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El Zorro en Las Vegas

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Zorro:
El Zorro en Las Vegas


4 de la tarde hora de Las Vegas, despuíés de casi seis horas de viaje, el polvoriento
Jeep, llegaba a la mí­tica ciudad del juego y la diversión. El Zorro y Carole, estaban un poco cansados, pero el viaje habí­a valido la pena. La ciudad era completamente distinta a como se ve en cine, con todo el neón encendido y el bullicio callejero, a esas horas inexistente. Carole iba de copiloto avisando al Zorro en los giros para llegar al corazón de la ciudad: S. Las Vegas Boulevard. Durante el trayecto, los dos ocupantes habí­an discutido sobre donde alojarse, al final acordaron registrarse en The Bellagio, famoso por la pelí­cula de George Clooney, “Ocean’s Eleven, en el 3600 de S. Las Vegas Boulevard.
 
El edificio era impresionante, con un mini lago artificial, y una espectacular fuente a la entrada. El servicio, rápido y excelente, en cuestión de minutos cargaron con los equipajes, y dieron entrada a la pareja. Un mozo se encargó de meter el Jeep en el garaje. Subieron a la suite contratada y se instalaron. Carole puso el jacuzzi a funcionar, el Zorro pensó en un primer momento ducharse, pero la idea de Carole le sedujo más. El agua caliente, las burbujas, y los juegos amorosos, ayudaron a relajar unos cuerpos demasiados tensos por el viaje. El primero en dejar el baño fue el Zorro, metódico donde los haya, se puso a repasar sus finanzas en el ordenador portátil. Todo estaba en orden, o por lo menos como el esperaba, ya que apagó el PC y se dirigió con una sonrisa a Carole, que aún disfrutaba de unos minutos extra de relax. La joven entendió perfectamente la sonrisa y la mirada de su pareja, y levantándose, dejó que el Zorro la envolviera con una gran toalla, en la que destacaba el anagrama del Bellagio. La joven sonrió, le dio un pequeño beso, y se dirigió al vestidor para prepararse para la noche. La tarde se habí­a esfumado en prácticamente un instante, pero la noche era joven, y la noche es lo mejor de Las Vegas.

Al Zorro le habí­a hechizado New York, pero en Las Vegas encontró algo muy especial, completamente distinto, pero igual de fascinante, un espectáculo digno de ver. Con esas impresionantes luces de neón del Boulevard, que hací­an pequeño Times Square. Aquello hay que verlo in situ, para comprender mejor toda la industria del Juego e incluso de la Bolsa. Ver aquello es darse cuenta de la tonterí­a que hizo en su dí­a Adolfo Suárez, negándole al fallecido Xavier Cugat y a sus socios americanos, un sitio para poner en España algo parecido. Los polí­ticos españoles siempre han sido estrechos de miras y con complejos estúpidos. El dinero que hubiese generado, ví­a impuestos y turismo para nuestro paí­s, un lugar como Las Vegas, habrí­a venido bien, muy bien a España. En fin, pensaba el Zorro, tenemos lo que nos merecemos.

The Bellagio era enorme, impactante, uno se puede pasar una semana dentro del complejo hotelero sin salir. Allí­ lo encuentras todo, pero todo: 3933 habitaciones. 512 suites, restaurantes, bares, casino, tiendas, gimnasio, varias salas de espectáculos, cinco piscinas, pastelerí­a, tienda de comestibles, sala de masajes....y ¡hasta capilla de bodas!. Todo el superlujo que uno se pueda imaginar, lógicamente bien cobrado, una habitación normal costaba 259´50 dólares más impuestos, la noche, y una suite 475´50 dólares. El dinero circulaba rápido, muy rápido, en  Nevada. El desierto de neón y oro, necesitaba camiones y camiones de dólares para mantenerse y ofrecer enormes ganancias a sus propietarios. Pero todo compensaba enormemente.

A eso de las 8 de la noche Carole estaba lista, impresionante con un vestido de noche en color verde botella con lentejuelas, y su gran melena rubia adornando, parecí­a una diosa, el Zorro quedó, una vez más, impresionado.

- ¡Estas preciosa!,  le dijo.

