Cuando se disparó la crisis de deuda en Europa en 2010 y, a raíz de la imposición de políticas de austeridad en la Eurozona, se extendió el miedo a una "japonización" de la región, entendiendo como tal la evolución hacia un escenario prolongado de tipos bajos y crecimiento nulo. Pues bien, si los malos augurios están resultando más o menos acertados hasta ahora, el tíérmino puede que deje pronto de ser el más pertinente. O eso es, al menos, lo que se ha propuesto el nuevo primer ministro de Japón, Shinzo Abe quien, desde que ganó las elecciones en diciembre del año pasado, ha puesto sobre la mesa una terapia de choque para el estímulo de su economía.
La receta de Abe consiste, fundamentalmente, en acabar con los 15 años de deflación que persiguen al país. Para ello, necesita de la implicación inequívoca del Banco de Japón y no ha dejado de ejercer presiones sobre sus dirigentes en ese sentido desde que llegó al poder. Presiones que han dado sus frutos.
El gobernador saliente de la entidad, Masaaki Shirakawa, dobló el objetivo de inflación al 2% en enero, antes de anunciar que abandonaría el cargo tres semanas antes de lo previsto. El candidato propuesto por el gobierno para reemplazarle, Haruhiko Kuroda, cuyo nombramiento acaba de ser aprobado por el parlamento, tiene un perfil marcadamente agresivo y ya ha declarado que hará todo lo necesario para acabar con la deflación en cuanto tome posesión del cargo. No cabe duda de que dispone del arsenal necesario para ello.
La reacción de los mercados
Ante este escenario, el mercado no ha tardado en responder. Como casi siempre, de forma dispar y, en algún caso, desconcertante. El movimiento quizá más obvio y predecible ha sido el de los mercados de divisas. Los inversores han anticipado rápidamente el efecto que pueden tener las nuevas políticas expansivas del Banco Central y han llevado al yen a desplomarse, despertando con ello el recelo de otros países en el marco de la llamada guerra de divisas.
La renta variable, por su parte, tambiíén se ha visto contagiada por el optimismo. Muchos inversores parecen convencidos de que -esta vez sí- la economía puede salir de su letargo y los principales índices de bolsa japonesa acumulan ganancias importantes en lo que va de año. Además, estas subidas han ido acompañadas por un aumento espectacular del volumen de contratación que probablemente díé mayor credibilidad al movimiento.
¿Quíé pasa con los bonos?
La nota discordante -a mi entender- la da la deuda pública. Como hemos apuntado, el Banco de Japón ha fijado un objetivo de inflación del 2% y parece que se ha propuesto que íéste se alcance a toda costa y en el plazo más rápido posible -se habla de un objetivo de 2 años-.
Mientras, los bonos a largo plazo han seguido su recorrido alcista (en precio) y cotizan actualmente a rentabilidades implícitas muy inferiores a la inflación objetivo. Se podría argumentar que algunos inversores esperan compras masivas y sostenidas de deuda a largo plazo por parte del Banco de Japón y están posicionándose de acuerdo con la tendencia del movimiento a más corto plazo.
Podría tambiíén decirse que los mercados de renta fija cuestionan la eficacia de las medidas que se puedan tomar, en cuyo caso hablaríamos de una asimetría manifiesta entre lo que se descuenta en renta fija y en renta variable. En cualquier caso, parece que nos encontramos, de nuevo, con ineficiencias en el mercado .
Nadie tiene una bola de cristal. No podemos predecir el efecto y el calado de las medidas. O si quiera cuáles se llegarán a tomar. Lo que sí podemos hacer es evaluar el margen de seguridad de nuestras posiciones y decisiones de inversión. Y, si pensamos en el largo plazo, es bastante obvio que las rentabilidades anuales implícitas del 0,6% ó 0,7% que ofrece a día de hoy el bono a 10 años del gobierno japoníés , son incongruentes con un entorno de subidas de precios del 2% al año, en el caso en que íéste se consiga manufacturar.
Japón es un mercado peculiar, muchas veces capaz de desafiar las leyes de la lógica hasta la desesperación, pero si Mario Draghi, presidente del BCE, marcó un punto de inflexión en la crisis del euro con su famoso whatever it takes, los inversores deberían tomar buena nota de las intenciones del gobernador Kuroda si no quieren acabar haciíéndose un hara-kiri financiero.