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Autor Tema: Crisis de deudas soberanas: el libro olvidado de Karin Lissakers...  (Leído 254 veces)

OCIN

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Por...  Gregorio Belaunde




 Todos estamos actualmente asustados por la crisis de deudas soberanas en  Europa y preguntándonos cómo se pudo haber llegado a esa situación. Pero antes de eso ya habí­amos tenido la crisis argentina del 2001/2002 y retrocediendo en el tiempo la crisis asiática y la rusa (1997/1998). Quizás hubiera sido muy útil que en muchos bancos y gobiernos se tomaran el tiempo de leer un libro escrito en 1991 que prácticamente nadie recuerda, y tal vez nunca haya conocido.


Banks, Borrowers and the Establishment - de Karin Lissakers, 1991

Algunos recordarán las terribles crisis de deudas soberanas de los años 1980, siendo la más conocida la Latinoamericana; pero en realidad el fenómeno afectó tambiíén a la deuda de paí­ses del Este europeo, como Polonia, a varios paí­ses africanos, e incluso asiáticos, como las Filipinas. Se calcula que al final de la díécada, más de las 2/3 partes de la deuda externa emergente estaba en serios problemas de diversa í­ndole.

En 1991, con el tí­tulo arriba indicado, es decir "Bancos, Deudores y el "Establishment" (palabra algo difí­cil de traducir que designa a los más altos cí­rculos de poder como son las autoridades estatales y los organismos multilaterales) se publicó en los EE.UU. un libro escrito por una profesora de la Universidad de Columbia especializada en asuntos internacionales y directora de los estudios de temas de negocios y finanzas internacionales, llamada Karin Lissakers. Ella habí­a trabajado anteriormente en el Departamento de Estado de ese paí­s (equivalente de nuestro Ministerio de RR.EE.).

Con un sub-tí­tulo audaz, "A Revisionist Account of the International Debt Crisis" (es decir un "relato revisionista", lo que significa, contrario a lo que se solí­a decir y escribir entonces), este libro constituí­a lo que se llama un "post-mortem", es decir un cuidadoso análisis retrospectivo, de dicha crisis que reciíén se estaba resolviendo, por ejemplo gracias a los famosos "bonos Brady" que permitieron reducir una parte sustancial de esas deudas. Este libro estuvo basado en gran parte en innumerables entrevistas de actores activos de estos eventos, tanto en el mundo desarrollado como en los paí­ses deudores. Mucho ayudó que numerosos banqueros se mostraran muy cooperativos con la autora.

No síé cuál habrá sido su difusión en esa íépoca, sobretodo fuera de EE.UU. A pesar de mi interíés por temas de historia financiera, no lleguíé a conocer de este libro publicado cuando empecíé a laborar en una división de banca corporativa internacional en Francia. Hasta ahora no he visto que hubiera una traducción del libro al castellano o al francíés. La misma autora en su prólogo dice ser consciente que el tema ya no estaba de moda, y agradece al editor haberlo publicado a pesar de ello. Terrible lucidez.

Lo descubrí­ hace menos de 4 años gracias a Richard Webb, Director del Instituto del Perú. Sólo pude llegar a la conclusión de que una lectura detallada, en su momento, de este libro hubiera sido extremadamente útil para muchos funcionarios y dirigentes de la banca internacional. Quizás hubiera ayudado a evitar una parte de los errores posteriores. Pero en ese entonces, ya se estaba olvidando al problema de la deuda de los paí­ses emergentes, y se estaba más preocupado por las consecuencias de la crisis de las Savings and Loans en los EE.UU, la recesión en Europa, la post-Guerra del Golfo y las oportunidades que abrí­a el fin de la Guerra Frí­a, y justo despuíés se pensarí­a más en la implosión de la Unión Soviíética y las consiguientes crisis bancarias de Suecia y Finlandia.

K. Lissakers representó a los EE.UU en el Consejo Ejecutivo del FMI de 1993 a 2001, y actualmente dirige una ONG que promueve el manejo responsable y sostenible, así­ como la transparencia en las inversiones mineras y en hidrocarburos.


¿Quíé se encuentra en ese libro?

