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Autor Tema: Una interpretación de la crisis actual  (Leído 1126 veces)

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Una interpretación de la crisis actual
« en: Junio 29, 2008, 05:23:02 pm »
El capitalismo avanza hacia una nueva gran crisis mundial (I)


Roberto López Sánchez

Argenpress




Introducción


En este trabajo proponemos una interpretación de la crisis que atraviesa el capitalismo y sus posibles consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Hemos considerado los principales antecedentes históricos de la crisis, así­ como la valoración de los múltiples factores que intervienen en ella, aunque estos factores no los analizamos en profundidad por las limitaciones propias de un artí­culo. Nos ha motivado un artí­culo que en dí­as pasados, mi amigo Roland Denis ha hecho circular por la web, referido a la “estrategia imperialista actual” (1) advirtiendo de una obra publicada en 2002 por el francíés Alain Joxe, titulada “El imperio del caos” (2) en dicho artí­culo, Roland concluye que “el imperio ya no necesita de órdenes nacionales estables ligados a sus intereses -no requiere de un orden internacional por tanto- necesita del caos global porque necesita de la guerra si fin y sin fronteras”. Consideramos que dichas conclusiones pecan de unilaterales, aunque encierren parte de la verdad, y que para caracterizar el momento actual del mundo globalizado hace falta ampliar el marco de análisis. De acuerdo a nuestro análisis, existen tendencias en desarrollo que agravarí­an la crisis mundial a niveles sumamente conflictivos. Pretendemos aquí­ una explicación y análisis de los acontecimientos que han originado la crisis, su comparación con el desarrollo del capitalismo a lo largo del siglo XX, y las necesidades de luchar por un mundo mejor que tienen los trabajadores y los pueblos ante la perspectiva guerrerista que intentan desatar las fuerzas imperialistas que dominan el mundo.

1. Antecedentes del mundo unipolar

Las dos últimas díécadas se han caracterizado por la existencia de una única superpotencia mundial, los Estados Unidos de Amíérica. Luego de la caí­da del muro de Berlí­n en 1989 y el posterior colapso de la URSS en 1991, los Estados Unidos quedaron sin contendores en el sistema capitalista mundial. Esta etapa de unipolaridad, que en los 90 parecí­a ser que durarí­a durante todo el siglo venidero, ya presenta signos de agotamiento, los cuales analizaremos en puntos posteriores.

Nos interesa ahora enfatizar la etapa anterior, la llamada Guerra Frí­a o Perí­odo de la Posguerra, entre 1945 y 1991, considerando además los orí­genes históricos de ese perí­odo. Comenzaremos diciendo que en 1914 se abrió un perí­odo de profunda crisis en el sistema capitalista mundial. La confrontación interimperialista entre Alemania e Inglaterra-Estados Unidos, incubada desde los tiempos coloniales y preparada en las últimas díécadas del siglo XIX, estalló como lucha por un nuevo reparto del mundo a partir de 1914.

Desde la íépoca de la expansión europea en los siglos XV y XVI, Alemania habí­a quedado por fuera del reparto de las posesiones coloniales en Africa, Amíérica, Asia y Oceaní­a. Pero su crecimiento como gran potencia industrial a fines del XIX encontraba limitaciones por no tener control de territorios coloniales o áreas de influencia que sirvieran de fuentes de materias primas, mercados para sus productos y para inversión de sus capitales. Esa disputa interimperialista condujo a las dos grandes guerras mundiales del siglo XX.

Como bien dijeron Hilferding y Lenin al caracterizar el imperialismo, la disputa interimperialista por lograr un nuevo reparto del mundo se expresó en esa profunda crisis histórica que el capitalismo mundial vivió entre 1914 y 1945. Pero las consecuencias de esa disputa interimperialista casi acaba con el propio sistema capitalista. Las revoluciones obreras y campesinas, inspiradas en el comunismo, fueron uno de los resultados inesperados de esa crisis, y pusieron en jaque al sistema capitalista por varias díécadas.

En 1917, en plena guerra mundial, los obreros rusos iniciaron la revolución soviíética y terminaron erigiendo el primer estado socialista del mundo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviíéticas. En el transcurso de la segunda guerra (1939-1945) emergieron poderosos ejíércitos comunistas en la propia URSS, en China, Vietnam, Yugoslavia y Albania, los cuales conquistaron el poder y cambiaron radicalmente el mapa del mundo. La derrota del imperio nazi fue obra principal de los ejíércitos comunistas soviíéticos, los cuales llegaron hasta la propia guarida del Fuhrer en Berlí­n, y acabaron radicalmente con el sueño fascista del Tercer Reich.

Lo que se suponí­a serí­a una rápida ofensiva alemana que aplastarí­a toda resistencia de los rusos, fue inesperadamente detenida en Stalingrado a mediados de 1942, abriíéndose a partir de allí­ una de las etapas más gloriosas de las luchas de los pueblos contra la opresión imperialista. En un hecho sin precedentes en la historia del capitalismo, una región perifíérica como la URSS logró detener y luego derrotar militarmente a la primera potencia imperialista del momento, la Alemania Nazi, conduciíéndola a su total aniquilación como ríégimen polí­tico.

De forma similar se construyeron poderosos ejíércitos comunistas en China, dirigidos por Mao Tse Tung, que finalmente alcanzarí­an el poder en 1949. Igualmente en Vietnam, bajo el liderazgo de Ho Chi Minh, en Yugoslavia bajo la conducción de Josip Broz Tito, y en Albania con la dirección de Enver Hoxha. En toda la Europa Oriental, el ejíército soviíético contribuyó a establecer regí­menes comunistas, y la consecuencia final del perí­odo de guerras mundiales era que habí­a nacido, crecido y fortalecido un sistema aparentemente contrario al capitalismo occidental, que amenazaba seriamente su existencia y continuidad futura: el comunismo.

De la segunda guerra emergieron los Estados Unidos como la gran potencia del capitalismo occidental, tomando la batuta de una Inglaterra que ya desde la 1ª Guerra daba muestras de agotamiento como primera potencia representante del capital. Pero a la vez emergió un mundo bipolar, caracterizado por el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo, sistemas que formalmente se mostraban como totalmente antagónicos.

Todas las instituciones creadas por el capitalismo occidental a partir de 1945 tení­an por objetivos dar urgentes respuestas y soluciones a la profunda crisis que acababan de atravesar. No era cualquier cosa. Alemania, una de las potencias imperialistas protagónicas durante los cien años anteriores, habí­a sido borrada del mapa como factor de poder mundial, así­ como sus aliados Italia y Japón. Otras potencias como Inglaterra y Francia atravesaban una situación económica deplorable.

Instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, creadas en 1944 en los acuerdos de Bretton Woods, tení­an por objetivo reorganizar el sistema financiero mundial protegiendo los intereses del gran capital multinacional y de las potencias occidentales. La Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) e iniciativas como los propios Juicios de Nuremberg contra los dirigentes de la Alemania nazi, buscaban garantizar un orden de cosas que detuviera la oleada revolucionaria y permitiera al capitalismo comenzar a recuperar el terreno perdido.

Uno de los aspectos más destacados fue el modelo económico keynesiano, de intervención del Estado en la economí­a, utilizado para salir de la mayor crisis económica vivida por el capitalismo, la de 1929, y el florecimiento del Estado Benefactor (Welfare State). Para detener el avance del comunismo en Europa y Asia, el capitalismo se vio obligado a mostrar un rostro de apariencia humana, reconociendo que las desigualdades sociales que íél generaba debí­an ser reconocidas y corregidas por la acción del estado.

