Por... Marian Tupy
Estos son tiempos difíciles para la Unión Europea (UE), sin embargo, con la excepción del temperamental primer ministro de Hungría, pocos líderes de Europa Central y del Este están dispuestos a hablar sobre los intereses nacionales en el contexto del proyecto europeo.
Esto se debe en parte a razones geopolíticas, tales como el temor a un resurgimiento de Rusia, y a razones sentimentales, como el orgullo de pertenecer a un grupo de naciones democráticas avanzadas. Los factores económicos, no obstante, son más complejos. Los líderes de la región no deberían ignorar los crecientes costos de pertenecer a la UE.
Los políticos de Bruselas a menudo hablan de los "grandes" beneficios de pertenecer al bloque. Estos si se han dado, sobre todo gracias a la liberalización del comercio, lo que contribuyó a reconstruir una Europa destrozada por la guerra y sigue siendo la característica más notable de la integración europea. Sin embargo, a medida que las futuras negociaciones sobre la liberalización del comercio disminuyen los aranceles en todo el mundo, y el transporte y la comunicación se convierten aún más baratos, los beneficios de la zona de libre comercio europea van a disminuir.
Por otra parte, la participación en la zona europea de libre comercio no es gratuita —como lo descubrió Estonia cuando tuvo que aumentar sus aranceles para formar parte de la UE. El economista francíés Patrick Messerlin ha estimado que el proteccionismo comercial europeo de cara a países fuera de la UE le cuestan a Europa entre el 5 y 7% del PIB anual. Los políticos suelen olvidar que las importaciones baratas son tan importantes como las exportaciones. Las importaciones mejoran la calidad de vida mediante la reducción de precios y la oferta a los consumidores de opciones adicionales.
La alternativa a la unión aduanera europea no es el aislamiento económico. Todos los estados miembros de la UE son tambiíén miembros de la Organización Mundial del Comercio. Están, por lo tanto, sometidos a los compromisos de la UE como de la OMC. Si un país decide salir de la UE, en el peor de los casos estaría sujeto a los aranceles de la UE para países fuera de la Unión —el arancel ponderado promedio de importación aplicado del 10,1% y 2,% para productos agrícolas y no agrícolas, respectivamente. Lo más probable es que un ex miembro podría negociar un tratado bilateral con la UE, como Suiza lo ha hecho; adherirse al írea Económica Europea, como Noruega; o liberalizar unilateralmente.
Si bien el libre comercio entre los países europeos fue un importante paso adelante, el proceso de la liberalización económica se ha estancado en la última díécada, incluso antes de la crisis financiera de 2008. Por ejemplo, aproximadamente el 60% del mercado de servicios no ha sido liberalizado. En 2006 la UE diluyó sus intentos de desregular los servicios —¿Quiíén podría olvidarse del miedo que los franceses le tenían a los gasfiteros polacos baratos? Esto fue una jugada particularmente perjudicial para los nuevos estados miembros de la UE, donde los salarios son más bajos que en Europa occidental.
Luego está la Política Agrícola Común de la UE (CAP por sus siglas en inglíés), que es simplemente una red de subsidios agrícolas y cuotas de producción, exigida por Francia hace más de cincuenta años como el "precio" para crear el mercado común. Desde el inicio, la CAP ha sido costosa, un despilfarro y corruptora; ahora absorbe cerca de la mitad del presupuesto común de la UE. Su sistema de desembolso geográfico tambiíén discrimina a los agricultores de Europa Central y del Este: un agricultor típico de Letonia, por ejemplo, recibe una subvención de €90 por hectárea al año. Un agricultor griego recibe €650.
En cuanto a los costos de la regulación de la UE, las propias estimaciones de la Comisión Europea colocan la cifra en unos €600 mil millones anuales. Estrictas regulaciones ambientales, de salud y de seguridad están afectando particularmente a Europa Central y del Este. Bulgaria es el país más pobre de la UE con un promedio de ingreso per cápita de €4.800 anuales, una quinta parte del promedio de la UE. Los precios de la electricidad consumen gran parte de los ingresos mensuales. Sin embargo, la UE insiste que el 16% de la electricidad de Bulgaria tendrá que venir de fuentes renovables mucho más costosas, tales como paneles solares y molinos de viento, para el año 2020.
El carácter regresivo de la regulación de la UE fue evidente nuevamente a principios de este año, cuando una directiva de la UE destinada a aumentar la comodidad de las gallinas resultó en una disminución drástica en la producción de huevos en el centro y este de Europa, y un aumento del 100% en el precio de los huevos en la República Checa. Todo siempre y cuando las gallinas sean felices.
Por último, existe el aparente compromiso abierto de los miembros de Europa Central y del Este de ayudar a rescatar la moneda común. Hasta ahora, el compromiso total de Eslovaquia a los fondos de rescate suma €13 mil millones en transferencias financieras y garantías de príéstamos. Esa cifra es mayor a los ingresos fiscales anuales del gobierno eslovaco. Vale la pena mencionar que el ingreso per cápita de Grecia, que ya ha recibido dos rescates, fue de €20.100 en 2010. En Eslovaquia, fue de €12.100.
Una afirmación típica de Bruselas es que los países del centro y este de Europa han prosperado desde su incorporación a la UE, en parte debido a que su "fondo de cohesión" ha redistribuido mucho dinero del oeste al este. Eslovaquia, por ejemplo, tenía derecho a €11.600 millones entre 2007 y 2013. A principio de 2012, sin embargo, solo había utilizado 30% de ese dinero —parte de este ligado a proyectos de dudoso valor.
¿Quíé pasa cuándo restamos el costo explícito de la adhesión a la UE, incluyendo las contribuciones de los países del centro y este al presupuesto de la UE, dada la generosidad de la UE, incluyendo los fondos de cohesión y los subsidios agrícolas? La "ganancia" neta para Eslovaquia llega a un promedio de €77 por persona por año entre 2004 y 2010. De €102 en Polonia, €115 en Hungría, €66 en la República Checa, €200 en Estonia, €163 en Letonia y €224 en Lituania. Estas cifras no consideran los costos implícitos de la adhesión a la UE, procedentes del proteccionismo comercial y la regulación (al menos €2.552 por persona por año en cada país, utilizando las cifras de la Comisión y del Sr. Messerling), ni los rescates.
Esto no es un análisis científico del costo-beneficio de la participación en la UE. Tampoco es un llamado a los países del centro y este de Europa la abandonen. Más bien, es una súplica por realismo y honestidad. La UE no es tan exitosa ni beneficiosa como las íélites políticas de Bruselas afirman. Con el fin de prosperar en la UE, los líderes de los países del centro y este de Europa deben ser menos idealistas y más asertivos. Es su deber para con el pueblo que les eligió.