Tal vez fuese taboo, tal vez, pero ayer fue la primera vez que oficialmente se habló (M. Olivier Blanchard) de que esta crisis es de diez años. Uds. ya lo han leído aquí: históricamente las crisis sistíémica han tenido una duración de entre diez y doce años, y esta lo es.
Pero aún no se ha llegado al final de la evolución: cada economía, dice el economista jefe del FMI, debe buscar su propio camino para reducir su deuda; pienso que no, ya saben, que tendrá que ser de forma coordinada, pero aún no hemos llegado aquí. Diez años: parece que ya no es taboo.
Otro taboo: aún: las pensiones de jubilación contributuvas
Dato: entre el 2002 y el 2011, en euros corrientes, el volumen total de las pensiones de jubilación contributivas se ha incrementado el 75,13%, en nueve años. Si se cumple la cifra presupuestada para el 2013 lo hará el 87,06%.
Dato: en España, a día de la fecha, hay 8,9 millones de pensionistas.
Dato: la esperanza de vida en España es la más elevada de Europa: en el 2011, 84,8 años las mujeres y 78,9 los hombres, 81,87 de media.
Dato: España ha firmado con sangre que va a cumplir unos compromisos presupuestarios, y, en cualquier caso, toda la UE menos dos países (caerán) ha firmado un díéficit estructural del -0,5% en el 2020.
Dato: la economía española no crece: las últimas previsiones del FMI para España, que alcanzan hasta el 2017, apuntan a que el reino va a crecer menos del 2% anual, crecimiento imprescindible para que la economía española genere empleo neto.
Bien. Si España no crece no genera ocupación y el desempleo, el subempleo y la economía informal continuarán aumentando, lo que llevará a una caída de las cotizaciones sociales. El Estado puede ir utilizando el fondo de reserva de las pensiones, pero el límite a esta política es su agotamiento. Y otras vías quedan cerradas por los compromisos de díéficit, máxime teniendo en cuanta a la velocidad con que está creciendo la deuda pública en España.
La esperanza de vida está cayendo: en el 2011 se redujo 0,08 años, y aunque su velocidad de caída se irá incrementando a medida que las coberturas sanitarias vayan cayendo, no cabe esperar, salvo catástrofes, rápidas reducciones en los próximos años. Y ello en un escenario en el que la población pensionista crecerá.
La pregunta taboo que nadie formula, que nadie menta, que ningún debate saca a la luz, que ningún político aborda, es, ¿y quíé va a pasar con las pensiones?.
Pienso que en el límite existen dos posibilidades posibles:
El Estado, a quien no pueda continuar trabajando, le garantiza un subsidio mínimo decreciente en función de unas recaudaciones que cada vez serán menores porque cada vez menos factor trabajo será necesario, y que esas personas que no pueden trabajar que se espabilen y apañen como puedan, bien conformándose con su progresiva miserización, bien porque tengan un patrimonio acumulado que les brinde una rentabilidad grande o pequeña, bien porque sus descendientes le acojan, bien porque continúen desempeñando tareas marginales en nichos residuales de la economía informal.
El Estado deja de pagar cualquier prestación y la población que no puede obtener ningún tipo de renta emprende un camino parecido al que decidió tomar el personaje de Sol en el film Soylent Green (Richard Fleischer, 1973).
La realidad siempre es tozuda. El hecho de que no se formule la pregunta no va a suponer que no llegue lo que la pregunta supone. Pienso que este tema debe dejar de ser taboo y debe ser abordado. Pero ya. Entre otras razones porque mis alumnos ya me están realizando esta pregunta: ‘Cuando estemos trabajando, ¿por quíé vamos a tener que cotizar si no vamos a poder cobrar ninguna pensión?’. Los políticos no se enteran y parece que algunos expertos tampoco.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
Lacartadelabolsa