El keynesianismo permitió reconstruir a la Europa devastada por la guerra, y el Estado Benefactor debió reconocer multitud de derechos sociales y laborales (3)a salirle al paso a la creciente influencia del comunismo en el mundo. Bajo esos preceptos, el capitalismo occidental vivió entre 1945 y 1973 su mayor perí­odo de expansión y crecimiento económico.

Ese orden de la posguerra comenzó a modificarse a partir de la díécada de 1970. El progresivo debilitamiento de la oleada revolucionaria, y la burocratización de las experiencias socialistas en el poder, permitieron al capitalismo occidental recuperar la ofensiva mediante la propuesta del modelo económico monetarista o neoliberal, que comenzó a erigirse como dominante a partir de los gobiernos de Margaret Tatcher en Inglaterra (1979) y Ronald Reagan en los Estados Unidos (1980). Mediante el poder de las instituciones económicas multilaterales (FMI y BM), el capital impuso por la ví­a del chantaje económico el modelo neoliberal en los paí­ses de la periferia.

Finalmente, el colapso del llamado Bloque Socialista encabezado por la URSS, entre 1989 y 1991, terminó con ese perí­odo de la Guerra Frí­a, y dio paso a la actual etapa de unipolaridad que todaví­a vivimos.

En la caí­da del socialismo soviíético consideramos que privaron principalmente las propias carencias y debilidades internas de ese modelo particular de socialismo. En el fondo, el modelo económico implantado en la URSS no superó los preceptos del capitalismo: división social del trabajo, existencia de relaciones mercantiles, cálculo económico basado en la teorí­a del valor, inversiones de capital extranjero, estí­mulos materiales a la productividad, diferenciación salarial, trabajo a destajo, aplicación de míétodos tayloristas para elevar la productividad, privilegios a los especialistas en la dirección de las industrias, apropiación del excedente (plusvalí­a) por una minorí­a amparada en el control del Estado y en el ríégimen monopartidista. El capitalismo de Estado soviíético, en el cual todo el poder descansaba en un pequeño grupo dirigente del Partido Comunista, constituyó la antí­tesis del socialismo propuesto por Marx como utopí­a libertaria, basado en la igualdad y la cooperación entre hombres libres.

En sí­ misma, la experiencia rusa no implica el derrumbe del marxismo como cuerpo teórico, pues en todo caso serí­a el fracaso de un experimento práctico, circunscrito históricamente a determinadas condiciones particulares, y que además desarrolló aspectos abiertamente contradictorios con los principios teóricos originales. El colapso del socialismo soviíético tampoco puede verse como el triunfo del capitalismo occidental, pues su fracaso respondió principalmente a causas endógenas y no al resultado de un enfrentamiento polí­tico, económico o militar con los paí­ses capitalistas occidentales.

Las revoluciones que en el siglo XX se denominaron socialistas se realizaron en paí­ses en los cuales el campesinado cumplió un papel fundamental, pues dichos paí­ses eran de una economí­a agraria predominante, en los cuales no existí­a ni un proceso de industrialización capitalista desarrollado ni un ríégimen parlamentario burguíés. Tal es el caso de Rusia, China, Vietnam, Yugoslavia, Albania, Cuba y Nicaragua. En todos ellos la revolución cumplió básicamente tareas democrático-burguesas, fueron liderizadas por partidos integrados por intelectuales de clase media que se hací­an llamar Partidos Comunistas, utilizando un discurso de ropaje marxista, y en las cuales la fuerza social fundamental fueron los campesinos (pues la clase obrera era casi inexistente). A pesar del vaticinio marxista, no se realizaron revoluciones proletarias en los paí­ses de mayor desarrollo capitalista (4)

De cualquier modo, el socialismo soviíético pasó a la historia en 1991, y sus virtudes y sus defectos quedan como referencias para la construcción futura de los proyectos de transformación social. El capitalismo continúa oprimiendo a los pueblos del mundo, y la lucha por trascender la explotación del capital sigue siendo una necesidad humana. La permanencia de las desigualdades sociales, de las disparidades en el crecimiento económico de los paí­ses, y el aumento exponencial de esas desigualdades tanto en los paí­ses industrializados como en el llamado tercer mundo, son la prueba más contundente de que el fin de la historia que anunciara Fukuyama (5) está todaví­a muy lejos.

2. La actual crisis económica y el papel del Estado

El capitalismo occidental, en el transcurso de los años 70, decidió acabar con el modelo keynesiano y el estado benefactor, acusándolos de ser los causantes del estancamiento de la tasa de ganancias que viví­an las grandes multinacionales. Para ello promovió el modelo neoliberal desde los gobiernos de Thatcher y Reagan, aunque ya antes habí­a iniciado su aplicación práctica con el asesoramiento de los “Chicago Boys” (6) a la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, a partir de 1974.

Utilizando al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, y aprovechándose de las necesidades y urgencias que la llamada “crisis de la deuda” les imponí­a a los paí­ses perifíéricos, se impuso mediante el chantaje el modelo neoliberal en todo el Tercer mundo. Los príéstamos otorgados por el FMI y el BM se realizaban sólo a condición de que se aplicaran programas económicos neoliberales. Uno tras otro, los gobiernos latinoamericanos y de otros continentes, fueron firmando sus respectivas “cartas de intención” (7), y el modelo neoliberal se fue expandiendo en el mundo.

Responsabilizando como causantes del estancamiento económico a una serie de factores entre los que destacaban: la excesiva intromisión del Estado en la economí­a, el elevado gasto público, el díéficit fiscal, las regulaciones de precios, el excesivo proteccionismo en áreas de la economí­a, y el peso de los derechos laborales y sociales reconocidos por el Estado, el modelo neoliberal se propuso imponer de nuevo la vieja creencia de que la mano invisible del mercado puede arreglar los desajustes y fluctuaciones temporales de la economí­a. El libre mercado, o libre juego de la oferta y la demanda, debí­a sustituir al viejo modelo keynesiano de intervención estatal.

Lo que no se decí­a, es que ese libre mercado era mucho más viejo que el keynesianismo, y que ya en el pasado se habí­a demostrado incapaz de resolver los problemas socioeconómicos de los pueblos del mundo. De todos modos, la imposición del neoliberalismo no significó la desaparición del intervencionismo estatal en los paí­ses industrializados. Estos mantuvieron fuertes medidas proteccionistas hacia determinadas áreas económicas, como por ejemplo la agricultura, y la simbiosis estado-empresa privada siempre ha actuado unida en el llamado “complejo militar-industrial”.

El neoliberalismo logró imponerse debido a los cambios ocurridos en la correlación de fuerzas entre el capitalismo y el comunismo, entre las grandes potencias industriales y los pueblos en lucha. Para los años 70 la oleada revolucionaria que resultó de la segunda guerra mundial habí­a amainado considerablemente, aunque todaví­a ocurrieron victorias importantes como la de Vietnam en 1975 y la de Nicaragua en 1979. La profunda crisis vivida por el bloque socialista soviíético en los años 80 facilitó las cosas para que el capitalismo occidental fortaleciera su ofensiva y recuperara espacios que habí­a perdido durante las guerras mundiales.



Nota: 1) El artí­culo se denomina “Imperio, territorio y comunión rebelde”. Roland Denis - www.aporrea.org 06/06/08 - http://www.aporrea.org/tiburon/a58402.html.

