Fondos o díépósitos: ¿Quíé interesa más con la nueva fiscalidad?
Cuando nos planteamos cual es el producto idóneo donde invertir lo primero que miramos es la rentabilidad y la seguridad. Sin embargo, no debemos olvidar cómo tributa cada producto porque la fiscalidad puede tener un impacto importante en el rendimiento neto final de nuestras inversiones. Su importancia será mayor o menor en función de cada caso particular, por eso analizaremos varias situaciones con ejemplos numíéricos que ilustren lo más conveniente a hacer en diferentes escenarios. Además, recordaremos otros aspectos de estos productos que pueden ser relevantes según el nivel de inversión o el plazo al que invertimos.
Antes de empezar con los ejemplos, vamos a recordar la fiscalidad de ambos vehículos:
Ambos productos tributan en la base del ahorro a un tipo fijo que, si se aprueba la ley de Presupuestos Generales del Estado, a partir del 2010 va a ser el 19% para los primeros 6.000 € y 21% para el resto de las rentas del ahorro.
Sin embargo, la base del ahorro está dividida en dos partes que no se compensan entre sí: una la formada por rendimientos del capital mobiliario (cuentas corrientes, depósitos, bonos, seguros, dividendos, etc.) y otra formada por las ganancias y píérdidas patrimoniales (proveniente de fondos, acciones, venta de inmuebles, etc.). Esta es una de las diferencias en la tributación de fondos y depósitos, especialmente importante para aquellos inversores que tengan píérdidas de otras inversiones pendientes de compensar, ya que habrán de estar atentos a quíé tipo de “píérdidas†se han generado (rendimientos negativos de capital mobiliario o píérdidas patrimoniales) para invertir en vehículos que obtengan el mismo tipo de “rendimiento†y que ese futuro beneficio compense la píérdida y, en su caso, no se tribute por íél.
Los rendimientos de los dos vehículos, fondos y depósitos, están sujetos a retención. Actualmente del 18%, pero probablemente será del 21% a partir de enero del 2010 (incluso aunque se tribute al 19%, lo normal será sufrir la retención del 21% y que posteriormente se devuelva el exceso de lo retenido al hacer la declaración de la renta).
En cuanto a la cuantía de la retención no hay diferencias, pero sí puede haberla en el momento en que se produce esa retención y eso puede tener un impacto importante al final de nuestra inversión. En el caso de los depósitos la retención se produce cada vez que nos pagan intereses, esa periodicidad que puede ser mensual, trimestral, anual, etc., no es elegida por el inversor, en el mejor de los casos puede buscar pagos de intereses que se adecuen a sus necesidades de liquidez. Además, cuando se producen pagos de intereses la retención es sobre toda la cantidad, porque toda es rendimiento.
En el caso de los fondos de inversión, la retención se produce sólo cuando se reembolsa y sólo por la parte de las plusvalías generadas. El reembolso se produce a decisión del inversor y normalmente sólo cuando necesita el dinero, porque otra ventaja adicional de los fondos de inversión es que se puede traspasar la inversión de un fondo a otro sin tributar, difiriendo así el pago de impuestos.
Una vez recordado los aspectos principales de la tributación, vamos a empezar con los casos.
Caso 1: Inversión a 4 años. Necesitamos rentas del ahorro anuales para complementar nuestras rentas del trabajo. Perfil del inversor muy conservador.
Partimos de una inversión de 300.000 € y necesitamos unas rentas anuales entre 5.000 y 6.000 €, lo cual nos va a permitir tributar al 19%.
Un depósito nos paga el 2% TAE (con pago de intereses anuales) y tambiíén nuestra cartera de fondos nos da un rendimiento anual del 2%.
Como vemos, los impuestos pagados durante estos 4 años son sensiblemente menores si invertimos en fondos (219 €), respecto a invertir en depósitos (4.560 €). Esto nos permite obtener una renta neta anual superior.
Así pues, ya tenemos el primer caso donde el fondo de inversión es mejor fiscalmente que el depósito.
Caso 2: Inversión a medio-largo plazo y no necesitamos rentas del ahorro durante todo ese plazo. Perfil del inversor conservador.
Esta vez partimos de una inversión de 250.000 € y no necesitamos este dinero ni sus rendimientos en los próximos 5 años.
Vamos a suponer que encontramos un depósito que nos paga el 3,5% TAE (con pago de intereses trimestrales) y tambiíén en el fondo, el rendimiento anual es del 3,5%.
A mayor plazo, mayor diferencia y viceversa.
Si la inversión fuera a 10 años:
En este caso hay un efecto final bastante negativo en el depósito, derivado principalmente del pago anticipado de impuestos y la no reinversión de los intereses. Es verdad que se podrían haber reinvertido los intereses pero es poco habitual tener la posibilidad de hacerlo automáticamente y eso requiere una atención recurrente por parte del inversor, incluso reinvirtiendo los intereses el efecto final es negativo porque no se reinvierten los intereses brutos, si no el neto recibido.
Podemos concluir que, para inversiones a medio-largo plazo sin necesidad de generar rendimientos recurrentes, la inversión en fondos es más eficiente fiscalmente y más cómoda para el inversor.
Caso 3: Inversión a corto plazo. Perfil del inversor moderadamente conservador.
En este caso, si el depósito paga los intereses al final del periodo al que vamos a invertir, es indiferente fiscalmente invertir en un depósito o en un fondo de inversión en lo que respecta a esta inversión individualmente vista. Habría que analizar otros factores como la existencia de píérdidas pendientes de compensar o fuera de la fiscalidad la rentabilidad a obtener o el riesgo de críédito.
Vamos a suponer que el inversor tiene pendiente de compensar unas píérdidas de 12.000 € por unas acciones que vendió. Tiene para invertir 300.000 € y le gustaría obtener una rentabilidad que le compense esas píérdidas en el próximo año, es decir, espera obtener el 4%. En este caso, podría buscar un depósito que le pague ese 4%, actualmente esto no va a ser nada fácil, pero si lo consigue estos intereses no le van a servir para compensarse las píérdidas patrimoniales al ser rendimientos de capital mobiliario. En realidad tendría unos intereses brutos de 12.000 €, pero cobraría 9.600 € despuíés de impuestos, es decir, obtendría una rentabilidad neta del 3,20%.
Si consigue obtener una rentabilidad del 4% con una cartera de fondos, puede compensar las ganancias de los 12.000 € con la píérdida de las acciones y su rentabilidad despuíés de impuestos sería del 4%.
Si tenemos píérdidas provenientes de la venta de bonos o de seguros, para compensarlas nos interesaría más la inversión en depósitos.
Finalmente, nos gustaría destacar que hay otros aspectos importantes a considerar además de la fiscalidad: la profesionalidad en la gestión, la seguridad jurídica, la diversificación, etc.
Una cartera de fondos de inversión nos va a permitir diversificar inversiones y adaptarlas a nuestro plazo de inversión, tolerancia al riesgo y a la visión de mercados. Para inversores a medio largo-plazo, es un vehículo muy eficiente a la hora de proteger de píérdidas de poder adquisitivo. Por otro lado, los altos intereses que se pagaron en depósitos durante 2008 (sobre todo en relación con los tipos oficiales o el euribor) se deben a una situación excepcional de necesidad de liquidez por parte de las entidades financieras y lo deseable, por el bien de todos, es que esa situación no se vuelva a repetir.
