El síndrome NIMBY es el acrónimo de la expresión inglesa not in my back yard (“no en mi patio trasero†o “no delante de mi casaâ€).
La palabra NIMBY es usada con connotaciones peyorativas, aunque desde diferentes ángulos, por aquellos que acusan a quienes defienden el “no en mi patio trasero†de insolidarios o hipócritas, según los ecologistas o los partidarios del desarrollo respectivamente. Esta acepción negativa resulta más clara si utilizamos el termino SPAN, versión castellanizada de las siglas inglesas y que significan Sí, Pero Aquí No. Es decir, el efecto NIMBY o SPAN, como se prefiera, sería la oposición de los ciudadanos cuando un problema les afecta directamente, de ahí que se los acuse de insolidarios por sectores ambientalistas.
El otro argumento muy utilizado contra la “nimbyzación†es que los ciudadanos “afectados†se oponen a instalaciones y actividades que son necesarias, no importándoles sin embargo que se ubiquen lejos de su entorno.
La gente rechaza en su tíérmino municipal vertederos, centrales nucleares, depósitos de desechos, cables de alta tensión o cualquier otro lugar por donde pase o donde haya que depositarse el material que no es útil o aquella actividad que consideramos insalubre.
En el fondo hablamos de lo mismo, de que todos exigimos energía elíéctrica, agua potable, empleo y desarrollo, pero las molestias que se las queden otros lejos de nuestras casas.
Todos estamos en contra del calentamiento del planeta, pero la mayoría no queremos reducir el confort del reciente bienestar. Gastamos cada vez más energía, usamos el coche de manera desproporcionada, no miramos por la conservación del medio ambiente pero nos enternecemos con los documentales de Al Gore.
No quisimos la energía nuclear, pero se la vamos a comprar a Francia y en un futuro no muy lejano a Marruecos a travíés del cable de Tarifa, que tampoco quisimos porque nos iba a traer una serie de catástrofes que el tiempo no ha corroborado.
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