La rubia agradeció el halago con un beso, cerraron la puerta de la habitación, y el ascensor los llevó al vestí­bulo. Lo primero era comer algo, preguntaron al recepcionista, y este les recomendó el Prime, muy bonito, decorado con mucho azul, y uno de los innumerables restaurantes del Bellagio, aceptaron la sugerencia y no se arrepintieron. Ya con el estomago satisfecho, se dirigieron al Casino del propio hotel.  Al entrar el bullicio era tal que los dos se miraron como diciendo: ¡vámonos de aquí­!, pero poco a poco se fueron acostumbrando al ruido, y al final de la noche ya no lo tení­an en cuenta. El Zorro experto observador de todo lo que hay a su alrededor, comenzó a inspeccionar, y pronto a identificar, a los arquetipos de la gente que jugaba: El metódico, el ludópata, el profesional, el incauto, el listillo, el viejo jugador...., todos estaban allí­, recordándole a los de la propia Bolsa. El Zorro veí­a en las cincuenta casillas de la ruleta, las posibilidades de acertar en la Bolsa, una de ellas, gracias al azar, o a la fí­sica, serí­a la ganadora que nos harí­a multiplicar exponencialmente nuestro capital, y las otras las demás. El 0 recordaba el riesgo siempre existente, la posibilidad de perderlo todo. El rojo y el negro, el Passe y Manque, a los valores del Ibex, bastante seguros, aburridos, y no exentos de peligro. Estaba ensimismado en su particular análisis cuando llegó Carole con fichas por valor de 500 dólares. Los dos decidieron probar suerte. Primero en la ruleta, Carole ganó 100 dólares, el Zorro perdió 150. En las maquinas Carole perdió todo lo ganado, y algo más. El Zorro, por su parte, tuvo más suerte, tuvo un pleno y un chorro incesante de monedas los llenó de alegrí­a. Al final, contaron tan solo 200 dólares.

Probaron otros juegos, y finalmente el Zorro fue por más fichas. Carole, como buena Tauro, le recriminaba al Zorro lo mucho que gastaba, íél le contestaba que en esta vida debe haber un momento para todo. Hay que saber ganar el dinero, saber invertirlo, y tambiíén, saber gastarlo, saber disfrutarlo. Aquel era uno de esos momentos, y le pedí­a a la chica que no se preocupara, ya que a parte del dinero de la Warner Bros., sus “titis”: Uralita, Inbesós, Natraceutical, etc, estaban trabajando para que su fortuna creciera. Las tengo bien enseñadas, le decí­a. í‰lla lo dejaba por imposible, y le pedí­a que le dejará pagar alguna vez. El Zorro se negó, amenazándola con una opa hostil. Despuíés, decí­a, todo será mí­o, incluso tu herencia. Los dos reí­an, y reí­an. Quíé buena idea fue este viaje!, dijo el Zorro, Carole lo miró y el Zorro se dio cuenta, de que habí­a que cambiar de juego y de escenario. Un amplio ascensor los devolvió a la suite.

Al otro dí­a la pareja exploró todo el Boulevard, allí­ estaban, entre otros muchos, los mí­ticos Caesar’s Palace, el MGM Grand, el Flamingo, el Sahara, el Riviera.....Unas cuatro millas de luces, de diversión, de espectáculo, de dinero. Artistas de la talla de Celine Dion, Elton John, Barry Manilow, Kenny G, Kansas, Bon Jovi, Tom Jones....; y multitud de espectáculos:  teatro, musicales, comedia, hipnotismo, para adultos.... amenizaban las noches de los visitantes a unos precios que oscilaban vertiginosamente desde el gratis total, hasta los 115 dólares por una entrada para ver a Celine Dion. Aquella noche fueron a cenar al famoso House of Lords, en el 2535 del Boulevard, muy cerca del Sahara. Excelente comida y buen servicio, algo caro: 180 dólares, pero salieron muy satisfechos.

En el tercer dí­a, la pareja decidió hacer una excursión al Gran Cañón del Colorado en helicóptero por 159 dólares. A ambos les encantó, tanto, que a la mañana siguiente sacaron el Jeep del garaje del hotel y se fueron rumbo al Valle de Fuego, y a las Rocas Rojas. Ambos milagros de la Naturaleza, gustaron muchí­simo al Zorro y a Carole. Que llegaron encantados al Bellagio, a pasar su última noche. La pareja despuíés de unos dí­as en Las Vegas cogí­a nuevamente el Jeep, para dirigirse a Illinois, y más concretamente a su capital, Chicago.

1 de la tarde hora de Las Vegas, Carole y el Zorro arrancaban el Jeep con rumbo al estado de Illinois, una nueva etapa en su particular carrera atravesando los USA de costa a costa habí­a comenzado. La joven introdujo un CD de  Linda Ronstadt & Emmylou Harris, y la preciosa canción “Across the Border”, -“Atravesando la Frontera”- sonó maravillosamente en el lector del Jeep, la música “country” es muy buena para conducir, o por lo menos eso dicen en USA. El Zorro cogió la mano de la chica y la besó. í‰lla, correspondió con un beso en los labios y una espectacular sonrisa. El Zorro se dio por satisfecho, ¡quien pedirí­a más estando en el Paraí­so!.         

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