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Autor Tema: Sobre el creciente presidencialismo en EE.UU.  (Leído 109 veces)

OCIN

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Sobre el creciente presidencialismo en EE.UU.
« en: Febrero 05, 2013, 11:01:48 am »
Por...   Gene Healy


 
La “Guí­a para la Presidencia” de la revista Congressional Quarterly amablemente explica que “la única parte de la ceremonia inaugural que es requerida por la Constitución es prestar juramento para posesionarse en el cargo”. Si solo alguien se hubiese molestado en revisar esto, podrí­amos haber acabado con todo ese domingo cuando el Juez John Roberts tomó el juramento de Barack Obama para su segunda administración, y nos hubiíéramos ahorrado un dí­a extra de pompa, circunstancia y espantosa poesí­a.

Luego de su juramento, “Calvin Coolidge simplemente se fue a dormir en 1925”. El segundo y admirablemente breve discurso inaugural de George Washington fue de solamente 135 palabras. Pero los presidentes modernos no aprecian que para las inauguraciones presidenciales, así­ como tambiíén para el activismo presidencial, menos es más. En su primer discurso inaugural, en 1993, Bill Clinton sugirió que el rito de la unción presidencial lleve esperanza y vida al mundo: “Esta ceremonia es llevada a cabo en el medio del invierno. Pero, por las palabras que decimos y las caras que le mostramos al mundo, forzamos una primavera”.
 
En su inquietante segundo discurso inaugural, en medio de dos guerras sangrientas que parecí­an no tener fin, un impávido George W. Bush prometió a EE.UU. “el objetivo final de acabar con la tiraní­a en nuestro mundo”.
 
Hace cuatro años en su primer discurso inaugural, el recientemente consagrado Presidente Obama prometió una presidencia transformacional que “blandirí­a las maravillas de la tecnologí­a” y “emplearí­a el sol y los vientos”. í‰l acusó a “los cí­nicos” que se atreví­an a “cuestionar la escala de nuestras ambiciones, quienes sugieren que nuestro sistema no puede tolerar muchos planes grandes”.
 
Esta vez, el presidente parece no haber reducido la escala de sus ambiciones. El columnista Steve Chapman lo resumió en Twitter: “Discurso inaugural más breve de Obama: Soy un social-demócrata. Acíéptenlo”.
 
Aunque gran parte del discurso consistió de un suflíé de palabras que conformaban pensamientos nobles, con pocos detalles acerca de prescripciones de polí­ticas públicas especí­ficas, varios puntos sobresalieron. Por ejemplo: “Rechazamos la creencia de que EE.UU. debe elegir entre cuidar de una generación que construyó este paí­s e invertir en la generación que construirá su futuro”.
 
Esa es una respuesta extraña a una realidad fiscal viniendo del presidente que acuñó aquellos de la “comunidad basada en la realidad”. Como mi colega Mike Tanner indicó recientemente, “si uno incluye todas las obligaciones no financiadas del Seguro Social y Medicare, nuestro verdadero endeudamiento podrí­a llegar hasta $129 billones en dólares corrientes”.
 
“El camino hacia las fuentes de energí­a sostenible  … [es] lo que dará significado al credo que nuestros padres una vez declararon”. Yo pensaba que fue una muestra de descaro cuando el Secretario de Energí­a Steven Chu minimizó la píérdida de alrededor de $500 millones de dólares en el escándalo de Solyndra diciendo que “Uno tiene que tomar riesgos para promover la producción innovadora”. Pero al menos Chu no invocó a Jefferson para respaldar los proyectos de energí­a verde, favoritos de la administración.
 
La seguridad y la paz duraderas no requieren de una guerra perpetua. Todaví­a más descarado es escuchar una denuncia de la “guerra perpetua” del presidente que la ha institucionalizado. En el reporte investigativo del Washington Post del año pasado que nos introdujo al tíérmino “matriz de disposición” (neolengua de Obama para referirse a la “lista de eliminables”), aprendimos que “entre funcionarios altos de la administración de Obama, hay un amplio consenso de que las operaciones [de guerra con aeronaves no tripuladas] es probable que sean extendidas por lo menos una díécada más … no hay un fin claro a la vista”.
 
Puedo recomendar como una cura para la resaca post-inaugural mi nuevo libro electrónico False Idol (en inglíés). En el, sugiero que “El fracaso de Obama podrí­a, para usar una de las frases favoritas del presidente, servir como un ‘momento aleccionador’, alentándonos a los estadounidenses a alinear mejor nuestras expectativas con la realidad”.
 
Las palabras mágicas de un presidente no pueden hacer que la primavera llegue antes, “acabar con la tiraní­a en el mundo”, suspender la matemática presupuestaria o hacer que el actual Estado de Bienestar y de guerra sea asequible. Hace ratos que deberí­amos haber aprendido esa lección.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...