Por... DAVID E. SANTOS Gí“MEZ
De todos los países europeos que pasan por una complicada situación económica no existe otro que interese más a Colombia y a Amíérica Latina que España y, para tristeza de ellos y nuestra, no hay actualmente ninguno en peores condiciones.
Hasta hace poco la economía ibíérica era fuente de aplausos y alabanzas en un mundo que, sin embargo, a la vuelta de la esquina tuvo que reconocer lo equivocado de su rumbo. De ser ejemplo pasó a ser paria, y hoy ni siquiera crisis como la griega o la portuguesa suscitan en el mundo mayor angustia que la española.
A los colombianos nos empalma con España un profundo cordón umbilical de cinco siglos, que se acrecentó en años recientes con la desbandada de nacionales que buscaron en Europa oportunidades que acá se negaron. Pero hoy para muchos inmigrantes el sueño ibíérico se convirtió en pesadilla. Los niveles de desempleo bordean casi el 25 por ciento y en un país como el nuestro, que recibe remesas por millones, el efecto es notorio.
El Partido Popular, colectividad en ejercicio del poder, con Mariano Rajoy como presidente del gobierno, entró a jugar una mano de dados en la que con pares pierde y con impares tambiíén. Sus propuestas de reajuste, obligadas en buena parte por la Unión Europea, lo transformaron de inmediato en blanco de una ciudadanía que ahora dice arrepentirse de haberlo elegido.
Rajoy se equivoca y mucho. La comunicación de las decisiones de ajuste es nula y al inmenso lastre del ahorro colectivo se le suma en la calle el desconcierto por no conocer el rumbo. No se habla, no se discute y no se negocia. Un halo de superioridad fatal cuando la crisis pide a gritos no sólo unidad sino humildad.
La rabia ciudadana llevó a las marchas que amenazan con hundir al galeón español en una crisis aún peor: la institucional. Porque además de las obvias dificultades económicas quizá el daño más grave y duradero sea el descontento de los pobladores por sus mandatarios, sus instituciones y por la democracia misma. Primero la sorpresa, luego la rabia y por último la apatía.
La situación económica española es la más preocupante de todas del euro. Lo acelerado de su deterioro y el tamaño de su deuda cierran el túnel y hacen imposible ver la luz al punto de reconocer que en el 2013 las cosas no sólo no mejorarán sino que serán peores.
Por esta crisis el sector público anuncia recortes y el sector privado se atemoriza y no invierte. Ya lo habían anunciado al empezar el año el ahora expresidente francíés Nicolás Sarkozy y la canciller alemana íngela Merkel: el 2012 será el año del rescate europeo o el de su muerte y España (repito que para su desgracia y para la nuestra) parece estar con una pala acondicionando la tumba.