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Autor Tema: La red bancaria en Centroamíérica y Panamá...  (Leído 174 veces)

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La red bancaria en Centroamíérica y Panamá...
« en: Noviembre 17, 2012, 10:49:58 am »
Por...  Marco A. Gandásegui, h. 

 

En una conferencia reciente celebrada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en Míéxico, planteamos que la región centroamericana está experimentando transformaciones radicales. Situamos el análisis del Istmo en el contexto de la crisis mundial. La crisis, a diferencia de lo mucho que se ha escrito, presenta nuevas oportunidades que deben aprovecharse. Los cambios a nivel mundial deben ser asumidos con cierta audacia.
 
En el último cuarto del siglo XX, la región fue testigo de cómo la correlación de fuerzas en la región se transformó con el triunfo de la Revolución sandinista y la victoria del FMLN. Asimismo, cómo Panamá obligó a EEUU a levantar sus estacas coloniales, evacuar sus bases militares y ceder la administración del Canal de Panamá.
 
La región centroamericana se encuentra en una posición geográfica muy particular. Se encuentra en la frontera donde se detuvo el avance geopolí­tico de EEUU a principios del siglo XX. A pesar de que han pasado 100 años, la correlación de fuerzas no se ha estabilizado creando constantes enfrentamientos, inestabilidad polí­tica y conflictos sociales. Tanto la economí­a “primarizada”, con su monoproducción exportadora, como la estructura industrial, basada en la sustitución de importaciones, y su diversidad de clases sociales, estaban atravesadas por una abierta presencia norteamericana.
 
Los 6 paí­ses centroamericanos han emergido en el nuevo siglo con economí­as financierizadas (aunque dependientes). La burguesí­a industrial y la clase terrateniente han perdido su hegemoní­a, el mensaje revolucionario de la clase obrera y los campesinos han perdido parte de su energí­a y las capas medias se han marchitado. En cambio, las luchas centenarias de los pueblos indí­genas por la defensa de sus tierras y comunidades han adquirido un nuevo perfil.
 
Los sectores bancario y financiero han crecido a tasas excepcionalmente altas mientras que los sectores productivos como la agricultura y la industria se han estancado y entrado en recesión. Ha aparecido una nueva burguesí­a financiera hegemónica que controla los gobiernos e intenta apoderarse de las instancias ideológicas (educacionales, comunicacionales, religiosas e, incluso, de entretenimiento).
 
Para romper la vieja hegemoní­a de la alianza agro exportadora – industrial, la fracción financiera ha pactado con sectores progresistas en todos los paí­ses de la región. En algunos casos con íéxito, en otros con retrocesos. Los más salientes son los casos de Nicaragua y El Salvador, donde gobiernan partidos frentistas. Tambiíén se destacaron, en su momento, los casos de Honduras (con el Partido Liberal progresista de Zelaya) y en Panamá (con el caso del PRD, antiguo brazo polí­tico de los militares nacionalistas). El golpe de Estado contra Zelaya puso fin temporal a la experiencia en Honduras. La alianza del PRD con el sector financiero entró en crisis con Martinelli.
 
En el pacto fueron incluidos en forma subordinada los trabajadores y campesinos, cuya fuerza ha disminuido cuantitativa y cualitativamente. Las capas medias, importantes para legitimar la nueva correlación de fuerzas, constituyen el talón de Aquiles al no poder consolidar su posición en el nuevo pacto.
 
 A diferencia de hace pocas díécadas, la fracción financiera de las burguesí­as centroamericanas están tratando de consolidar una red regional a travíés de bancos y otras instituciones financieras que tienden a buscar oportunidades para entrelazarse y hacer negocios transnacionales. Al mismo tiempo, se ha notado una disminución de la participación de la banca norteamericana.
 
Se está produciendo una “integración” desde arriba que no necesita pactos intergubernamentales o de la intervención de polí­ticos profesionales. El proceso de integración no requiere plazos para la negociación y menos la intervención de otras fracciones de la burguesí­a (agrí­cola o industrial) y menos de los trabajadores, campesinos, pueblos indí­genas o capas medias.
 
A pesar de todo, la nueva clase hegemónica necesita el aparato del Estado para imponer sus condiciones y disciplinar cualquier disenso sea de las otras fracciones de la clase burguesa o de las clases subordinadas. A su vez, “la guerra contra las drogas” implica una fuerte militarización de los paí­ses de la región que favorece los intereses de EEUU. En cada paí­s, el presupuesto militar supera el 20 por ciento de los presupuestos nacionales. El papel estratíégico de la banca norteamericana en el lavado de dinero, producto de transacciones consideradas ilí­citas, está cambiando rápidamente.
 
El control del Estado es fundamental para subordinar a la población y, especialmente, a los sectores organizados de los trabajadores. Hay áreas en que todos los gobiernos de la región coinciden. Estos son el control de los sindicatos obreros, de las asociaciones de trabajadores, de las cooperativas y de los estudiantes. La polí­tica dirigida a la desindustrialización ha aminorado el crecimiento de las organizaciones obreras. En el marco de este debilitamiento cuantitativo de la clase obrera, los gobiernos han redoblado sus polí­ticas de flexibilización y desregulación. Mientras que las áreas productivas se han estancado y están en recesión, crecen las inversiones en los aparatos represivos (militar y de la policí­a).
 
El intercambio comercial entre los paí­ses de la región ha disminuido, no hay inversión en infraestructura que promueva el comercio regional, tampoco hay polí­ticas sociales que busquen sacar ventaja de las sinergias regionales: Salud, educación, seguridad social, entre otras.


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