Por… Jorge Barrientos Marín
Robert Barro Jr., economista de la Universidad de Harvard, recientemente ha venido trabajando en algo que se puede denominar la Economía de los Desastres. En un documento de trabajo titulado Macroeconomic Crises since 1870, Barro argumenta que desde una perspectiva global desde 1870 los mayores desastres en tíérminos de severidad de decline de Consumo y PIB fue la Segunda Guerra Mundial, seguida de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1930.
A propósito del reciente brote de gripa de origen porcino, la temida cepa A/H1N1, Barro y otros economistas sospechan que podría existir una relación entre Pandemias y desastres macroeconómicos. No hay evidencia concluyente sobre dicha relación, salvo la depresión provocada por la pandemia de Gripe española que entre 1918 y 1920 causó cerca de 50 millones de muertos y una profunda crisis económica en 13 países. Con este antecedente, no sería descabellado que Barro y los demás estuvieran en lo cierto.
Es preciso aclarar, sin embargo, que la relación causal entre pandemias y depresiones, de existir, parece ser unívoca: las pandemias pueden eventualmente afectar las economías, pero es muy poco probable que los malos desempeños de las economías puedan causar pandemias (en lo que algunos profanos insisten). En cualquier caso, las pandemias severas deberían tener casi el mismo efecto que una gran guerra: destrucción de capital humano valioso y drásticas caídas en el crecimiento del PIB. Cabe mencionar que las epidemias (de nivel más local) tambiíén tienen efectos negativos sobre la economía, en especial si ataca a personas en edad productiva, pues provoca ausentismo y baja productividad laboral y la desaceleración de la producción.
Los datos de Barro indican que las pandemias de 1957-58 y 1960-70 causaron muchas muertes y una caída transitoria de los índices accionarios en algunas regiones, pero jamás como la pandemia provocada por la gripe española. Incluso en 1976 una amenaza de gripe de origen animal provocó una leve caída del mercado accionario de Estados Unidos. En contraste con lo acontecido alrededor de la A/H1N1, los índices bursátiles norteamericanos han mostrado mejoría las últimas semanas y las pocas variaciones negativas poco han tenido que ver con la pandemia y sí con la reciente cifra de 9% de desempleo y los anuncios de quiebra de grandes empresas. De modo que la evidencia no es concluyente relacionando pandemias y crisis.
En Colombia a pesar de que el Ministerio de Protección Social decretó el Desastre Nacional por la A/H1N1 (aunque es una medida de carácter preventivo, suena aterradora) y el dramático llamado a quienes estíén enfermos, incluso por resfriado, para quedarse en la casa, el IGBC ha venido ascendiendo fuertemente desde finales de abril, sobrepasando la semana anterior los 9.000 puntos. Parece pues que la amenaza de pandemia no profundizará la desaceleración económica en el país, lo que sí podrían lograr los anuncios equivocados, las declaraciones inapropiadas y el temor colectivo exacerbado por los medios y las agencias gubernamentales.
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