La crisis del euro todavía no ha empezado
Un año nuevo siempre debe significar empezar de cero, pero en contadas ocasiones ha sido tan cierto como para la zona euro en el último mes. Tras tres años de crisis casi perpetua, 2013 empezó de un humor sorprendentemente optimista. Los líderes de la vapuleada moneda única empezaron a declarar que la guerra había terminado, y que habían ganado.
"Creo que podemos decir que la amenaza existencial contra el euro ha sido esencialmente superada", proclamó el presidente de la Comisión Europea, Josíé Manuel Barroso, en un discurso en Lisboa a principios de mes. La crisis del euro quedó "atrás", alegó el presidente francíés, Franí§ois Hollande, inmediatamente antes de Navidad. "La fase más aguda de la crisis parece haber pasado definitivamente", insistió el primer ministro italiano, Mario Monti. En justicia, existen algunas pruebas que justifican esa visión optimista. Los rendimientos de los bonos se han estabilizado, y en Italia y España han caído significativamente. Los mercados de valores suben, al igual que la moneda. La confianza empresarial está remontando ligeramente. Hace meses que no se celebra ninguna cumbre a altas horas de la noche, y todas esas imágenes de una preocupada Christine Lagarde pegada a una agotada Angela Merkel se han evaporado de las primeras páginas.
Sin embargo, hay una pega. En realidad, la verdadera crisis del euro no ha hecho más que empezar. Comenzó como una simple crisis financiera. Sin embargo, la segunda fase será una crisis social y económica, y íésa será mucho más difícil de solucionar.
Cuando explotó la crisis del euro, primero en Grecia y despuíés en Irlanda y Portugal, fundamentalmente se trataba de un colapso de la confianza de los mercados. Los inversores de bonos que habían sido persuadidos de que los documentos griegos eran tan sólidos como los alemanes se dieron cuenta de que habían cometido un terrible error, como les pasó cuando creyeron que prestarle a solicitantes de hipotecas basura no era más arriesgado que prestarles a personas con buenos trabajos y mucho dinero. Los Gobiernos de la periferia de la Eurozona se dieron cuenta de que ya no podían tomar dinero a príéstamo más que a tipos prohibitivos. Pronto los sistemas bancarios tambiíén se vieron inmersos en problemas, porque, si no quieres prestarle a un Gobierno, sin duda no quieres prestarle a los bancos que se fían de ellos. No mucho despuíés, todos tuvieron que ser rescatados.
Pero una crisis financiera y bancaria es relativamente fácil de arreglar. Todo lo que hay que hacer es imprimir algo de dinero y se acaba. Así lo aprendimos en 2008 y 2009. De hecho, todo lo que ha tenido que hacer el BCE ha sido prometer imprimir mucho dinero, y meter algo de efectivo en los bancos por la puerta de atrás, y problema solucionado. Los rendimientos de los bonos han vuelto a bajar. El rendimiento de los bonos italianos a diez años ha caído de más del 6% en el momento cumbre de la crisis el año pasado a sólo el 4,1% en la actualidad. El rendimiento del español a diez años ha caído del 7,5% del año pasado al 5,1% de la actualidad. La caída de los rendimientos griegos ha sido todavía más espectacular: del 37% el año pasado a algo más del 10% en la actualidad.
Esto no ha hecho más que empezar
¿Problema solucionado? Lamentablemente, no. Como tambiíén aprendimos en 2008 y 2009, aunque una crisis financiera se puede resolver con relativa sencillez, la crisis económica es mucho más difícil. Y esto no ha hecho más que empezar.
Hay dos graves problemas. Los países de la periferia nunca han sido competitivos en comparación con sus vecinos del norte. Además, hay grandes recortes del gasto de la Administración como parte de los paquetes de austeridad exigidos como precio por permanecer en la moneda única. Y, para empeorar todavía más las cosas, incluso con rendimientos más bajos de los bonos en las últimas semanas, el capital sigue siendo mucho más caro para las empresas de la Europa de la periferia que en Alemania. Eso hace que invertir les resulte mucho más caro.
El resultado ha sido una recesión profunda y en aceleración. En la zona euro en su conjunto, hasta el BCE ahora calcula una contracción del 0,3% en 2013. La cifra real será peor. En los Estados concretos habrá profundos decrecimientos. El desempleo y la pobreza ya se han disparado. Las cifras empiezan a parecer horribles. En España, el desempleo se encuentra en la actualidad en el 26% de la población activa. En Grecia, está en el 26,8%. Las compañías pierden puestos de trabajo según la economía se contrae. Hay pocas posibilidades de que mejore. El FMI prevíé que en 2017 el crecimiento en España todavía estará en sólo el 1,7%, demasiado bajo como para crear puestos de trabajo. Así, el desempleo masivo se convertirá en la norma para España y Grecia, y pronto tambiíén para Italia.
Entonces, la cuestión es ¿cuánto dolor pueden asumir estas sociedades antes de estar desbordadas? En los años treinta, la última díécada que fue testigo de un desempleo de esta magnitud, nos concede una cierta orientación. En Estados Unidos, el desempleo llegó al 24% en 1933, durante el momento cumbre de la Gran Depresión. En Europa, donde el patrón oro creó unos tipos de cambios rígidos muy del estilo de la moneda única, fue peor. Dinamarca sufrió un 28% de desempleo en aquel año, y Noruega un 33%, según el estudio de Renaissance Capital. Finalmente, todos esos países cambiaron de política. Estados Unidos abandonó el patrón oro, y así lo hicieron un país detrás de otro a medida que el coste social de la ausencia de trabajo se hizo intolerable. Holanda fue el último en dejarlo, una vez que el desempleo llegó al 32,7%, en 1936.
Como regla general, el punto de ruptura está en un desempleo de entre el 28 y el 33%. Puede que los sistemas de bienestar y la emigración lo hayan hecho subir algo más que en los años treinta, pero no tanto. Así, países como Grecia y España están a sólo dos y siete puntos porcentuales de rendirse y abandonar la moneda única. Si no logran dar pronto la vuelta a la esquina, la dejarán.
Cuando ocurra, habrá disturbios en los mercados. Las recuperaciones de enero en las acciones europeas son muy comunes. En 11 de los últimos 15 años, los precios de las acciones se han elevado significativamente en el primer mes del año. Pero en vista de una recesión que se profundiza, y de la creciente oposición a los costes que se imponen a las sociedades, será imposible que la elevación se sostenga. Ignore la aparente calma. La verdadera crisis no hace más que seguir adelante, y todavía le queda mucho camino que recorrer.
Matthew Lynn, director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.