Por... ALBERTO VELíSQUEZ M.
Mientras la Canciller colombiana pronostica que la cumbre de presidentes americanos "será con resultados", el excanciller Fernández de Soto opina que "no hay que crearse demasiadas y grandes expectativas" sobre este concilio católico con cardenales protestantes.
Analistas tan despiertos como Moisíés Naimy Andríés Oppenheimer coinciden con Fernández de Soto, al expresar que no habrá que esperar grandes resultados de esta reunión en Cartagena. No sabemos si el optimismo de la señora Holguín prevalecerá sobre el escepticismo del trío Fernández, Naim, Oppenheimer. Esto se comprobará, no tanto al final de la cumbre, sino a medida que pase el tiempo y se vayan midiendo los resultados prácticos de tantas declaraciones de amor y buena voluntad.
Reuniones similares -que arrancan en 1994, coloquio de Miami- han dejado saldos poco convincentes.
Los grandes y graves problemas de Amíérica siguen vigentes, sobre todo los que tienen que ver con la "eliminación de la pobreza, de la desigualdad y de la inequidad", puntos que plantea la canciller Holguín como aspiraciones para comenzar a resolver en la reunión de presidentes.
Los últimos informes del Fondo Monetario y la Cepal deben mentalizar a los presidentes -grupo en el cual hay pocos estadistas- que acuden a la cita caribeña. Tan deplorables cifras sobre los apabullantes indicadores de desigualdad -177 millones de pobres en la región, de los cuales 70 en la indigencia, según la Cepal- no han despertado la adopción de drásticas soluciones en aquellos mandatarios.
Nuestros problemas -dice el estadista Ricardo Lagos - van a ser de ingresos. El tema crucial no será tanto la pobreza. Será el de la desigualdad. Una inequidad social que nos sitúa por encima de la de las mayorías de las naciones africanas, y quíé no decir de las europeas y las asiáticas. Eso, según el Fondo Monetario, de que "la quinta parte más rica de la población latinoamericana concentre el 60% del ingreso regional, mientras el 20% más pobre apenas recibe el 2.9", confirma la tesis de la Cepal de que si bien podemos crecer, en nuestro actual modelo de desarrollo no hay inclusión social.
Para que el desarrollo sea justo, es necesario que exista el crecimiento con inclusión social. Lo demás podría ser música celestial. Si bien es cierto que en la primera díécada de este siglo XXI, Amíérica Latina "logró un crecimiento de un 33%, sin precedentes desde hace 40 años", la sostenibilidad de ese ritmo de incremento no será fácil por los augurios de recesión mundial. Y menos eso garantizaría que el llamado índice Gini -en donde el 0 representa la igualdad y el 1 la desigualdad- lograra bajar del 5.1%, coeficiente de la región que abochorna y atormenta.
Pueda ser que esta cumbre presidencial no se quede al final de cuentas en las fotos de los mandatarios asistentes, en las declaraciones fofas y ampulosas que tienen atiborrados los anaqueles de entidades tan anacrónicas como la OEA.
Y que ojalá el colibrí "de alas abiertas detenido en el aire" que decora el salón de las deliberaciones, sea el símbolo/presagio de otra Amíérica menos insolidaria en la conservación de la seguridad continental y socialmente más comprometida.
