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Autor Tema: FINANCIAL TIMES: Davos carece de ambiciones  (Leído 82 veces)

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FINANCIAL TIMES: Davos carece de ambiciones
« en: Enero 23, 2014, 06:35:10 pm »
Por...   John Gapper


 
Miles de directores ejecutivos, polí­ticos, lí­deres de organizaciones no gubernamentales y los medios de comunicación se encuentran reunidos una vez más en Davos para los debates anuales sobre la manera de mejorar el mundo. Es un asunto digno, en el que los “grupos de interíés” discuten sobre la mejor manera de combinar los negocios con el bien social, como si fueran un parlamento mundial sucedáneo.
 
El Foro Económico Mundial es evolutivo, por lo general no percibe la crisis que se avecina, pero Klaus Schwab, fundador y empresario, es brillante en la adaptación a la crisis anterior. Enfrentó las protestas contra la globalización de la díécada de los noventa, invitando a las organizaciones no gubernamentales y empresas a lograr un consenso, e intentó lograr lo mismo despuíés de la crisis de 2008, con los bancos y los reguladores.
 

El problema es que, a pesar de las fiestas y el torbellino de eventos, Davos parece antiguo y demasiado formal. Lo emocionante son los revolucionarios –las empresas de tecnologí­a que prometen remodelar el mundo, no sólo lograr un acuerdo con el existente. Como sostuvo el fallecido Steve Jobs de Apple: “Es más divertido ser un pirata que unirse a la marina.”
 
Tambiíén es más atractivo, especialmente para los integrantes de la exprimida y alienada generación del milenio cuyos problemas serán debatidos por los “baby boomers” en Davos, citando lo que sus hijos les han dicho. Silicon Valley tiene ambiciones más profundas que simplemente pactar concesiones con polí­ticos en un valle suizo.
 

Bitcoin, por ejemplo. En lugar de hacer frente a los bancos con los tortuosamente negociados estándares de capital y liquidez y demás reglas, ¿por quíé no perturbar los sistemas globales de pago con una moneda digital ideada por un hacker desconocido y respaldada por la criptografí­a en lugar de un banco central? Parece ofrecer más valor por su dinero.
 
Comparado con esto, las multinacionales como Unilever y PepsiCo que representan el consenso de Davos –aquellas compañí­as que cuidadosamente utilizan a las ONG en la inspección de las cadenas de suministro, conservan el agua y hacen alimentos procesados más saludables– son entidades reformistas, no revolucionarias.
 

La tecnologí­a enfrenta sus propios problemas de credibilidad. Google y otros han sido el blanco de los polí­ticos para evitar impuestos y han sido avergonzados por las revelaciones sobre las actividades de inteligencia de la Agencia de Seguridad Nacional. Las empresas que prometen la liberación a travíés de la tecnologí­a se han convertido en conductos para la vigilancia gubernamental.
 

Sin embargo, un multimillonario de la tecnologí­a que viste una sudadera con capucha es mucho más atractivo para el público que un ejecutivo de mediana edad con un traje. En una encuesta global anual realizada por Edelman, el grupo de relaciones públicas, 79 por ciento de las personas dijeron que confiaban en las empresas de tecnologí­a, en comparación con 59 por ciento que mostró confianza en los grupos de energí­a y 51 por ciento que confí­a en los bancos.
 

Eso les ayuda a conseguir lo que quieren de los gobiernos. Las empresas de tecnologí­a y los capitalistas de riesgo montaron una rápida campaña para derrotar las propuestas legislativas de Estados Unidos para frenar la infracción de derechos de autor en 2012. Un levantamiento popular derrotó a las compañí­as cinematográficas y musicales que apoyaban la ley.
 
Silicon Valley a veces coquetea con la idea de romper con los molestos gobiernos por completo. Larry Page, presidente ejecutivo de Google, propone la creación de campos experimentales similares a Burning Man, el festival en el desierto de Nevada, con nuevas leyes que fomenten la innovación. Peter Thiel, el capitalista de riesgo, quiere ver comunidades flotantes en alta mar “para probar pací­ficamente nuevas ideas de gobierno”.
 
Suena loco de atar, pero no se puede culpar a estos hombres por su ambición, o por entretener una visión global del futuro. Hay un claro eco de los inmigrantes americanos, que dejaron Europa por una nueva frontera donde se renovarí­an las reglas.
 

No importa lo inverosí­mil que sea, este sentido de posibilidad tiene un mayor atractivo romántico que debatir sin cesar sobre el viejo orden. Para la generación del milenio vinculada entre sí­ a travíés de Facebook o Snapchat como nodos de una red digital que luchan por encontrar trabajos y hogares en los paí­ses sobrecargados, y polí­ticamente paralizados, es un llamado a la acción.
 

El peligro para las empresas que dependen del consenso de Davos es que tienen el hábito de volverse contra ellas. Las empresas recibieron más confianza que los gobiernos en la encuesta Edelman, pero mucha gente todaví­a quiere una regulación más estricta de los negocios. Los británicos quieren más regulación energíética, los alemanes más regulación financiera, y los chinos normas de seguridad alimentaria.
 

El descontento popular se centró inicialmente en los bancos despuíés de la crisis de 2008, pero resultó ser contagioso. Ed Miliband, lí­der del opositor Partido Laborista del Reino Unido, está montando una campaña en contra de los “mercados rotos” en diversas industrias, acusando a las grandes empresas de la manipulación de precios.
 
No es obvio por quíé el sector privado debe estar a la defensiva. Pocas industrias fueron rescatadas como los bancos, o disfrutan de la misma red de seguridad. A los consumidores afectados por la recesión no les gustan los aumentos de precios, pero esas presiones serán aliviadas por el retorno del crecimiento. La polí­tica pública carga gran parte de la culpa de las dificultades económicas de los jóvenes.
 
A medida que la economí­a mundial se recupere, el futuro se abrirá. ¿Seguirán los negocios el camino de los bancos, arrastrados por conflictos normativos y polí­ticos, o el de la tecnologí­a –que recibe confianza por ofrecer una vida mejor?


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...