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Autor Tema: Reconsiderando la economí­a de energí­a verde...  (Leído 255 veces)

OCIN

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Reconsiderando la economí­a de energí­a verde...
« en: Junio 05, 2011, 10:59:17 am »
Por…   Jerry Taylor y Peter Van Doren

Actualmente, la energí­a “verde” como la eólica, la solar y la biomasa constituye solamente 3,6% del combustible utilizado para generar electricidad en EE.UU. Pero si otro discurso de “Yo tengo un sueño” fuese dado en la base del monumento a Lincoln, sin duda este nos urgirí­a hacia una tierra prometida donde la energí­a renovable reemplazarí­a completamente los combustibles fósiles y la energí­a nuclear. ¿Cuánto costará este sueño? El experto en energí­a Vaclav Smil calcula que lograr ese objetivo dentro de una díécada —la propuesta del ex vicepresidente Al Gore— comprenderí­a costos de construcción y endeudamiento de alrededor de $4 billones. Tomarnos un poco más de tiempo para llegar a esta tierra prometida ayudarí­a a reducir ese precio un poco, pero sólo la construcción de los generadores necesarios costarí­a $2,5 billones. Supongamos, no obstante, que podrí­amos asumir ese gasto. ¿Alguna vez hemos visto una economí­a “verde”? Sí­; en el siglo XIII.
La energí­a renovable es casi literalmente la energí­a del pasado. Pocos parecen darse cuenta de que abandonamos la energí­a “verde” hace siglos por cinco muy buenas razones.
Primero, la energí­a verde es difusa y se necesita una inmensa cantidad de tierra y materiales para producir aunque sea un poco de energí­a. Jesse Ausubel, director del Programa para el Medio Ambiente Humano e investigador titular de la Rockefeller University, calcula, por ejemplo, que todo el estado de Connecticut (esto es, si es que Connecticut tuviese tantos vientos como las llanuras en el sureste de Colorado) tendrí­a que ser destinado a turbinas eólicas para darle suficiente energí­a a la ciudad de Nueva York.
Segundo, es extremadamente costosa. En 2016 la propia Administración de Información Energíética del presidente Obama estima que las turbinas eólicas sobre tierra (las menos costosas de todas estas energí­as verdes) serán 80% más costosas que las centrales elíéctricas de ciclo combinado de gas natural. Y eso no considera los costos asociados con los cientos de miles de millones de dólares requeridos para los nuevos sistemas de transmisión que serán necesarios para llevar la energí­a eólica y solar —la cual generalmente es producida lejos del lugar donde suelen vivir los consumidores— a los que pagarán el servicio.
Tercero, es poco confiable. El viento no siempre sopla y el sol no siempre brilla cuando se necesita la energí­a. Hoy nos preparamos para esta situación teniendo generación de carbón y gas natural en estado de alerta para ser utilizada cuando las fuentes renovables no puedan producir energí­a. Por casualidad, el costo de mantener esta generación de respaldo, de igual manera, nunca es totalmente considerado en los cálculos de costos asociados con la energí­a verde. Pero en un mundo en el que los combustibles fósiles son algo del pasado, estarí­amos obligados —como los campesinos de la Edad Media— a depender de los caprichos del clima.
Cuarto, es escasa. Mientras que el viento y la luz solar obviamente no son escasos, el verdadero estado bajo el cual esas energí­as son confiablemente continuas y asequibles para los que pagarán el servicio, sí­ es escaso.
Quinto, una vez que la electricidad es producida por el sol o el viento, no puede ser almacenada porque la tecnologí­a de baterí­as todaví­a no se ha desarrollado hasta ese punto. Por lo tanto, debemos inmediatamente “usarla o perderla”.
Los combustibles fósiles son todo lo que la energí­a verde no es. Aproximadamente 1.000 pies cúbicos de gas natural (los cuales cuestan aproximadamente $4) pueden generar la misma cantidad de energí­a que aquella que generarí­a un sistema solar sobre el techo promedio de un hogar durante 131 dí­as. Son comparativamente más baratos. Es confiable; se quemará y producirá energí­a cuando usted la desee. Es abundante (utilizamos solamente una pequeña porción de petróleo en el sector de energí­a). Y los combustibles fósiles se pueden almacenar hasta que los necesite.
Los partidarios de la energí­a verde argumentan que si el gobierno puede poner a un hombre en la luna, seguramente puede hacer que la energí­a verde sea económicamente atractiva. Nótese que el gobierno no estaba tratando de colocar a un hombre en la luna de manera rentable, lo cual es más parecido al reto en cuestión aquí­. Incluso antes del inicio de la presidencia de Obama, alrededor de la mitad de los costos de producción de la energí­a eólica y solar estaban siendo financiados por el contribuyente sin resultados comerciales positivos. Hay pocas razones para pensar que un compromiso sostenido de continuarlas subsidiando durante múltiples díécadas tendrá resultados distintos. Despuíés de todo, el gobierno federal una vez prometió que la energí­a nuclear estaba en la cúspide de ser “demasiado barata para ser medida”. Eso fue en la díécada de los cincuenta. Luego de $61.000 millones en subsidios y regulación preferencial (cuyo precio es imposible de calcular), todaví­a es la fuente de energí­a convencional más costosa dentro de la red energíética.
La pregunta fundamental que los partidarios de la energí­a verde deben responder es la siguiente: Si la energí­a verde es tan inevitable y una inversión tan buena, ¿por quíé necesitamos subsidiarla? Si es que la energí­a renovable llega a tener sentido económico y cuando eso pase, los inversionistas hambrientos de ganancias construirán todo lo que requerimos sin la necesidad de que el Estado mueva un dedo. Pero si no tiene sentido económico, todos los subsidios del mundo no cambiarán ese hecho.

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