2) Existe una obra de Samir Amin, de 1991, que lleva el mismo tí­tulo de “El imperio del caos”, aunque las conclusiones aparentemente son diametralmente opuestas (no hemos leí­do la obra de Joxe). Amin afirma que la crisis desatada en la díécada de 1970 no ha podido ser superada por lo que íél llama el “imperialismo colectivo” dominante. Al no poder superar la crisis mediante la instauración de un modelo de acumulación estable que garantice la expansión del capital, el imperialismo genera el caos, implementando polí­ticas para “administrar la crisis”, pero que son incapaces de superarla en tíérminos estructurales. Samir Amin. 2000. La economí­a polí­tica del siglo XX. Monthly Review.

3) Derechos como el de la salud, educación, trabajo, seguridad social, vivienda, recreación, sindicalización, contratación colectiva, servicios públicos, todos concebidos como obligación del estado y de prestación gratuita o en condiciones de pago apropiadas a los ingresos de las clases trabajadoras y populares. Nuestra constitución nacional es una buena muestra de esos derechos sociales que hace más de 60 años consagró el estado benefactor impuesto por el capitalismo keynesiano.

4) López Sánchez, Roberto. 2006. Una perspectiva actual del socialismo. Revista Cuestiones Polí­ticas. Nº 36. Enero-Junio 2006. Maracaibo (Venezuela).

5) Francis Fukuyama (intelectual estadounidense), sostuvo en un artí­culo publicado en 1989 (publicado luego como libro) lo que íél llamó “el fin de la historia”, entendiendo por ello que el modelo neoliberal imperante en el mundo globalizado era capaz de eliminar los conflictos en nuestras sociedades, destinadas a vivir en armoní­a de aquí­ en adelante (Fukuyama, 2002).

6) Economistas de la Universidad de Chicago, encabezados por Milton Friedman
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Roberto López Sánchez es integrante del Departamento de Ciencias Humanas, Facultad Experimental de Ciencias. Universidad del Zulia. Av. Universidad. Edif. Grano de Oro. Maracaibo, Venezuela.


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Re: Una interpretación de la crisis actual
« Respuesta #1 en: Junio 30, 2008, 01:06:07 pm »
La sucesión de reformas que acercaron a los paí­ses socialistas al capitalismo occidental favorecieron igualmente esta debacle del modelo keynesiano y el triunfo del neoliberalismo. El retroceso hacia el capitalismo promovido por todos los últimos gobernantes de la URSS,y por Den Xiao Ping en China, crearon las condiciones para que las fuerzas del capital se expandieran incorporando a esos territorios como nuevos mercados y áreas de inversión.

El neoliberalismo constituyó la doctrina promovida por el gran capital multinacional para reorganizar las relaciones económicas a nivel mundial de acuerdo a sus intereses y en procura de beneficios propios. Las polí­ticas impuestas por el FMI y el BM favorecieron la penetración de dichos capitales en los paí­ses del Tercer Mundo, en condiciones sumamente ventajosas por los bajos salarios y las amplias garantí­as ofrecidas. Igualmente, las polí­ticas de ajuste neoliberales favorecieron a las clases dominantes locales, las cuales aumentaron su poder en detrimento de los sectores populares.

La díécada de los 80, en la cual se implementaron los planes neoliberales en Amíérica Latina, pasó a ser denominada como la “díécada perdida”, por los nefastos resultados económicos que tuvieron para los paí­ses y los pueblos del continente. Resultados negativos que siguieron presentándose en los 90 y entrado el siglo XXI. Pero nuevamente ocurrieron acontecimientos imprevistos que han ido configurando una situación distinta en Latinoamíérica.

Los pueblos latinoamericanos comenzaron a sublevarse contra los planes económicos neoliberales, y se ha producido en las últimas dos díécadas el derrocamiento de numerosos gobiernos neoliberales, como resultado de grandes sublevaciones populares o como colofón de las crisis polí­ticas derivadas de dichas sublevaciones. Esa ha sido la historia de Fernando Color de Mello en Brasil (1992), Carlos Andríés Píérez en Venezuela (1993), Alberto Fujimori en Perú (2000), Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) y Carlos Mesa (2005) en Bolivia, Fernando de la Rúa en Argentina (2001), Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiíérrez (2005) en Ecuador (8). Estas revueltas populares han dado origen a gobiernos de corte izquierdista que configuran situaciones iníéditas en Amíérica Latina (9).

En los paí­ses centrales, los controles estatales destinados a regular los mercados financieros, que se establecieron luego de la gran crisis de 1929, comenzaron a desmontarse en los años 70 con el advenimiento del modelo neoliberal. Esta situación ha creado las condiciones para repetidas crisis financieras que se suceden una tras otra en la economí­a mundial. Las más recientes fueron la que afectó a los llamados Tigres Asiáticos en 1997, y la de las empresas “punto com” en 2002. Hoy en dí­a la crisis financiera se origina por la debacle de la llamada “burbuja inmobiliaria” norteamericana.

Algunos analistas consideran que las medidas “salvadoras” tomadas por Alan Greenspan en 2002 para salir de la crisis de las “punto-com” han sido las generadoras de la crisis actual. En cierta forma se repite la máxima de que la burguesí­a logra superar una crisis creando las condiciones para otras crisis futuras.

Pero lo destacado de la situación actual es el deterioro acumulado de las cuentas económicas del imperio. El díéficit comercial norteamericano no ha dejado de crecer en más de tres díécadas. De 2.000 millones de dólares en 1971, pasó a 28.000 millones en 1981, 77.000 millones en 1991, 430.000 millones en 2001, hasta llegar a 815.000 millones en 2007 (10). El díéficit fiscal, si bien no se ha mantenido en estas díécadas de la misma manera, pues ha tenido años de cuentas positivas, en los últimos años se ha acentuado a partir del gobierno de Bush hijo, alcanzando cifras sin precedentes: 160.000 millones de dólares en 2002, 380.000 millones en 2003, 320.000 millones en 2005. A esto hay que sumarle el díéficit energíético, el cual implica una transferencia neta de divisas al exterior que alcanza los 500.000 millones de dólares por año, por concepto de compra de petróleo para cubrir su alto consumo de energí­a.

El elevado gasto militar norteamericano contribuye a profundizar el mencionado díéficit fiscal. Se calcula que en el 2008 este gasto militar alcanzará 1,1 billones de dólares. La industria militar gringa emplea a más de cinco millones de personas y subsidia a 25 millones de veteranos de guerra. Toda una hipertrofia del sistema económico, que ha creado una poderosa elite militar y civil que domina el llamado “complejo militar industrial”. Este detalle es importante tomarlo en cuenta, pues en los grandes paí­ses industrializados el papel intervencionista-keynesiano del estado nunca fue abandonado, y un ejemplo es precisamente este complejo militar-industrial que si bien se relaciona con empresas privadas, tiene un alto componente decisorio en las fuerzas militares norteamericanas y en el resto de poderes del estado que se vinculan con esta industria.

Todos estos díéficits han hecho crecer la deuda pública norteamericana a niveles fantásticos. De 390.000 millones de dólares en 1970, pasó a 930.000 millones en 1980, a 3,2 billones en 1990, a 5,6 billones en 2000, y a 9,5 billones en abril de 2008. Si sumamos a esto la deuda privada, resultarí­a que la deuda total estadounidense se acerca a una cifra equivalente al Producto Bruto Mundial, 53 billones de dólares.

