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Autor Tema: Pensamientos intrusivos y ansiedad: ¿Cómo afrontarlos?  (Leído 908 veces)

Scientia

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Pensamientos intrusivos y ansiedad: ¿Cómo afrontarlos?
« en: Noviembre 23, 2015, 07:41:15 pm »

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Pensamientos intrusivos y ansiedad: ¿Cómo afrontarlos?




“Deberí­a saber quíé hacer, pero en estos momentos me veo incapacitada/o para poder reaccionar”. “Es que cada vez que le digo algo para bien, se lo coge mal y no hay forma de solucionarlo”. “No hay salida para mi problema, es imposible…” Pensamientos intrusivos. ¿Quiíén no los ha tenido en alguna ocasión?

Son frases, ideas e incluso imágenes que aparecen en la cerradura de nuestra mente casi sin darnos cuenta. Son persistentes y nos causan un gran malestar. Duelen, y nos dejan en evidencia casi sin compasión. Nos hablan de lo vulnerables que somos, de nuestros fracasos. De nuestras debilidades.

Los creamos nosotros mismos, pero a veces, se tiene la sensación de que una mano ajena y malíévola los teje en exclusiva para nosotros, sólo para torturarnos. No importa que ese pensamiento tenga una base real o no, porque poco a poco, se trasforma en una obsesión peligrosa que nos llena de más y más emociones negativas. Haciíéndonos caer en un bucle muy peligroso.

De un estado de ansiedad pasajero, podemos derivar fácilmente en un trastorno obsesivo compulsivo. Entonces… ¿Cómo afrontar este tipo de pensamientos?



1. Pensar mucho, agota


Primero debemos entender bien esta ida. Pensar no es malo, todo lo contrario. El riesgo empieza cuando le damos vueltas a las mismas cosas consiguiendo, que con ello, se alimenten aún más las emociones negativas.

Un ejemplo. Te has equivocado en algo, has ofendido sin querer a una persona que aprecias. No se te va de la cabeza y no dejas de pensar en ello dí­a tras dí­a, momento tras momento. ¿De quíé te vale algo así­?

Lo ideal, es hablar con esa persona en cuestión, afrontar el problema y pasar página. Si algo te preocupa, resuíélvelo. Acepta, comprende, asume y simplemente: AVANZA.



2. Cuidado con las negaciones


Un riesgo elevado en el que solemos caer en esos pensamientos intrusivos, es en utilizar casi siempre la palabra “no”. No puedo, esto no voy a poder superarlo, nunca me van a perdonar, no voy a poder conseguirlo…

Este tipo de pensamientos no son constructivos. Son plena y absolutamente destructivos. Lejos de aportarnos una solución y de relajarnos, nos hace caer en un abismo sin salida. ¿Quíé tal si hacemos un ejercicio inverso? ¿Quíé tal si construimos pensamientos algo más creativos capaces de darnos alguna satisfacción? Para conseguirlo, se requiere una firme voluntad de cambio. De querer mejorar.

Una equivocación es una oportunidad de mejora. Una puerta que se cierra, son dos que se abren a nuestro alrededor, se trata, simplemente, de saber verlas.



3. ¿Cómo puedo liberarme de este hábito?


Si percibes que estás teniendo demasiados pensamientos intrusivos, párate. Toma aire. Detíén ese cí­rculo vicioso y toma conciencia de que eso, no te está ocasionando ningún bien.

Deja de identificarte con esas ideas y alíéjate.

Necesitas soluciones. No puertas. Y esos pensamientos no hacen más que alzar muros a tu alrededor.

Respira. Mira ahora todas esas ideas como si fueras un observador externo. ¿Quíé beneficio te aporta pensar en esos mismos aspectos una y otra vez? Es como un boomerang dañino que vuelve incansablemente con más violencia hacia ti.

Cógelo con la mano y páralo. Es el momento de encontrar nuevas estrategias que den solución esos problemas, a esos pensamientos negativos. Comprende que lo pasado ya no existe, que ya no está.

Entiende que lo que importa es el aquí­ y el ahora. Esa dimensión en la que mereces vivir en paz y en equilibrio. Quien pasa sus dí­as enfundado en el pasado, es incapaz de avanzar, de encontrar recursos con los cuales, madurar personal y emocionalmente.

Acepta errores, asume las cosas ocurridas, y siembra de nuevas ilusiones tu presente. En poco tiempo, germinarán nuevos proyectos donde tu horizonte, quedará despejado. Donde podrás respirar de nuevo orgulloso de ti mismo. Vale la pena.



Cortesí­a imagen: A. Steibeck