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Autor Tema: ¡Ay, los libros! ...  (Leído 1547 veces)

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¡Ay, los libros! ...
« en: Enero 25, 2009, 01:18:12 pm »
Por ... Juan Josíé Hoyos

Los libros van a desaparecer. Dicen que son cosa del pasado. Las bibliotecas, tambiíén. En el siglo XXI, estas frases apocalí­pticas son moneda corriente en las ferias de fabricantes de computadoras y telíéfonos celulares, en las revistas de la industria electrónica y en los foros sobre el futuro de las nuevas tecnologí­as.

Yo pertenezco a una de las últimas generaciones de la llamada Galaxia de Gutenberg. En la universidad y en mi trabajo diario han pasado por mis manos miles de libros impresos usando el sistema a base de tinta y papel inventado por Gutenberg en Maguncia en el siglo XV. Sin embargo, desde hace más de 25 años, tengo que usar cada dí­a una computadora para escribir, para buscar un libro en una biblioteca, para enviar o recibir un mensaje, para comprobar una información. A veces tambiíén la empleo para leer un periódico. Soy un usuario entusiasta de este aparato y no siento nostalgia por la máquina de escribir.

Pero cuando abro un libro, cuando entro en una biblioteca, confieso que no soy capaz de describir lo que me pasa. Con razón decí­a Borges que imaginaba el paraí­so como una biblioteca. Es cierto que no toda la sabidurí­a está en los libros, pero quiíérase o no, lo que pensamos hoy, nuestra forma de ver el mundo, de comprender sus problemas, nuestra forma de mirarnos y de mirar el universo tiene que ver con los libros. Ellos han cambiado nuestras almas, nuestra historia y nuestro pensamiento.

El periódico británico The Sunday Times hizo una encuesta entre sus lectores preguntándoles por los libros que habí­an cambiado el mundo. Ellos mencionaron obras tan distintas como los "Principia Matemática" de Newton; "El origen de las especies" de Darwin; "1984" de Orwell; "Don Quijote de la Mancha" de Cervantes; "Utopí­a" de Tomás Moro; "Hamlet" de Shakespeare; "La interpretación de los sueños" de Freud; "El Corán" de los musulmanes; "La Biblia" de los cristianos; "Los viajes de Gulliver" de Jonathan Swift; la "Suma Teológica" de Tomás de Aquino. La lista es interminable. Incluye libros de economí­a, ciencias naturales, polí­tica, filosofí­a, novelas y hasta la Constitución inglesa. Además, como todas las listas, provocó una gran políémica por las obras olvidadas. ¿Podrí­amos explicarnos hoy el universo sin los libros de Albert Einstein sobre la teorí­a de la relatividad?

Muchas veces, en íépocas distintas de mi vida, cuando entro a mi biblioteca y no encuentro por dónde caminar hasta el escritorio en busca de mi computadora, me hago la misma pregunta: ¿cuáles son los libros que han cambiado mi vida? Nunca he podido acabar la lista. Por eso no soy capaz de seguir el sabio ejemplo del escritor Augusto Monterroso: íél tení­a un arrume de libros a la entrada de su casa. Su biblioteca no era muy grande. Según cuentan sus amigos, parecí­a estar obedeciendo a un canon o siguiendo la idea de hacer una biblioteca perfecta. Cuando iban a visitarlo, al salir, íél les decí­a: "Llíévense lo que quieran". A veces mandaba cartas en las que preguntaba a sus amigos: ¿quiíén me recibe un libro?

Cuando apareció la radio se dijo que iban a desaparecer los periódicos. Cuando se inventó la televisión, se dijo que iban a desaparecer la radio y los periódicos. No ha sido así­. Estoy seguro de que los libros tambiíén sobrevivirán al invento de las computadoras. Tendrán posiblemente nuevos soportes y nuevos usos, pero creo que la humanidad no podrá vivir sin ellos.

Admiro la capacidad de almacenar datos que tienen las computadoras, pero tal vez soy un partidario decimonónico de la idea de preservar el libro para preservar la sabidurí­a que el hombre ha alcanzado con el paso del tiempo. Espero no llegar al extremo de un amigo, que es profesor de historia polí­tica y que además de leer libros dí­a y noche, los colecciona. Hace unos años, cuando vendió su vieja casa y se trasteó a un apartamento, los constructores del edificio tuvieron que diseñar unos refuerzos estructurales para que el piso pudiera soportar el peso de los libros.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...