Este progresivo deterioro de la economí­a norteamericana tiene su impacto tanto en la economí­a real, en lo que verdaderamente se produce en Estados Unidos, como en los niveles de vida de sus trabajadores y de la población en general. Los procesos de flexibilización laboral iniciados en el gobierno de Reagan y continuados por todos los gobernantes subsiguientes, han impactado en el debilitamiento general de la capacidad productiva norteamericana, cuyo nivel competitivo se ha degradado en comparación con sus competidores europeos y asiáticos (11). De allí­ ha crecido el ya mencionado díéficit en la balanza comercial. En este contexto, el negocio financiero ha crecido al mismo ritmo que ha decrecido la capacidad productiva industrial. Es lo que algunos denominan desconexión entre la economí­a real y la economí­a virtual.

La canalización de las inversiones hacia la especulación financiera fue una de las salidas que el capitalismo promovió a partir de los 70 como alternativa de escape ante el estancamiento económico (12). Las otras fórmulas de reacomodo económico se fundamentaron en la reestructuración neoliberal adelantada por Thatcher, Reagan y el FMI-BM, y en la deslocalización por parte de las multinacionales de empresas productivas hacia regiones de mayores “ventajas competitivas” determinadas por los bajos salarios, materias primas baratas, escasas regulaciones estatales y bajos impuestos, entre otras (13).

Esta especulación financiera permitió que las crisis financieras de los noventa se superaran con pequeños ciclos de aparente auge económico, como sucedió con la debacle de las punto-com en 2002. Una larga recesión se logró evitar cuando la reserva federal rebajó las tasas de interíés al 1 % en junio de 2003, lo que facilitó el auge de la especulación inmobiliaria, permitiendo que el precio de los inmuebles aumentara entre 50 y 80 % en los Estados Unidos. Pero la especulación inmobiliaria de ese perí­odo es lo que ahora ha reventado y continúa actuando como catalizador de la actual crisis. La ruptura de la burbuja inmobiliaria está conduciendo a la quiebra a numerosos bancos en Estados Unidos y Europa Occidental, y sus efectos están todaví­a por verse (14). Para evitar males mayores, la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo han inyectado miles de millones de dólares al sistema bancario durante los primeros meses del 2008, buscando mitigar la escasez crediticia y evitar posibles colapsos bancarios, como los ocurridos con el Banco Bear Stearns en el mes de marzo.

Las medidas para superar la crisis actual se fundamentan en los clásicos preceptos keynesianos de intervención estatal en la economí­a. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, anunció una serie de medidas para reestructurar el sistema y darle más poderes de control a la Fed. Si se implementan estas medidas, la Reserva Federal podrá reglamentar a instituciones que antes no podí­a. Esto no es, ni más ni menos, que regresar a los controles estatales implementados en la íépoca de la Gran Depresión. De hecho, economistas ganadores del Premio Nobel, como Joseph Stiglitz y Edmund Phelps, coinciden en afirmar que esta es la peor crisis económica desde los años treinta (15).

Por otra parte, junto a los efectos de esta crisis inmobiliaria sobre la población, en donde por los momentos se calcula que más de dos millones de ciudadanos perderán sus viviendas, se viene acumulando desde los ochenta un lento descenso en los niveles de vida de los trabajadores norteamericanos. Casi treinta años de estancamiento de los niveles salariales, y la progresiva generalización de las medidas flexibilizadoras de las relaciones laborales, han aumentado significativamente la tasa de explotación del trabajo por el capital en los propios Estados Unidos.

Se ha producido una creciente concentración del ingreso. En 1980 el 1 % de la población absorbí­a el 8 % del ingreso nacional. En el 2000 ese mismo 1 % se quedaba con el 20 % del ingreso nacional. El 10 % más rico de la población norteamericana paso de absorber un 33 % del ingreso nacional en 1950, a cerca del 50 % en la actualidad.

En el renglón de la salud, el número de estadounidenses adultos que están sin seguro aumentó de 16 millones en 2003 a 25 millones en 2007. Contando al resto de la población no adulta, se calcula que 75 millones de estadounidenses carecen actualmente de asistencia de salud durante al menos parte del año. En promedio, las primas de asistencia de salud aumentaron un 90 % desde el 2000, en comparación con apenas un 24 % de aumento de los salarios (16).

Estas circunstancias han provocado un significativo proceso de desintegración social, manifestado en el incremento de la criminalidad y en el desarrollo de toda una polí­tica estatal de criminalización hacia los pobres y las minorí­as íétnicas. Actualmente los Estados Unidos poseen el mayor porcentaje de presos con relación a su población, y tambiíén puntean mundialmente en cantidad absoluta de ciudadanos tras las rejas. De 500 mil presos en 1980, hoy los Estados Unidos tienen (en 2006) 2.260.000 presos y cinco millones de ciudadanos bajo libertad condicional. Uno de cada cien estadounidenses se encuentra encarcelado. Con menos del 5 % de la población mundial, los Estados Unidos tienen el 25 % de todos los presos del planeta.

Las más de tres díécadas de modelo neoliberal han ido configurando contradicciones profundas en los propios Estados Unidos y en el sistema económico mundial. El predominio de la especulación financiera sobre la economí­a productiva ha ido acumulando díéficits enormes en las cuentas del gobierno norteamericano, en la balanza comercial, el presupuesto fiscal y la deuda pública, unido al aumento del gasto militar y de los precios petroleros. Junto a esto, el deterioro de los niveles de vida de la población configura presiones sociales en aumento.

Estas presiones sociales comienzan a manifestarse, por ejemplo, en el surgimiento de un movimiento social de defensa de la población de origen latinoamericano, que tuvo sus mayores expresiones en las masivas movilizaciones realizadas simultáneamente en decenas de ciudades norteamericanas el 1º de mayo de 2007. Pudiera pensarse tambiíén que el apoyo popular a la candidatura de Barack Obama representa en cierta forma una expresión de ese descontento popular, al margen de que el mismo no representa ni de lejos una alternativa de cambio dentro del propio sistema estadounidense.

El quid del asunto está en que estas presiones sociales pudieran avanzar a mediano plazo a configurar una crisis polí­tica al interior de los Estados Unidos, la cual se gestarí­a í­ntimamente vinculada al deterioro de las condiciones económicas, en la medida en que la inflación, la crisis financiera, el alto costo de los alimentos y de la gasolina, la crisis inmobiliaria y las presiones derivadas de las minorí­as íétnicas en una sociedad profundamente racista, se juntaran y propiciaran significativas movilizaciones populares. En esto tambiíén pudiera jugar el destino de la guerra en Irak y Afganistán, por el creciente movimiento de rechazo hacia dichas intervenciones militares imperialistas.

Para culminar este punto, estamos asistiendo en los últimos meses a un aumento desproporcionado de los precios de los alimentos y del petróleo, originados aparentemente por la profunda especulación que el capital multinacional viene promoviendo en los mercados bursátiles. Dado que la demanda petrolera no ha aumentado ni la producción ha disminuido, ocurriendo algo similar con los alimentos, la única respuesta que queda es la ola especulativa en las bolsas de valores de Nueva York y Chicago. Esta especulación estarí­a soportada en los miles de millones de dólares que la Reserva Federal de los Estados Unidos ha puesto a circular para evitar la profundización de la crisis financiera. Los bancos está utilizando este dinero especulando en la bolsa para resarcirse de las píérdidas sufridas por el desplome de la burbuja inmobiliaria. Pero se está creando otra burbuja, que en su momento tambiíén estallará y profundizará la crisis.