No me dedicaríé a hacerle un resumen completo. Por supuesto, de lo que trata es de cómo los bancos internacionales llegaron a prestar tanto y de manera tan irresponsable a paí­ses en ví­as de desarrollo, de cómo ellos, las autoridades de los paí­ses de los bancos prestamistas y el FMI trataron de arreglar el problema minimizando las píérdidas, que de todas maneras tuvieron que tomarse; y termina con las perspectivas de cómo podrí­an evolucionar los príéstamos a paí­ses emergentes en el futuro y ciertas recomendaciones al respecto. El libro está lleno de apasionantes detalles sobre cómo se prestaba entonces a estos paí­ses, sobre las interacciones entre prestamistas, deudores soberanos, y las autoridades de los paí­ses desarrollados y multilaterales y sus polí­ticas, y sobre cómo se enfocaron las negociaciones para resolver el problema.


Es el tipo de libro que uno puede leer proyectándose simultáneamente en el futuro.

Prefiere por ello darles unas "pinceladas" de hechos relatados o comentarios efectuados por ella  que seguramente les sonarán bastante actuales; y para los que conocen de historia financiera, les recordarán.....crisis posteriores pero anteriores a íésta.


Aquí­ van; espero que la lista, aunque algo larga, les resulte amena:

- KL menciona a un profesor que profetizaba en 1933, que esos mismos paí­ses que habí­an incumplido sus deudas en esa íépoca, serí­an más tarde cortejados para nuevos príéstamos; es lo que pasó, se olvidaron las lecciones de esa íépoca

- en los 70as, se consideraba que el riesgo soberano prácticamente ya no existí­a; que esos incumplimientos eran definitivamente cosas del pasado; para el riesgo soberano, los bancos aceptaban lí­mites de concentración  de varias veces lo que aceptaban normalmente en su mercado domíéstico

- los principales bancos prestamistas tení­an grandes áreas de riesgos llenas de especialistas en el tema de deuda emergente y soberana; y sin embargo,  "la calidad crediticia de los deudores terminó por ser determinada más por la voluntad absoluta de prestarles a como díé lugar que por un real análisis de su situación financiera y su capacidad de pago"

- habí­a que reciclar un gigantesco influjo de liquidez (los famosos petrodólares) como sea, en contextos en que los mercados de los paí­ses desarrollados se habí­an vuelto algo difí­ciles y poco rentables.

- el gobierno norteamericano habí­a creado un incentivo tributario perverso para esos príéstamos que permití­a prestar a bajas tasas de interíés finales a pesar de los impuestos a nivel sobre los intereses en los paí­ses prestatarios; se tuvo a la vez "un incentivo para sobreendeudarse y para sobreprestar"

- se habí­a traspasado a los paí­ses deudores todo el riesgo de tasa de interíés, con tasas variables a 3 o 6 meses; se pensaba que el riesgo de tasa de interíés y el cambiario eran mí­nimos para los deudores; eso fue fatal cuando las tasas en USD empezaron a subir rápidamente a fines de los 70as y esa divisa ganó mucho valor

- desde 1977, el presidente de Chase alertaba que la deuda de muchos paí­ses habí­a crecido a un ritmo que no era sostenible (el Perú era uno de los paí­ses citados); no se le hizo caso; de 1977 a 1982, los príéstamos a paí­ses emergentes se triplicaron; hasta bancos pequeños que nunca habí­an estado en el negocio de la banca internacional tomaron exposiciones, pues eran "tan rentables y con tan poco riesgo"

- menos de 2 años antes de entrar en problemas, cuando ciertos funcionarios mejicanos se preocuparon por el nivel de deuda soberana, la disposición de los bancos a prestarle se mostró tan fuerte que no se tomó en serio su advertencia y esos funcionarios fueron despedidos por su "pesimismo"

- en algunos paí­ses, como Chile, lo que se desarrollaron fueros príéstamos directos a los bancos y al sector privado; se volvieron impagables y el problema se volvió de facto soberano

- los bancos se olvidaron de la banca de relación de largo plazo: lo que importaba era montar operaciones y sindicarlas al máximo pasándole el riesgo a otros, y con ello ya no importaba analizar seriamente la calidad del riesgo

