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El Zorro en Boston

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Zorro:
El Zorro en Boston



Tras pequeñas  y deliciosas paradas en Fort  Wayne, Cleveland, Beech Creek, y Wall Kill, el Zorro y Carole llegaron a Boston en el Jeep. Carole conducí­a por las calles en busca del hotel, mientras el Zorro, ya experto copiloto, la avisaba en los giros y cruces, y,  por fin el destino: el Four Seasons Hotel, 250 dólares la habitación. Uno de los mejores de Boston, en el 200 de Boylston Street, muy cerca del Ritz, y enfrente a el Public Garden , un bonito jardí­n publico, a un paso del mar y del Word Trade Center. Con un estupendo restaurante, el Aujourd’hui.
La pareja se registro rápidamente en el Hotel, subió a la habitación, y despuíés del aseo oportuno y descanso necesario, salieron a cenar. Se informaron con el recepcionista, y decidieron ir a L´Espaliers, 30 de Gloucestere Street, de comida francesa, muy lujoso, y bastante caro. La vuelta al Four Seasons Hotel, fue sin prisa, lentamente suave. La pareja aprovechó la agradable temperatura de la noche para recorrer el boulevard. Boston es preciosa de noche con los rascacielos encendidos reflejándose en las aguas de la bahí­a. No es la ciudad americana más conocida, pero vale la pena  pasearse por sus calles. Boston es una de la ciudades mas viejas de USA, fundada en 1630, y quizá las más europea, es una ciudad encantadora, que exige una visita pausada y meticulosa a pie. Tiene mucha vegetación, más que New York o Chicago, con infinidad de árboles, que rematan  con una pincelada verde, un cuadro realmente precioso.

Al otro dí­a la pareja decidió levantarse temprano para aprovechar mejor el dí­a, un taxi los acercó a Harvard Square, una agradable plaza donde se pueden adquirir libros de todo tipo. Sobre la una de la tarde, el hambre los llevó a Lucca un precioso local en el 226 de Hanover Street, de comida italiana. Delicioso, y muy buenos precios. En la sobremesa, Carole habló al Zorro sobre la necesidad, o conveniencia,  de diversificar las  inversiones en distintos mercados. El Zorro estuvo de acuerdo en ello. Y la rubia le contaba las excelencias de los mejores mercados del mundo, los americanos. En sus años de trabajo en el Nasdaq, Carole, habí­a observado los mercados con atención y habí­a aprendido a desenvolverse en ellos con gran agilidad e inteligencia. El Zorro la miraba embobado, está como un cañón, es muy guapa, y encima sabe más de Bolsa que yo, pensaba. La rubia lo poní­a al corriente de los mercados americanos, de las grandes oportunidades  que ofrecen, y de su rentabilidad por dividendo. Ya que algunas acciones de su mercado rentúan un 6´5 %, cosa ya imposible de encontrar en el mercado español. El Zorro tomaba nota entre suspiro lascivo  y pensamiento crematí­stico. Cuando Carole finalizó su exposición, invitó al Zorro a probar suerte en los mercados. El cánido dio su conformidad, a fin de cuentas siempre habí­a estado recluido en su mercado español, y hay que tener la mente abierta, si compensa al bolsillo. El raposo por su parte, trasmitió a la chica sus inquietudes y pensamientos, sobre los mercados español y europeos. Muy intervenidos por los polí­ticos. Gobiernos que privatizan las empresas y se reservan el derecho de seguir mangoneándolas  por un tiempo desmesurado a travíés de  la acción de oro. El Gobierno central privatiza, y el Gobierno autonómico vuelve a nacionalizar a travíés de las Cajas de Ahorros, en un ejercicio de comunismo descafeinado, digno de los peores demonios polí­ticos. La polí­tica se mete en todos los ordenes de la vida de los ciudadanos, complicándosela, y no solucionando los problemas básicos: sanidad, tráfico, delincuencia,  educación, etc., etc.. Los polí­ticos le han cogido el tranquillo electoral a un pueblo dormido y más pendiente del fútbol, de cambiar de coche, o de pagar la hipoteca, que de los que les están sacando las libertades a velocidad de víértigo, todo en nombre de la democracia, y del bien común. El individuo como tal corre peligro, todo se masifica, y se intenta, en un alarde de cinismo, decir que hay que igualar los derechos, cuando ellos cada vez tiene más privilegios, y  amenazan a los ciudadanos con meterlos en la cárcel si incumplen determinadas normas de tráfico. La presión fiscal sobre la familia es de las más altas de Unión Europea, y la de inversión en Bolsa tambiíén. Carole puso cara de alucine, y le preguntó si se referí­a a alguna nación bananera. El Zorro, la calmó, y le explicó que los europeos, y los españoles en particular, tienen un sentido de la democracia muy particular, y no saben vivir sin Presidentes de Gobierno, Autonómicos, o Alcaldes, que se perpetúan en el poder: 12, 16, 24 años, volviendo la democracia en una dictadura de los mediocres y de los corruptos. La rubia mostró su extrañeza, y temió por el Zorro, pero este la tranquilizó, no te preocupes, en España nunca pasa nada, hasta que un dí­a pase todo.           

