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Autor Tema: El fin del mundo y los hombres y mujeres de maí­z…  (Leído 153 veces)

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El fin del mundo y los hombres y mujeres de maí­z…
« en: Enero 13, 2013, 06:17:28 pm »
Por… Silvia Ribeiro




El 21 de diciembre 2012 marcó el inicio de un nuevo baktún, un periodo de 394 años solares, según la cuenta larga de los mayas y su sofisticado conocimiento astronómico. En una íépoca donde la cultura dominante banaliza todo, el momento se cargó de significados contradictorios, para algunos el fin del mundo (ante la falta de sentido, el apocalipsis vende), para otros el inicio de una nueva era, o simplemente, un momento de reflexión. Para los pueblos que aún conservan una relación de respeto con la tierra y el entorno, el tiempo es definitivamente mucho más que un sexenio, no es lineal, la memoria colectiva y el horizonte común abrazan el presente, justamente, siempre presentes.

Desde el corazón del mundo maya, la vasta movilización silenciosa y en perfecto orden de más de 40 mil comuneros zapatistas en Chiapas, recordó contundentemente al planeta que ahí­ siguen, construyendo, creando y resistiendo, mientras el sistema se derrumba. Mensaje callado de enorme resonancia, que como espejo nos devuelve la esperanza, no la que espera, sino la que construye.

Los mayas, escribe Carlos Lenkersdorf, como toda cultura, tienen una historia cambiante a travíés de los siglos y milenios. La oficialidad y la industria del turismo resaltan de ellos el periodo clásico (aproximadamente del año 300 al 900), íépocas de teocracia y fuertes diferencias sociales, que es tambiíén cuando se construyeron pirámides y sitios como Palenque, Yaxchilán, Tikal y otros. Esos lugares fueron abandonados cerca del fin del periodo, en lo que muchos investigadores y la historia oficial consideran un colapso de la civilización maya.

Pero Lenkersdorf señala que los mayas siguen existiendo y por tanto no colapsaron.
Lo que terminó fue la estructura social altamente elitista que existí­a en ese periodo. Por tanto, se trató más bien de rebeliones de campesinos, que abandonaron esos suntuosos sitios para habitar lugares más adecuados a la vida comunitaria y a la siembra.
A travíés del tiempo, los mayas han seguido resistiendo al sojuzgamiento, así­ como a los conquistadores –que a diferencia de otras culturas donde habí­a estructuras jerárquicas centralizadas, tuvieron que enfrentarse con la prolongada resistencia de cada región maya, ya que aunque unas fueran derrotadas, las demás seguí­an resistiendo e incluso las que los españoles consideraban vencidas, se volví­an a levantar. “A lo largo de 500 años, desde la llegada de los europeos, no hubo ningún siglo sin levantamiento maya. La ‘guerra de castas’, así­ llamada por los no mayas y que ocurrió en el siglo pasado, duró unos 50 años. El primero de enero de 1994 es fecha memorable de otro levantamiento maya al terminar el siglo XX. Dura ya años y la problemática de la rebelión no se ha resuelto”, nos recordaba Lenkersdorf y sigue vigente. Complementariamente, Nelson Reed, en La guerra de castas en Yucatán, señala que un detonante crucial de la rebelión en la pení­nsula fue justamente haberles impedido seguir su vida como campesinos libres y plantar su maí­z.

Estamos ahora en otra vuelta de la misma tuerca, pero en todo el mundo, incluido el mundo maya: el ataque despiadado a la vida campesina-indí­gena y a las fuentes independientes de producción de alimentos, bases de su sustento y el de la mayorí­a de la humanidad. Como resume la demanda de la audiencia sobre Maí­z y Soberaní­a Alimentaria del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), este ataque se despliega tanto a travíés del avance sobre sus territorios para acceder a los recursos que existen o puedan plantarse allí­ (entre otros, maderas, minerí­a, agua, biodiversidad, monocultivos de palma, jatrofa y ahora soya y maí­z transgíénico) como por la destrucción provocada por los sistemas de infraestructura, carreteras, transporte y energí­a que íéstos y otros desarrollos demandan, o por los desplazamientos a que obligan a sus habitantes destrozando sus medios de vida, sus culturas y sus asambleas, junto a los muchos problemas asociados al crecimiento salvaje de ciudades, basureros, contaminación, marginación.

La debacle se puede ver desde muchas aristas y sólo entre todos sabemos todo, como dicen los sabios wixárika. Por ello el trazado de un mapa colectivo en el TPP. Uno de los puntos de mira paradigmáticos es la destrucción de los sistemas alimentarios independientes, comenzando por la apropiación corporativa de las semillas. Todas las guerras tratan de destruir las fuentes de alimentación del enemigo. Para ello, los transgíénicos, con la contaminación inevitable que conllevan y las patentes que criminalizan a las ví­ctimas, son un arma privilegiada. Los conquistadores son ahora empresas transnacionales, que cuentan con ejíércitos y gobiernos, para avanzar y defender sus intereses, paliar algunos impactos sociales si les da mejores mercados, o avasallar territorios y reprimir la defensa comunitaria.
Y aunque para las trasnacionales los campesinos y la gente en general no somos enemigos sino clientes potenciales (en realidad sólo les interesa la ganancia), apropiarse de las bases de la alimentación les da ambas ventajas: fabricar dependencia y destruir resistencia.

Pese a los ataques, la alimentación de cerca de 70 por ciento de la humanidad sigue estando en manos de la agricultura campesina y de pequeña escala, de pescadores artesanales, recolectores, huertas urbanas. En todas partes, las luchas se siguen tejiendo, en silencio a veces, en estruendo otras, mientras los hombres y mujeres de maí­z siguen sembrando y el baktún apenas comienza. Tejiendo tambiíén culturas, dicen los indignados: no es que avancemos poco, es que vamos muy lejos.

Suerte en sus vidas…


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...