Por... JORGE BARRIENTOS MARíN
La percepción de que el proceso de globalización está colapsando parece generalizada. La crisis financiera de 2008 y de deuda de 2011 dio argumentos a los pesimistas y detractores, quienes esgrimen que el flujo de capital internacional, característica principal de la globalización, estará en inminente riesgo en los años venideros. No existía esta desconfianza en la globalización dos díécadas atrás. La razón es que esta fue comprendida exclusivamente en tíérminos del comercio de bienes, pero con la sofisticación del sistema financiero el asunto ha tomado otra perspectiva.
¿Hay razones para ser pesimistas? En absoluto. La globalización es un proceso irreversible. No se trata solo de intercambio de bienes, o de la disponibilidad de encontrar productos de tierras lejanas en lugares familiares, ni tampoco se trata sólo de flujos de capital o trabajo. La globalización es acceso expedito a las nuevas tecnologías, a la información oportuna y de calidad democratizada a travíés de internet -a pesar de que estamos lejos de ser una sociedad perfectamente informada-. La globalización es una etapa evolutiva y natural de las economías de mercado; implica para sus participantes la ampliación del campo de batalla en todos los sentidos.
Pero precisamente, al ser la globalización tantas cosas, puede representar bendiciones o maldiciones. Como lo sintetiza Tim Hardford : "la globalización es una bendición porque es posible encontrar una gran variedad de bienes y servicios sin alejarse del lugar donde la gente común vive. Pero puede ser una maldición porque cuando se viaja a extraños y exóticos lugares estos frecuentemente lucen muy familiares". Frente a esto, los economistas Caplan y Cowen se preguntan si la globalización pone en peligro las diferencias culturales pero despuíés de hurgar los datos estadísticos concluyen, por el contrario, que el comercio y la globalización frecuentemente ayuda y extiende los distintivos culturales. Más aún, sostienen que "mientras más grande sea el mercado internacional más regiones se especializan".
La mala reputación de la globalización se debe a creencias irracionales, al miedo a lo desconocido y la ideología política que con falacias atacan el proceso de globalización porque supuestamente hace apología de la cultura extranjera en detrimento de la cultura domíéstica y, es bien sabido, que las falacias de los políticos no tienen costo y son rentables. Paradójicamente, muchos de los críticos de la globalización -políticos incluidos- usan internet, hablan por telíéfonos móviles, lucen zapatillas Nike y comparten la tarde dominical en familia comiendo hamburguesa en McDonalds.
La globalización es hija predilecta de la especialización y de la división del trabajo, juntas acentúan los distintivos culturales regionales. En definitiva, la globalización no solo no es mala, sino tambiíén deseable.