Por... Demián Morassi
Latinoamérica está saliendo lentamente de la globalización, el fenómeno en el resto del mundo también aparece pero de manera más serpenteante...
¿Por dónde avanza la desglobalización?
La desglobalización es algo esperable si sabemos que tarde o temprano comenzará la caída en la producción de petróleo global, sin embargo todavía hay países que siguen avanzando en su inserción en la red global del comercio, al mismo tiempo que las tecnologías de la información y la comunicación no dejan de generar mejores espacios para el intercambio económico y cultural entre naciones.
El coronavirus ha detenido algunas variables que aún continuaban al alza como son la cantidad de personas que cruzaban las fronteras en búsqueda de empleo y la cantidad de turistas que viajaban a otros países. Es metodológicamente complejo sacar conclusiones del impacto a corto y mediano plazo sobre cuánto tardará en reponerse este elemento humano de la globalización pero intuitivamente podemos decir que el promedio de este año hará declinar las estadísticas por algún tiempo.
Otro factor que alienta a la desglobalización, y es el narrado por casi todos los medios desde 2018, es la guerra comercial entre EEUU y China. Esta guerra de aranceles que tuvo su punto de mayor tensión en el avance legal contra Huawei, es el resultado, antes que nada, de la elección de los votantes sobre aspiraciones político-económicas de restricción a la apertura indiscriminada de las barreras comerciales.
La elección que dio ganador a Trump se sumó a otros ejemplos de desinterés por seguir avanzando en la globalización. El concepto ya no arrastra, como lo hacía desde los noventa, una idea de mejora económica, de bienestar o de desarrollo tecnológico. El voto estadounidense, al igual que el voto en favor del Brexit se da justamente en los países que otrora impulsaron la globalización y el neoliberalismo.
Hay que recalcar que el incremento estadounidense en los aranceles no se trata de un conflicto geopolítico con China sino que es una política de estado que incluye también a las importaciones desde la Unión Europea y países de otras regiones.
Si bien el proteccionismo tecnológico (del que la Unión Europea también está participando) parece ser la última barrera que se le quiere poner a la globalización, hay una barrera que parecía intocable y ahora cruje, es el hasta ahora inesperado desacoplamiento financiero global. Algunas empresas chinas, incluidas SMIC y Alibaba, han anunciado abrirse voluntariamente de las bolsas de valores estadounidenses... si se trata sólo de una cuestión geopolítica se verá a medida que las dos superpotencias acerquen posiciones.
Otro elemento central asociado a la guerra comercial, que también tiene como nuevos combatientes a Japón contra Corea del Sur, es el debilitamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Acá podemos incluir dos factores que están socavando la institución: la incapacidad de lograr que China abra su economía hacia adentro y la desvalorización de la institución por parte de los EEUU.
Comencemos por China. La incorporación del gigante a la OMC fue en un principio un boom para la economía global y, en pocos años, le dio un poder inesperado a la OMC sin embargo hizo que sus fundamentos se choquen con un país que puertas adentro tiene una economía planificada y monopolizada por el estado, lo mismo sucede, en una escala menor, con Vietnam.
Así que la OMC se ve atravesada por países que no creen de hecho en los postulados del libre comercio junto con un grupo muy heterogéneo de países con distintas orientaciones económicas que, en la práctica, no puedan lograr acuerdos importantes. En cuanto a la postura de EEUU de bloquear las elecciones de nuevos jueces desde 2017 provocó que a fines de 2019 la OMC se quede sin órgano de apelación de disputas, una de las funciones principales del organismo.
A principios de 2020 la UE y otros 16 estados acordaron en Davos un sistema temporal para las disputas comerciales entre países pero, si tenemos en cuenta que EEUU es el principal financiador del organismo, no podemos dar por solucionado el problema. La OMC es el paraguas del 95% del comercio mundial, su deterioro implica un fuerte golpe a la globalización tal cual la conocemos.
