Por... JORGE HERNíNDEZ RESTREPO
El pasado jueves, Día de San Valentín en Estados Unidos, se cumplieron 10 años de mala racha que han tenido que soportar los floricultores, que junto con los cafeteros y exportadores han sufrido la espina de la revaluación del peso frente al dólar.
Y vuelve y juega, el dólar aparece como el malvado de la película. Ahora se suma la situación de nuestros empresarios frente al mercado venezolano, por las medidas devaluacionistas del bolívar frente al billete verde.
Ayer se reunió en Moscú el G-20, con la agenda para tratar de frenar una "guerra de devaluaciones" para hacer competitivos a los exportadores del mundo, según los peligros que advirtió el Fondo Monetario Internacional.
Esas alarmas nos hacen preguntar si quizás ¿Llegó la hora de inventarnos una nueva manera de hacer negocios, o una moneda regional para las importaciones y exportaciones de bienes y servicios? ¡No síé… Podríamos pensar en que debemos mejorar la productividad y la fluidez en el comercio regional o bilateral, desatándonos de la moneda estadounidense.
Asocolflores se queja de que hace diez años con un dólar cerca de los $3.000 el sector luchaba por mantenerse en un difícil mercado como es el de vender flores en Estados Unidos, en fechas como el Día de los enamorados, que es su mejor momento con el 80 % de las ventas de temporada.
Ahora, cada billete verde cuesta apenas unos $1.790 revaluados pesos colombianos, el cafíé ha mejorado los precios internacionales y las flores ganan compradores, pero cada vez es menor la ganancia para los exportadores. Y los paisas tenemos mucho que perder ahí.
Muchos de los alimentos que se consumen en Venezuela son comprados a empresas antioqueñas que deben sortear toda clase de líos para que les reconozcan los dólares por sus bienes y servicios.
Asocolflores propone un precio del dólar a $2.000, pero aún, si esta tasa fuera efectiva para todos los sectores exportadores, todavía nos queda en el aire el lío de cómo hacer negocios con un comprador interesante como Venezuela, pero que tiene dificultades para pagar a las empresas antioqueñas.
Si el dólar barato sólo sirve para subsidiar el empleo y a los exportadores de Estados Unidos, suena cuerdo que en la zona nos ideemos la manera de hacer negocios con una moneda que a todos sirva para generar empleo y buenas ventas, sin que el país comprador sufra los rigores de la tasa de cambio.
Ya la Reserva Federal ha dicho que sus tasas de interíés se mantendrán con niveles de cero, entonces el precio del dólar no tiene posibilidades de incrementar y la revaluación del peso seguiría su marcha.
Venezuela acaba de devaluar un 46 % su moneda. El dólar pasó de $4,3 a $6,3 bolívares, una medida drástica y riesgosa en medio de un díéficit fiscal superior al 16 %. Así Hugo Chávez, "el mejor amigo" de Juan Manuel Santos tendrá más bolívares para gastar por cada dólar que recibe, pero con una inflación a niveles del 25 %.
Nuestros exportadores parecerán más caros, pero los importadores enfrentarán el fenómeno del contrabando, mientras tratan de defenderse haciendo cuentas sobre cómo van a sortear el valor del dólar que ya no se regiría por Cadivi (Comisión de Administración de Divisas), para los alimentos o el Sitme (Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera) para bienes y servicios.
La posibilidad de definir una nueva regla de juego en materia de moneda de intercambio pinta bien si se tiene en cuenta que Colombia vende a Venezuela cerca de US$3.000 millones anuales. Ahí está la tarea para quienes buscan soluciones al laberinto de las divisas.