El petróleo caro tambiíén se origina por la caí­da del dólar en el mercado de valores. Si la caí­da de dólar continuara, en un tiempo no muy lejano la moneda norteamericana dejarí­a de ser el valor de referencia para el mercado mundial, y en ese momento estallarí­a todo el peso de los grandes díéficits que arrastra la economí­a gringa. La evolución de esta caí­da del dólar puede significar el derrumbe de la economí­a norteamericana, y los Estados Unidos quedarí­an en una posición de debilidad que los llevarí­a a perder su condición de superpotencia mundial (17). A esto se une la perspectiva del agotamiento del petróleo en pocas díécadas, que prácticamente establece un plazo para que “el modo de vida americano” que impera en el mundo busque fuentes alternativas de energí­a, o sucumba en medio de una disputa anárquica por controlar las fuentes de energí­a.

7) Carlos Andríés Píérez, como presidente de Venezuela, firmó la Carta de Intención con el FMI en febrero de 1989.

8) Como dice James Petras: “Desde comienzos de la díécada de 1990, se produjeron en toda Amíérica Latina movimientos extraparlamentarios sociopolí­ticos masivos, acompañados por alzamientos populares a gran escala que llevaron al derrocamiento de diez presidentes neoliberales clientes de EEUU/UE: tres en Ecuador y Argentina, dos en Bolivia y uno en Venezuela y Brasil”. PETRAS, James. 2006. Petras, Evo, Chávez y el imperialismo. http://www.voltairenet.org/article139664.html#article139664.

9) David Brooks/La Jornada. 2008. Se acabó la hegemoní­a de EEUU en Amíérica Latina, según expertos. 15/05/08 - www.aporrea.org/tiburon/n114150.html

10) Jorge Beinstein. 2008. El hundimiento del centro del mundo. Estados Unidos entre la recesión y el colapso. www.aporrea.org.

11) Samir Amin dice que las causas del debilitamiento del sistema productivo de Estados Unidos “son complejas y estructurales”. Samir Amin. 2004. Geopolí­tica del imperialismo contemporáneo. CLACSO. Buenos Aires (Argentina).

12) “La búsqueda de beneficios es la fuerza motora del capitalismo y, cada vez en mayor medida, sólo pueden obtenerse cuantiosos beneficios gracias a la especulación financiera, en lugar de conseguirlos gracias a la inversión industrial”. Walden Bello. 2008. Un capitalismo con tonos apocalí­pticos. http://www.pensamientocritico.org/walbel0408.html.

13) China serí­a el principal ejemplo de este traslado de las inversiones de capital hacia regiones de la periferia que ofrecen mejores condiciones para la explotación del trabajo.

14) En una clásica medida keynesiana, la Reserva Federal otorgó, en marzo de este año 2008, 30 mil millones de dólares para que JP Morgan comprara el banco de inversiones Bear Stearns y así­ evitar un desastre mayor.

15) Entrevistados por la BBC en abril de 2008. http://www.bbc.co.uk/spanish/specials/1328_crisis/page5.shtml

16) Informe del Commonwealth Fund. Publicado en www.aporrea.org, 10/06/08.

17) Paul Craig Roberts. 2008. ¿Por quíé los precios del petróleo son tan altos? CounterPunch. Publicado en www.rebelión.org.


Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo

kikorosca

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Re: Una interpretación de la crisis actual
« Respuesta #2 en: Junio 30, 2008, 06:55:12 pm »
La sucesión de reformas que acercaron a los paí­ses socialistas al capitalismo occidental favorecieron igualmente esta debacle del modelo keynesiano y el triunfo del neoliberalismo. El retroceso hacia el capitalismo promovido por todos los últimos gobernantes de la URSS,y por Den Xiao Ping en China, crearon las condiciones para que las fuerzas del capital se expandieran incorporando a esos territorios como nuevos mercados y áreas de inversión.

El neoliberalismo constituyó la doctrina promovida por el gran capital multinacional para reorganizar las relaciones económicas a nivel mundial de acuerdo a sus intereses y en procura de beneficios propios. Las polí­ticas impuestas por el FMI y el BM favorecieron la penetración de dichos capitales en los paí­ses del Tercer Mundo, en condiciones sumamente ventajosas por los bajos salarios y las amplias garantí­as ofrecidas. Igualmente, las polí­ticas de ajuste neoliberales favorecieron a las clases dominantes locales, las cuales aumentaron su poder en detrimento de los sectores populares.

La díécada de los 80, en la cual se implementaron los planes neoliberales en Amíérica Latina, pasó a ser denominada como la “díécada perdida”, por los nefastos resultados económicos que tuvieron para los paí­ses y los pueblos del continente. Resultados negativos que siguieron presentándose en los 90 y entrado el siglo XXI. Pero nuevamente ocurrieron acontecimientos imprevistos que han ido configurando una situación distinta en Latinoamíérica.

Los pueblos latinoamericanos comenzaron a sublevarse contra los planes económicos neoliberales, y se ha producido en las últimas dos díécadas el derrocamiento de numerosos gobiernos neoliberales, como resultado de grandes sublevaciones populares o como colofón de las crisis polí­ticas derivadas de dichas sublevaciones. Esa ha sido la historia de Fernando Color de Mello en Brasil (1992), Carlos Andríés Píérez en Venezuela (1993), Alberto Fujimori en Perú (2000), Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) y Carlos Mesa (2005) en Bolivia, Fernando de la Rúa en Argentina (2001), Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiíérrez (2005) en Ecuador (8). Estas revueltas populares han dado origen a gobiernos de corte izquierdista que configuran situaciones iníéditas en Amíérica Latina (9).

En los paí­ses centrales, los controles estatales destinados a regular los mercados financieros, que se establecieron luego de la gran crisis de 1929, comenzaron a desmontarse en los años 70 con el advenimiento del modelo neoliberal. Esta situación ha creado las condiciones para repetidas crisis financieras que se suceden una tras otra en la economí­a mundial. Las más recientes fueron la que afectó a los llamados Tigres Asiáticos en 1997, y la de las empresas “punto com” en 2002. Hoy en dí­a la crisis financiera se origina por la debacle de la llamada “burbuja inmobiliaria” norteamericana.

Algunos analistas consideran que las medidas “salvadoras” tomadas por Alan Greenspan en 2002 para salir de la crisis de las “punto-com” han sido las generadoras de la crisis actual. En cierta forma se repite la máxima de que la burguesí­a logra superar una crisis creando las condiciones para otras crisis futuras.

Pero lo destacado de la situación actual es el deterioro acumulado de las cuentas económicas del imperio. El díéficit comercial norteamericano no ha dejado de crecer en más de tres díécadas. De 2.000 millones de dólares en 1971, pasó a 28.000 millones en 1981, 77.000 millones en 1991, 430.000 millones en 2001, hasta llegar a 815.000 millones en 2007 (10). El díéficit fiscal, si bien no se ha mantenido en estas díécadas de la misma manera, pues ha tenido años de cuentas positivas, en los últimos años se ha acentuado a partir del gobierno de Bush hijo, alcanzando cifras sin precedentes: 160.000 millones de dólares en 2002, 380.000 millones en 2003, 320.000 millones en 2005. A esto hay que sumarle el díéficit energíético, el cual implica una transferencia neta de divisas al exterior que alcanza los 500.000 millones de dólares por año, por concepto de compra de petróleo para cubrir su alto consumo de energí­a.