- durante varios años, los prestamistas, y con ellos las autoridades y reguladores de sus paí­ses, y el FMI no quisieron reconocer lo evidente: que gran parte de esa deuda era impagable; se recurrió  a trucos como la prorrogación de los críéditos, con mayores comisiones e intereses, es decir con una mayor rentabilidad aparente, sin efectuar las provisiones correspondientes por malas deudas (pero algunos, en Europa, empezaron a hacerlas discretamente); el efecto en los paí­ses deudores por el esfuerzo de una mayor servicio de la deuda fue aún más recesivo

- pocos dijeron en ese momento que el problema era de solvencia, sólo decí­an que los deudores tení­an un problema de liquidez temporal; esa ilusión fue mantenida durante 5 años; hasta una sugerencia de reducción de deuda del 3% fue inaceptable para los bancos

- el daño hubiera sido mucho menor para los bancos y para los deudores, si los bancos hubieran aceptado un incumplimiento oficial y una reestructuración parcial con intereses más bajos mucho antes; y se hubiera podido evitar que parte del esfuerzo financiero caiga en los gobiernos de los paí­ses de los prestamistas

- bastó que en 1987, un banco, el Citibank (que en 1983 consideraba un default soberano como imposible), reconociera públicamente las píérdidas potenciales con gigantescas provisiones, y una píérdida trimestral, para que toda la armazón artificial basada en el carruseleo se desmoronara; el resto del mercado se vio obligado a seguirlos; ello terminó allanando el camino para una solución seria; la reducción de la deuda es inevitable

- los bancos internacionales, desde 1970, están un poco perdidos en cuanto a su misión en sus paí­ses de origen pues los grandes clientes corporativos empiezan a financiarse en el mercado; no paran de buscar actividades que sean rápidamente rentables, la ley Glass Steagall que separa la banca de depósitos de la banca de inversión va a ser probablemente abolida, pero esa desregulación no resolverá el problema fundamental de los bancos americanos, hay demasiados bancos grandes para que todos sean rentables

- hace falta reformas democráticas, institucionales y sociales para que la calidad del riesgo de los paí­ses emergentes mejore, no basta con un sistema económico liberal

- el próximo incumplimiento inminente parece deber ser el de la Unión Soviíética, que ya se está desarticulando; a los bancos europeos les tomará tiempo animarse a prestar a la nueva Europa del Este, pero lo harán rápidamente si el experimento funciona

- los bancos han dejado de prestar a Amíérica latina traumatizados por las píérdidas pero no quieren miran hacia atrás para ver quíé ha fallado, y siguen con las mismas prácticas imprudentes trasladándolas a otras actividades; entre las peores, empaquetar deudas bajo tí­tulos vendidos a inversionistas menos sofisticados, y la creencia de que instrumentos cada vez más exóticos y complejos pueden garantizar rápidos retornos sin riesgo; comentario de un banquero de Londres en 1985 : "si te gustó la crisis de la deuda latinoamericana, te va a encantar la que vendrá con la titulización (de críéditos)"

 -la actitud de los mercados cambia rápidamente una vez que se ha alcanzado un acuerdo satisfactorio sobre la deuda existente; el entusiasmo por regresar parece aumentar cuanto mayor es el nivel de píérdidas impuesto por el deudor.


Conclusión: los errores y lecciones de los 90as y de este siglo fueron básicamente los mismos de los 80

Las mismas fallas en cuanto a gestión de riesgos, repetidas de manera caricatural en los príéstamos a Asia y a Rusia, luego a Argentina, y luego a Europa del Este y sobre todo a Grecia, que aún cuando entró en el Euro, era vista como "mercado emergente" (sometida a lí­mites-paí­s estrictos en varios bancos); y hasta un anuncio de la crisis de los "subprimes" con las exóticas titulizaciones efectuadas. Y la misma resistencia, tanto de bancos como de autoridades y reguladores, a ver el peligro cuando se acerca y aceptar la realidad cuando la situación estalla, empeorando la situación. Lástima que ese libro, cuya intención declarada era proveer de memoria a los interesados, no fuera suficientemente publicitado, difundido y leí­do a tiempo.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...