Pero la pregunta es ¿avanza o se estanca el comercio mundial? Según las cifras del WorldTrade Monitor, la oficina de estadísticas de Holanda (CPB) de referencia en la materia, el comercio global cayó el año pasado por primera vez desde 2009, aunque sólo un 0,4%. Uno de los rubros más importantes para esta caída tiene que ver con el comercio de automóviles, el principal producto industrial de exportación ya habían declinado en 2018 (-0,8%) pero en 2019 se desplomó un 4,4%.
El inicio de 2020 tampoco parece ser muy auspicioso para el comercio globalizado, entre los incendios de Australia y el coronavirus, sumado al aún no nombrado pero muy probable pico de petróleo global es de esperar que este año sea una bisagra más evidente para el sistema interconectado que los franceses llaman mundialización (y Serge Latouche promotor del decrecimiento llama “inmundalización”)
Latinoamérica a diferencia del panorama global
Si bien la caída en el comercio global para la región es también reciente. Tomando los datos del CPB se puede ver que el volumen de las exportaciones se ve apenas contraído (-0,2% anual) pero las importaciones con mucha fuerza (-1,8%). Evidentemente nuestro aporte empieza a dar tropezones del lado de la demanda.
Mucho tiene que ver el pico y caída de la producción energética y su efecto en el consumo.
Esta debacle energética, base fundamental para mantener el sistema industrial, tiene su correlato en la política, con especial énfasis durante todo 2019 donde se refleja un hartazgo con los gobiernos más abiertamente interesados en ser parte de la división internacional del trabajo, es decir los neoliberales: la victoria de López Obrador en México es el movimiento de fichas más pacífico en medio de las rebeliones contra Lenin Moreno, Piñera o Duque.
En Argentina la narración macrista de "volver al mundo" logrando que salga el país del default, se reflejó en la apertura de importaciones (que dañó profundamente la industria local) y en un veloz y enorme endeudamiento con acreedores externos que no aportó en nada al bienestar del país, así fue que su intento de reelección se fue al tacho.
La desglobalización tiene una impronta positiva desde un punto de vista ambiental que hay que aprovechar, esto es redireccionar nuestro modelo productivo y de capitales para las necesidades de nuestra región, lo que implica pensar y actuar según nuestras necesidades y nuestros límites. El mirarse hacia adentro (como región) es a la vez una posición geopolítica distinta que implica evitar depender de los vaivenes del mercado global, cada vez más inestables y de las decisiones externas sobre el rol que deben tener los países periféricos de este sistema industrial.
Sin embargo la desglobalización aún no es un tema de estudio en nuestra región sino que, por el contrario, el ímpetu globalizador persiste como parte de la inercia de décadas de mejora en muchos aspectos relacionados con la tecnología, el turismo y la expansión de las exportaciones.
Por ahora lo que no ha dejado de aumentar son las remesas enviadas del exterior: sólo en 2019 aumentaron un 7,8% siendo la región de mayor aumento en relación a su PBI durante el año pasado. La posibilidad de migrar y enviar dinero es parte también de la globalización y es, en parte, un colchón para amortiguar a las regiones que se van desacoplando más tempranamente del crecimiento económico global… en otras palabras, son un reflejo del estado de situación de nuestra región.
Convocamos a plantear un discurso antiglobalizador en el sentido de protección frente al capital especulativo y las empresas multinacionales que en su “apertura del mercado” tienen capacidad de aplastar fácilmente a las medianas y pequeñas empresas locales, pero manteniendo la tradición internacionalista de solidaridad entre la clase trabajadora mundial.
El rechazo a la globalización se ha colado por derecha en los países beneficiados durante años por el neoliberalismo que hoy intentan mantener sus privilegios frente a los inmigrantes o, en el Reino Unido, evitando tener que repartir sus beneficios con otras naciones europeas.
Mirarnos desde un continente con fronteras relativamente abiertas al tránsito de personas e ideas permite que revueltas como las 2019 y los reclamos de los movimientos de mujeres y disidencias pasen rápidamente las fronteras. Lo mismo deberá suceder con las soluciones políticas y económicas para salir beneficiados de esta nueva etapa histórica que se está perfilando.