El elevado gasto militar norteamericano contribuye a profundizar el mencionado díéficit fiscal. Se calcula que en el 2008 este gasto militar alcanzará 1,1 billones de dólares. La industria militar gringa emplea a más de cinco millones de personas y subsidia a 25 millones de veteranos de guerra. Toda una hipertrofia del sistema económico, que ha creado una poderosa elite militar y civil que domina el llamado “complejo militar industrial”. Este detalle es importante tomarlo en cuenta, pues en los grandes paí­ses industrializados el papel intervencionista-keynesiano del estado nunca fue abandonado, y un ejemplo es precisamente este complejo militar-industrial que si bien se relaciona con empresas privadas, tiene un alto componente decisorio en las fuerzas militares norteamericanas y en el resto de poderes del estado que se vinculan con esta industria.

Todos estos díéficits han hecho crecer la deuda pública norteamericana a niveles fantásticos. De 390.000 millones de dólares en 1970, pasó a 930.000 millones en 1980, a 3,2 billones en 1990, a 5,6 billones en 2000, y a 9,5 billones en abril de 2008. Si sumamos a esto la deuda privada, resultarí­a que la deuda total estadounidense se acerca a una cifra equivalente al Producto Bruto Mundial, 53 billones de dólares.

Este progresivo deterioro de la economí­a norteamericana tiene su impacto tanto en la economí­a real, en lo que verdaderamente se produce en Estados Unidos, como en los niveles de vida de sus trabajadores y de la población en general. Los procesos de flexibilización laboral iniciados en el gobierno de Reagan y continuados por todos los gobernantes subsiguientes, han impactado en el debilitamiento general de la capacidad productiva norteamericana, cuyo nivel competitivo se ha degradado en comparación con sus competidores europeos y asiáticos (11). De allí­ ha crecido el ya mencionado díéficit en la balanza comercial. En este contexto, el negocio financiero ha crecido al mismo ritmo que ha decrecido la capacidad productiva industrial. Es lo que algunos denominan desconexión entre la economí­a real y la economí­a virtual.

La canalización de las inversiones hacia la especulación financiera fue una de las salidas que el capitalismo promovió a partir de los 70 como alternativa de escape ante el estancamiento económico (12). Las otras fórmulas de reacomodo económico se fundamentaron en la reestructuración neoliberal adelantada por Thatcher, Reagan y el FMI-BM, y en la deslocalización por parte de las multinacionales de empresas productivas hacia regiones de mayores “ventajas competitivas” determinadas por los bajos salarios, materias primas baratas, escasas regulaciones estatales y bajos impuestos, entre otras (13).

Esta especulación financiera permitió que las crisis financieras de los noventa se superaran con pequeños ciclos de aparente auge económico, como sucedió con la debacle de las punto-com en 2002. Una larga recesión se logró evitar cuando la reserva federal rebajó las tasas de interíés al 1 % en junio de 2003, lo que facilitó el auge de la especulación inmobiliaria, permitiendo que el precio de los inmuebles aumentara entre 50 y 80 % en los Estados Unidos. Pero la especulación inmobiliaria de ese perí­odo es lo que ahora ha reventado y continúa actuando como catalizador de la actual crisis. La ruptura de la burbuja inmobiliaria está conduciendo a la quiebra a numerosos bancos en Estados Unidos y Europa Occidental, y sus efectos están todaví­a por verse (14). Para evitar males mayores, la Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo han inyectado miles de millones de dólares al sistema bancario durante los primeros meses del 2008, buscando mitigar la escasez crediticia y evitar posibles colapsos bancarios, como los ocurridos con el Banco Bear Stearns en el mes de marzo.

Las medidas para superar la crisis actual se fundamentan en los clásicos preceptos keynesianos de intervención estatal en la economí­a. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, anunció una serie de medidas para reestructurar el sistema y darle más poderes de control a la Fed. Si se implementan estas medidas, la Reserva Federal podrá reglamentar a instituciones que antes no podí­a. Esto no es, ni más ni menos, que regresar a los controles estatales implementados en la íépoca de la Gran Depresión. De hecho, economistas ganadores del Premio Nobel, como Joseph Stiglitz y Edmund Phelps, coinciden en afirmar que esta es la peor crisis económica desde los años treinta (15).

Por otra parte, junto a los efectos de esta crisis inmobiliaria sobre la población, en donde por los momentos se calcula que más de dos millones de ciudadanos perderán sus viviendas, se viene acumulando desde los ochenta un lento descenso en los niveles de vida de los trabajadores norteamericanos. Casi treinta años de estancamiento de los niveles salariales, y la progresiva generalización de las medidas flexibilizadoras de las relaciones laborales, han aumentado significativamente la tasa de explotación del trabajo por el capital en los propios Estados Unidos.

Se ha producido una creciente concentración del ingreso. En 1980 el 1 % de la población absorbí­a el 8 % del ingreso nacional. En el 2000 ese mismo 1 % se quedaba con el 20 % del ingreso nacional. El 10 % más rico de la población norteamericana paso de absorber un 33 % del ingreso nacional en 1950, a cerca del 50 % en la actualidad.

En el renglón de la salud, el número de estadounidenses adultos que están sin seguro aumentó de 16 millones en 2003 a 25 millones en 2007. Contando al resto de la población no adulta, se calcula que 75 millones de estadounidenses carecen actualmente de asistencia de salud durante al menos parte del año. En promedio, las primas de asistencia de salud aumentaron un 90 % desde el 2000, en comparación con apenas un 24 % de aumento de los salarios (16).

Estas circunstancias han provocado un significativo proceso de desintegración social, manifestado en el incremento de la criminalidad y en el desarrollo de toda una polí­tica estatal de criminalización hacia los pobres y las minorí­as íétnicas. Actualmente los Estados Unidos poseen el mayor porcentaje de presos con relación a su población, y tambiíén puntean mundialmente en cantidad absoluta de ciudadanos tras las rejas. De 500 mil presos en 1980, hoy los Estados Unidos tienen (en 2006) 2.260.000 presos y cinco millones de ciudadanos bajo libertad condicional. Uno de cada cien estadounidenses se encuentra encarcelado. Con menos del 5 % de la población mundial, los Estados Unidos tienen el 25 % de todos los presos del planeta.

Las más de tres díécadas de modelo neoliberal han ido configurando contradicciones profundas en los propios Estados Unidos y en el sistema económico mundial. El predominio de la especulación financiera sobre la economí­a productiva ha ido acumulando díéficits enormes en las cuentas del gobierno norteamericano, en la balanza comercial, el presupuesto fiscal y la deuda pública, unido al aumento del gasto militar y de los precios petroleros. Junto a esto, el deterioro de los niveles de vida de la población configura presiones sociales en aumento.

Estas presiones sociales comienzan a manifestarse, por ejemplo, en el surgimiento de un movimiento social de defensa de la población de origen latinoamericano, que tuvo sus mayores expresiones en las masivas movilizaciones realizadas simultáneamente en decenas de ciudades norteamericanas el 1º de mayo de 2007. Pudiera pensarse tambiíén que el apoyo popular a la candidatura de Barack Obama representa en cierta forma una expresión de ese descontento popular, al margen de que el mismo no representa ni de lejos una alternativa de cambio dentro del propio sistema estadounidense.

El quid del asunto está en que estas presiones sociales pudieran avanzar a mediano plazo a configurar una crisis polí­tica al interior de los Estados Unidos, la cual se gestarí­a í­ntimamente vinculada al deterioro de las condiciones económicas, en la medida en que la inflación, la crisis financiera, el alto costo de los alimentos y de la gasolina, la crisis inmobiliaria y las presiones derivadas de las minorí­as íétnicas en una sociedad profundamente racista, se juntaran y propiciaran significativas movilizaciones populares. En esto tambiíén pudiera jugar el destino de la guerra en Irak y Afganistán, por el creciente movimiento de rechazo hacia dichas intervenciones militares imperialistas.

