Por... KENETH GRIFFIN Y ANIL KASHYAP
A medida que se intensifica la crisis económica europea, los creadores de las políticas se enfrentan a la necesidad de tomar medidas aún más extremas para prevenir un cataclismo financiero. Ayer, los líderes de la Unión Europea se reunieron en Bruselas para discutir las propuestas más recientes: centralizar las regulaciones bancarias y ponerles límites a gastos nacionales y príéstamos.
Una solución mejor, más audaz y hasta ahora casi inconcebible sería que Alemania reintrodujera el marco alemán, lo que haría que el euro perdiera valor inmediatamente. Dicha devaluación les daría a las economías en problemas, especialmente las de Grecia, Italia y España, la flexibilidad financiera que necesitan para estabilizarse.
Aunque repetidas devaluaciones no son el camino hacia la prosperidad, un euro más díébil les daría un empujón de competitividad a todos los miembros de la unión monetaria, incluyendo a Francia y los Países Bajos, que es la razón por la cual podrían elegir quedarse dentro de ella aunque Alemania gradualmente eligiera retirarse. Un resurgimiento de la manufactura tambiíén permitiría que la amplia taza de desempleo en España, Portugal, Grecia y otros países empezara a reducirse. La tremenda píérdida de capital humano y dignidad humana de la que hemos sido testigos se aliviaría.
Reintroducir el marco no solucionaría las onerosas deudas de los países del sur de Europa, pero les daría el respiro que necesitan para reestructurar sus economías, reformar los mercados laborales, recolectar más impuestos y tranquilizar a los inversionistas. La habilidad de los países del sur de Europa para manejar su deuda soberana mejoraría inmediatamente, ayudando a ponerle fin a la deuda que aumenta lentamente y las crisis bancarias que han envuelto al continente desde 2008.
Un euro más díébil tambiíén atraería más inversión extranjera. El afligido mercado de bienes raíces español, por ejemplo, se volvería mucho más atractivo. Un flujo de capital en aumento tambiíén calmaría un poco a inversionistas preocupados por las píérdidas no realizadas en príéstamos hipotecarios sostenidos por bancos españoles.
A diferencia de Grecia, cuyo íéxito proveniente del euro requeriría de una redenominación o abierta repudiación de sus deudas denominadas en euros (con consecuencias financieras potencialmente catastróficas), Alemania sería capaz de reintroducir el marco sin alterar la forma de ningún activo, pasivo o contrato existente. Por ejemplo, euros depositados en bancos alemanes permanecerían como euros. Lo mismo pasaría con deudas soberanas y corporativas denominadas en euros.
Una eliminación alemana del euro podría ocurrir gradualmente, primero emitiendo bonos del gobierno en marcos alemanes, seguido por bonos corporativos. Alemania podría establecer un periodo de transición antes de que el marco fuera utilizado a diario.
Sin duda la base industrial de Alemania soportaría penurias en la transición hacia una moneda más fuerte. En los primeros años, Alemania podría utilizar una variedad de medidas para manejar la taza de apreciación del marco, como lo hacen China o Suiza hoy en día. Con el tiempo, la base industrial de Alemania se adaptaría y avanzaría.
Críticos dirán que nuestro plan invita al caos financiero. Al contrario: el capital fluiría de los activos seguros hacia inversiones más productivas, dándole un empujón a las posibilidades de crecimiento global. Los recursos que actualmente se ven destinados a la mezcolanza de programas de rescate y garantías financieras podrían ser redirigidos. Además, la situación actual no es precisamente un modelo de estabilidad.
Aunque la mayoría de los observadores, incluyendo los creadores de las políticas alemanas, creen que Alemania hará lo necesario para salvar al euro, es más importante salvar a la Unión Europea, que es más vieja, grande y más significativa que la eurozona. Seguir por la misma trayectoria probablemente requeriría más rescates, más garantías y eventualmente dramáticas moras soberanas o enormes transferencias fiscales. Esto significaría una continua píérdida de capital humano y dignidad para el sur de Europa y la pesadilla de un compromiso abierto de trillones de euros por parte de Alemania.
La responsabilidad histórica de Alemania va en contra de la realidad actual. La única manera de que el euro sobreviva es si Alemania pone toda su fuerza financiera al servicio del euro, un resultado que sería profundamente injusto con los alemanes del común, y aún así no es claro que la eurozona podría salvarse en su forma actual. Dado lo que ha pasado en Grecia, para los líderes alemanes darle más garantías financieras a la periferia sería injusto.
Como Gran Bretaña, Alemania puede ser parte de la Unión Europea sin ser parte del euro. Lo que es esencial es la preservación del mayor logro de la Unión Europea: el libre movimiento laboral, de bienes y de servicios. Alemania sola tiene la habilidad de ponerle fin a una unión monetaria disfuncional y devolver la prosperidad a Europa.