 Pagaron la suculenta comida, 80 dólares, y decidieron pasar la tarde en Boston Common & Public Gardens, un bonito sitio donde pasear a pie o en barca. El parque es un bello lugar, digno de visitar. La pareja se reencontró así­ misma. Los dos descubrieron que cada vez más les gustaba estar juntos y conversar. Una sola mirada, y el Zorro percibí­a los pensamientos, las intenciones de una Carole, cada vez más convencida de que íél era la pareja que tanto tiempo habí­a buscado. El Zorro, siempre en lí­os, dudaba en quedarse para siempre con Carole, o volver a donde sus compromisos lo reclamaban. Esa tarde, a bordo de la barca que los paseaba por los canales del  Public Gardens, los dos, juntitas las cabezas, pasaron horas y horas en silencio. ¡Habí­a tanto que pensar!.
De vuelta al Four  Seasons, la rutina de siempre: Aseo, descanso, y el Zorro mirando en el ordenador portátil las cotizaciones de sus churris españolas.

- Haber la Inbesós, la Natraceutical, la Fersa...., haber, haber..., ¿y la nueva, Urbar?. ¿Como se comportaron hoy mis niñas?.

¡Sin novedad!, al menos eso era lo que expresaba su cara cuando cerró el PC.
La pareja estuvo lista a las 8 de la noche, y  salieron para disfrutar de un concierto de Emmylou Harris. La bella dama de la canción, nacida en Birmingh      am,  Alabama, seguí­a en forma, y ofreció un buen concierto en que abundaban sus clásicos: “Sin City”, “Amarillo”, “Queen of The Silver Dollar”; y algunos de su reciente álbum con Mark Knopfler.  El Zorro y Carole pasaron una velada deliciosa. De vuelta al Four Seasons, cenaron algo en el Aujourd´hui, del mismo hotel. Quedaron muy satisfechos..

A la mañana siguiente, decidieron pasar el dí­a en Somerville, pequeña localidad en las proximidades de Boston,  tan encantadora como toda la zona, y con un  conocido bar de tapas: el Dalí­, de cocina española. La comida del paí­s del Zorro habí­a enganchado a Carole, y este reí­a a placer, cada vez que la chica pedí­a y consumí­a los platos más conocidos de nuestra extraordinaria cocina.
 El tiempo en la capital de Massachusetts se habí­a aprovechado intensamente. La pareja avanzó en su conocimiento mutuo, intensificó sus lazos afectivos, y redescubrió la belleza de las relaciones. Los dos sabí­an que a pesar de las distancias, siempre tendrí­an un lugar en su corazón y en su memoria, para el otro. El Jeep, tomó dirección a New York. La vuelta a casa, semanas antes muy lejana, era ya un hecho. Irí­an por la costa. Carole conducí­a, el lector del CD reproducí­a el “Music” de Carole King, y sonaba la canción “Sweet Seasons” -“Encantadoras temporadas”-, en ese momento, Carole cogió la mano del Zorro, y durante un buen rato, nadie dijo nada. En esas ocasiones, el silencio y la música, bastan para trasmitir la felicidad.

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