Para culminar este punto, estamos asistiendo en los últimos meses a un aumento desproporcionado de los precios de los alimentos y del petróleo, originados aparentemente por la profunda especulación que el capital multinacional viene promoviendo en los mercados bursátiles. Dado que la demanda petrolera no ha aumentado ni la producción ha disminuido, ocurriendo algo similar con los alimentos, la única respuesta que queda es la ola especulativa en las bolsas de valores de Nueva York y Chicago. Esta especulación estarí­a soportada en los miles de millones de dólares que la Reserva Federal de los Estados Unidos ha puesto a circular para evitar la profundización de la crisis financiera. Los bancos está utilizando este dinero especulando en la bolsa para resarcirse de las píérdidas sufridas por el desplome de la burbuja inmobiliaria. Pero se está creando otra burbuja, que en su momento tambiíén estallará y profundizará la crisis.

El petróleo caro tambiíén se origina por la caí­da del dólar en el mercado de valores. Si la caí­da de dólar continuara, en un tiempo no muy lejano la moneda norteamericana dejarí­a de ser el valor de referencia para el mercado mundial, y en ese momento estallarí­a todo el peso de los grandes díéficits que arrastra la economí­a gringa. La evolución de esta caí­da del dólar puede significar el derrumbe de la economí­a norteamericana, y los Estados Unidos quedarí­an en una posición de debilidad que los llevarí­a a perder su condición de superpotencia mundial (17). A esto se une la perspectiva del agotamiento del petróleo en pocas díécadas, que prácticamente establece un plazo para que “el modo de vida americano” que impera en el mundo busque fuentes alternativas de energí­a, o sucumba en medio de una dis**** anárquica por controlar las fuentes de energí­a.

7) Carlos Andríés Píérez, como presidente de Venezuela, firmó la Carta de Intención con el FMI en febrero de 1989.

8) Como dice James Petras: “Desde comienzos de la díécada de 1990, se produjeron en toda Amíérica Latina movimientos extraparlamentarios sociopolí­ticos masivos, acompañados por alzamientos populares a gran escala que llevaron al derrocamiento de diez presidentes neoliberales clientes de EEUU/UE: tres en Ecuador y Argentina, dos en Bolivia y uno en Venezuela y Brasil”. PETRAS, James. 2006. Petras, Evo, Chávez y el imperialismo. http://www.voltairenet.org/article139664.html#article139664.

9) David Brooks/La Jornada. 2008. Se acabó la hegemoní­a de EEUU en Amíérica Latina, según expertos. 15/05/08 - www.aporrea.org/tiburon/n114150.html

10) Jorge Beinstein. 2008. El hundimiento del centro del mundo. Estados Unidos entre la recesión y el colapso. www.aporrea.org.

11) Samir Amin dice que las causas del debilitamiento del sistema productivo de Estados Unidos “son complejas y estructurales”. Samir Amin. 2004. Geopolí­tica del imperialismo contemporáneo. CLACSO. Buenos Aires (Argentina).

12) “La búsqueda de beneficios es la fuerza motora del capitalismo y, cada vez en mayor medida, sólo pueden obtenerse cuantiosos beneficios gracias a la especulación financiera, en lugar de conseguirlos gracias a la inversión industrial”. Walden Bello. 2008. Un capitalismo con tonos apocalí­pticos. http://www.pensamientocritico.org/walbel0408.html.

13) China serí­a el principal ejemplo de este traslado de las inversiones de capital hacia regiones de la periferia que ofrecen mejores condiciones para la explotación del trabajo.

14) En una clásica medida keynesiana, la Reserva Federal otorgó, en marzo de este año 2008, 30 mil millones de dólares para que JP Morgan comprara el banco de inversiones Bear Stearns y así­ evitar un desastre mayor.

15) Entrevistados por la BBC en abril de 2008. http://www.bbc.co.uk/spanish/specials/1328_crisis/page5.shtml

16) Informe del Commonwealth Fund. Publicado en www.aporrea.org, 10/06/08.

17) Paul Craig Roberts. 2008. ¿Por quíé los precios del petróleo son tan altos? CounterPunch. Publicado en www.rebelión.org.



Muy bueno este artí­culo
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hercul

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Re: Una interpretación de la crisis actual
« Respuesta #3 en: Junio 30, 2008, 10:36:33 pm »
NO HA ACABADO TODAVíA, AUNQUE YA QUEDA POQUITO....


3. Grietas en la hegemoní­a estadounidense sobre el mundo

En la díécada de 1990 la desaparición de la URSS dio paso a un mundo unipolar bajo la hegemoní­a norteamericana. Cuando George Bush hijo llegó al poder en el 2000 los neoconservadores que lo acompañaban vaticinaban que el siglo XXI serí­a el siglo del predominio yanqui sobre el mundo globalizado. Pero en esta primera díécada del siglo XXI se han venido desarrollando circunstancias que auguran que la hegemoní­a norteamericana pudiera estarse resquebrajando bastante más rápido de lo que se suponí­a (18). Algunos de esos sí­ntomas serí­an:

- Estados Unidos se expandió como potencia imperialista basado en su condición de gran paí­s productor y exportador de petróleo. Esa condición ha variado en las últimas díécadas, y actualmente los Estados Unidos importan el 65 % del petróleo que consumen, originando una fuerte y decisiva dependencia energíética con relación a factores externos, además de la enorme transferencia de dólares hacia el exterior que significan anualmente esas importaciones de petróleo (por encima de los 500.000 millones de dólares al año). La actual alza de precios del petróleo a niveles que apenas el año pasado se consideraban como fantasí­a (138 dólares el barril al momento de escribir esto), generan graves problemas sociales en la propia sociedad norteamericana, contribuyendo al aumento de la inflación y a la caí­da del consumo, acelerando de esa manera los factores de la crisis económica en curso (19).

- En esta última díécada Rusia se ha recuperado y alcanzado el estatus de potencia económica y militar mundial, impulsada por su producción energíética (segundo productor de petróleo y primer productor de gas del mundo), y por las medidas proteccionistas y nacionalizadoras impulsadas por la gestión de Wladimir Putin. Las reservas internacionales rusas ascendieron de 12.000 millones de dólares en 1999 a 315.000 millones en 2006. El desfile militar del 1º de mayo del 2008 en Moscú, en la cual se mostraron los poderosos cohetes atómicos intercontinentales, pudieran ser una muestra de que la Rusia díébil y caótica que surgió del derrumbe de la Unión Soviíética en los noventa es cosa del pasado. La oposición de Rusia a la instalación por Estados Unidos de “escudos antimisiles” en paí­ses de Europa oriental, oposición que ha recibido el apoyo de China, es otra demostración del creciente poderí­o ruso que comienza a enfrentarse a las ambiciones expansionistas de los gringos.

