acíérrimo de la norma Volcker, que entrará en vigor este año y que limita drásticamente las actividades en derivados y prohibe a la banca inversiones especulativas en beneficio propio. Pero ahora Dimon se ha quedado sin argumentos, porque ha sido este tipo de operativa la que ha provocado píérdidas millonarias en su banco.
El chivo expiatorio de la crisis de JP Morgan es Bruno Iksil, al igual que en su día lo fueron Jíérí´me Kerviel en Sociíétíé Gíéníérale o Nick Leeson en Barings. El bueno de Bruno Iksil es un padre de familia modelo de viernes a domingo en París, donde vive con su mujer y sus cuatro hijos. Pero el lunes en cuanto desciende del Eurostar y se instala en la City se transforma en Lord Voldemort, el malo de Harry Potter. Desde su despacho en la Oficina Principal de Inversión de JP Morgan tenía fama entre sus competidores de ser capaz de mover por sí mismo el mercado de derivados. Se comenta de que podía haber invertido hasta 250.000 millones de euros en derivados. Le llaman La Ballena de Londres porque sus apuestas son siempre gigantescas y es capaz de mover índices y alterar precios. El ego de nuestro protagonista es tan grande que llegó a decir de sí mismo que “soy capaz de andar sobre las aguasâ€.
Iksil es un experto en derivados, que son unos activos muy arriesgados y que no tienen ningún tipo de regulación. Nadie sabe quiíén los compra, quiíén los tiene o quiíén los vende. í‰ste es el producto financiero que utilizan los especuladores para apostar por la caída de España. Las agencias de ráting como Moody’s o Standard & Poor’s y sus rebajas de calificación masivas de bancos y empresas españolas sirven de mero instrumento para sembrar dudas entre los inversores, y para alimentar la percepción en los mercados de que la economía nacional está peor de lo que reflejan sus magnitudes macroeconómicas.
Si el mercado de derivados no fuera ya de por sí complejo, Bruno Iksil apostó en favor de un índice de bonos, el CDX.NA.IG.9, que es una bolsa de Credit Default Swaps (CDS), o seguros de críédito de 121 empresas privadas estadounidenses. Para más inri, estos CDS –productos creados por el propio JP Morgan en los 90– se apellidan sintíéticos, porque comercian con el riesgo sin necesidad de operar con los bonos que los respaldan. Es decir, se compra o se vende la probabilidad de que un bono vaya a perder calidad o ráting en el mercado. En definitiva, Iksil apostó por una aceleración de la economía de EEUU, pero tuvo mala suerte y la reactivación no fue tan potente como se pensaba.
Todo esto resulta especialmente curioso porque teóricamente Iksil trabajaba en una oficina cuya labor consistía precisamente en asegurar los riesgos que asumía JP Morgan. En el banco le dejaban las manos libres, entre otras cosas porque este trader reportaba anualmente unos beneficios de 80 millones de euros.
Lo único bueno de la historia es que dos tiburones –los hedge funds Blue Mountain y Blue Crest– olieron la sangre fresca de JP Morgan y se tiraron a degí¼ello. Ganaron 23 millones de euros especulando contra el gigante americano. Son tan despiadados que no tienen ningún reparo en comerse entre ellos.