- China se ha convertido en las últimas díécadas en una gran potencia manufacturera, recipiente principal de las inversiones mundiales de capital. De las 10 grandes corporaciones multinacionales, tres de ellas son chinas. Sus reservas en divisas superan el billón de dólares, y su capacidad productiva se ha desarrollado vinculada tanto a la demanda de la economí­a norteamericana, como a las economí­as de paí­ses como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Malasia y Australia (20). Sus esfuerzos por modernizar sus fuerzas militares se ejemplifican con el lanzamiento, en enero de 2007, del primer misil antisatelital que destruyó con íéxito un satíélite meteorológico chino en desuso. Pero lo más resaltante de la estrategia china es la conformación desde 1996 de la Organización de Cooperación de Shangai (SCO), integrada por China, Rusia, Kasajstán, Kirguizia, Tayikistán, Uzbekistán, y como paí­ses observadores están India, Pakistán, Mongolia e Irán. En agosto de 2007, la SCO realizó sus primeros ejercicios militares conjuntos. Este acuerdo económico, polí­tico y militar entre las principales naciones asiáticas constituye un reto a la influencia occidental en la región, algo que por supuesto no debe ser bien visto por los norteamericanos, sobre todo despuíés que les fuera negada su participación como paí­s observador en la SCO. China ha mejorado sus ví­nculos polí­ticos y económicos en otros continentes como Africa y Amíérica Latina. En tíérminos energíéticos, el crecimiento y consumo de petróleo por China entra en contradicción con los objetivos norteamericanos de controlar las regiones productoras de hidrocarburos del medio oriente y de Asia central (objetivo gringo que de por sí­ busca restringir los suministros de petróleo hacia China). En cualquier caso, hacemos la salvedad que tanto China como Rusia, representantes principales de las tendencias multipolares del mundo actual, no constituyen fórmulas de superación del capitalismo imperante; no pasan de ser alternativas de recambio, o sucesión de hegemoní­as, dentro del sistema capitalista, si ello llegara a concretarse. Pero dado que el capitalismo occidental eurocristiano viene edificándose desde hace 500 años, es obvio que una probable sustitución de su condición hegemónica implicarí­a profundos cambios en el sistema de relaciones internacionales. Nuestra referencia a China y Rusia no obedece, por tanto, a simpatí­a alguna que tengamos hacia sus sistemas polí­tico-económicos, sino a la circunstancia de que su condición de potencias emergentes los coloca como factores agravantes de la crisis mundial que enfrenta la hegemoní­a estadounidense.

- La ruptura del monopolio informativo que estaba en manos de Estados Unidos e Inglaterra, con el surgimiento de canales informativos como Al Jazeera y Telesur (21). Irán y Rusia han desarrollado igualmente canales televisivos de información en idioma inglíés. El viejo monopolio de la BBC y CNN ha dado paso a visiones multipolares sobre la información en todos los rincones del mundo, creando las condiciones que dificultan cada vez más la manipulación informativa que el capitalismo occidental ha desarrollado por siglos para favorecer sus intereses imperiales alrededor del mundo.

- El crecimiento de las fuerzas de izquierda en Latinoamíérica, y la creciente píérdida de influencia norteamericana en la región, considerada por ellos mismos en tíérminos históricos como su “patio trasero”. Quizás el ejemplo más patíético haya sido, hasta ahora, la votación en la OEA para elegir a su secretario general, en mayo de 2005, votación perdida por el candidato mexicano apoyado por los Estados Unidos, y ganada por quien contaba con el respaldo y la promoción explí­cita del gobierno de Hugo Chávez, el chileno Josíé Miguel Insulza. De manera general, los reiterados triunfos electorales de fuerzas de izquierda en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Chile y Paraguay, y el crecimiento electoral de las mismas en paí­ses como Míéxico, Colombia y Perú, constituyen una circunstancia sin precedentes en la región. Iniciativas de integración regional que ya están en desarrollo, como el Banco del Sur, la UNASUR, el ALBA, y un acuerdo militar suramericano que promueven varios gobiernos entre los que destacan Brasil y Venezuela, constituyen ejemplos palpables de que Amíérica Latina está intentando seguir caminos de soberaní­a y distanciándose de la histórica influencia norteamericana en la región. Aunque todo este proceso sea aún incipiente, puedan ser revertidos en el mediano plazo, o culminen en simples experiencias reformistas, de cualquier forma es indudable que las formulaciones de los teóricos de la dependencia realizadas en la díécada de 1960 se han quedado cortas y conservadoras ante este crecimiento y los logros alcanzados por este nacionalismo de izquierda latinoamericano del siglo XXI. La píérdida de influencia estadounidense en Amíérica Latina es reconocida de una u otra forma por multitud de organizaciones y personalidades de los propios Estados Unidos, incluyendo al Presidente Bush y a los candidatos Mac Cain y Obama.

- El empantanamiento de Estados Unidos tanto en Irak como en Afganistán. Lo que se planificó como intervenciones de rápida definición han terminado convirtiíéndose en una guerra irregular que además de causarles miles de bajas en muertos y heridos, los obliga a mantener un gasto militar enorme, no previsto en los planes originales. La incapacidad de los Estados Unidos para acabar con las resistencias iraquí­ y afgana han puesto en duda la efectividad real de sus avances tecnológicos en el campo militar. Algo similar ha sucedido luego de que la invasión israelí­ contra el Lí­bano, en julio-agosto de 2006, se demostrara incapaz de derrotar a la milicia del Hizbolá. La superioridad militar norteamericano-israelí­, fundamento de su papel como potencia hegemónica del mundo unipolar, está seriamente cuestionada a la luz de los acontecimientos en Afganistán, Irak y Lí­bano. Haciendo una analogí­a histórica, la resistencia iraquí­ contra la invasión estadounidense-británica es tambiíén un acontecimiento inesperado que amenaza con cambiar el curso de los acontecimientos en el medio oriente, de la misma forma en que la resistencia soviíética en Stalingrado volteó el rumbo de la segunda guerra y marcó el inicio del colapso para el imperio nazi-alemán (22).

- Otro elemento vinculado a lo anterior es la creciente influencia iraní­ en los gobiernos de Irak y Afganistán. Siendo Irán el principal enemigo declarado por el gobierno de los Estados Unidos, amenazado de un ataque militar casi inminente contra sus instalaciones de energí­a nuclear, no es comprensible que mantenga al mismo tiempo las mejores relaciones con los gobiernos tí­teres de Bagdad y de Kabul. Hoy mismo (8 de junio de 2008) el presidente de Irak, Al-Maliki, ha visitado Teherán y afirmado que no permitirá usar el territorio iraquí­ para atacar desde allí­ a Irán, saliíéndole al paso a las amenazas proferidas el viernes 6 por el viceprimer ministro israelí­ que habló de que no quedaba otra salida que atacar militarmente las instalaciones nucleares iraní­es. El propio Ahmadinejad ha visitado Kabul en 2007, desafiando la influencia norteamericana en Afganistán. Un último detalle acerca de las vicisitudes de un imperio que no es respetado ni por los mismos gobiernos tí­teres que impone en los territorios invadidos: el gobierno de Al-Maliki le vende la gasolina a las fuerzas militares de ocupación tres veces más cara que el precio de venta para la población iraquí­ (23).

18) Ví­ctor Wilches. 2006. La era del dominio unipolar de Estados Unidos declina aceleradamente. lunes, 18 de diciembre de 2006. http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=5080&Itemid=996.

19) Jorge Beinstein. 2008. El hundimiento del centro del mundo. Estados Unidos entre la recesión y el colapso. www.aporrea.org.

20) Walden Bello. 2008. Un capitalismo con tonos apocalí­pticos. http://www.pensamientocritico.org/walbel0408.html.

21) Dilip Hiro. 2007. La aparición de un mundo multipolar. www.rebelión.org.

22) Guardando las distancias, no dejan de ser fenómenos con grandes diferencias en lo especí­fico, pero sus efectos sobre el curso de los acontecimientos históricos tienden a ser parecidos.

23) Michael T. Klare. 2008. Retrato de una ex-superpotencia adicta al petróleo. www.rebelion.org.
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