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Autor Tema: ¿Explota el modelo?...  (Leído 183 veces)

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¿Explota el modelo?...
« en: Junio 07, 2012, 10:23:07 am »
Por...  Alberto Benegas Lynch (h)
 


En general las personas ocupadas y preocupadas con situaciones graves que ocurren en sus paí­ses estiman que los acontecimientos que van por mala senda deben llegar a una instancia en la que todo vuela por los aires, punto en el que se rectificarí­a el rumbo. Incluso se pone de manifiesto que es conveniente y necesario que “se toque fondo” al efecto de producir una reacción saludable.
 
Estimamos que las cosas no suceden de este modo. En primer lugar, no hay tal cosa como “el fondo”. No hay piso para el error. Solo habrá posibilidad de rectificación si se conecta adecuadamente lo que ocurre con las causas que generan los sucesos criticados. Mientras no tenga lugar la aludida conexión causal, no habrá sosiego para la caí­da libre. Al sostener que los problemas se atribuyan a causas que no son tales, no habrá remedio ni posibilidad de rectificación del rumbo.
 
En cuanto a las esperadas explosiones salvadoras, debe puntualizarse que hechos tales como corridas cambiarias y bancarias, asaltos a supermercados, incendios y actos violentos equivalentes, no corrigen ni modifican el fondo del camino emprendido. Pueden cambiar los protagonistas, pero el problema no se resuelve con las antedichas explosiones. Más aún, los susodichos climas explosivos pueden desembocar en situaciones mucho más graves que las vividas.
 
En verdad, la única explosión (aparente) que modificó de modo radical los acontecimientos para bien fue la Revolución de las colonias inglesas en lo que luego fue EE.UU. en 1776, pero no se debió a la explosión sino a la transformación de las ideas prevalentes a favor de una sociedad abierta, fruto de largos estudios, maduraciones intelectuales y experiencias desafortunadas. En la dirección opuesta, ni siquiera la Revolución Bolchevique modificó en la base la forma de vida de los rusos que vení­an del terror blanco para convertirlo en el terror rojo y el derrumbe del Muro de la Vergí¼enza transformó a Rusia en el gobierno de las mafias administrado por ex funcionarios de la KGB.
 
La propia Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra por la que Jacobo II (VII de Escocia) fue destronado por su hija Marí­a Estuardo y Guillermo III de Orange, que si bien habí­a problemas con la convocatoria al Parlamento, exacerbación por los crecientes privilegios y otras vicisitudes, fue primordialmente una trifulca religiosa a la que luego se acoplaron las ideas liberalizadoras de Algernon Sidney y John Locke las cuales sellaron la suerte del futuro inglíés, comenzando por la Declaración de Derechos que expandió grandemente los principios insertos en la Carta Magna de 1215 arrancada a Juan sin Tierra.
 
Las Cortes de Cadiz de 1812 donde por vez primera se recurrió a la expresión “liberal” como sustantivo, fueron una revuelta intelectual basada en las contribuciones de la llamada segunda generación de Salamanca (la primera dio origen a la benemíérita Escolástica Tardí­a tan ponderada por los liberales clásicos) y en los “Juicios de Manifestación” (el antecedente del habeas corpus), principalmente procedentes de los fueros leoneses del siglo XII, Cortes cuya Constitución fue abrogada por Fernando VII ni bien reasumió luego del interregno bonapartista. Tambiíén fueron fruto de una revolución intelectual las propuestas liberales de la generación del 98 en España.
 
En el caso argentino, la Revolución de Mayo no cambió el eje central de la ruta mercantilista emprendida bajo el dominio español sino que, al decir de Juan Bautista Alberdi, trocó el ríégimen colonial de España para “ser colonos de nuestros propios gobiernos”. La evolución favorable acaecida a partir de 1853 se debió a una revolución en las mentes que, a su vez, produjo el derrocamiento de la tiraní­a rosista y el establecimiento de marcos institucionales de raigambre netamente liberal.
 
No hay milagros posibles, las transformaciones en las polí­ticas inexorablemente se deben a transformaciones previas en las ideas. Si se quiere recurrir a la expresión “explosiones” hay que centrar la atención en las que se producen en el interior de las personas, de lo contrario, con otros personajes y eventualmente con otras formas, se mantendrán las cosas en lo sustancial.  Las “explosiones” positivas (o negativas) tienen lugar todos los dí­as en las conversaciones en la mesa familiar, en las reuniones sociales, en los esfuerzos acadíémicos y educativos, en los medios periodí­sticos, en las entidades empresarias, deportivas y artí­sticas.
 
Para cambiar es indispensable ejercitar el intelecto y la imaginación. Se hace necesario mirar en otras direcciones y no repetir razonamientos falaces. En este sentido, Edward de Bono nos enseña el “lateral thinking”, esto es, en lugar de seguir escarbando en el mismo hoyo, cavar en otras direcciones. Para ilustrar ese concepto de imaginar otros escenarios, el autor relata un cuento en el que a un fulano se le reclama una deuda monetaria pero el acreedor dice que la podrí­a perdonar si la hija del deudor se somete a una prueba para eventualmente contraer nupcias con el prestamista. La hija en cuestión acepta el desafí­o que consistí­a en que el novio en potencia recogerí­a una piedra blanca y una negra del piso colocando cada una en sendas bolsitas. Si la niña tomaba la negra debí­a casarse, si era blanca quedaba liberada. Llegado el momento, la supuesta novia se percató que el acreedor hací­a trampa puesto que observó que colocaba piedras negras en ambos recipientes. Sin inmutarse, la hija del preocupado deudor tomó una piedra y simuló un accidente por lo que la dejó caer al suelo e inmediatamente dijo que no habí­a motivo de alarma puesto que con mirar la otra bolsa y constatar su color la otra debí­a haber sido de color distinto con lo que la mujer quedó en libertad y su padre canceló la deuda.

No resulta posible tener íéxito repitiendo recetas fallidas. Es menester hurgar en otras direcciones y estudiar otros caminos posibles, para lo cual no es cuestión de operar como si se estuviera ubicado en la platea mirando al escenario en la esperanza de que otros resuelvan los entuertos. Cada uno debe poner su granito de arena. Todos somos responsables de nuestro destino. Despuíés de díécadas de estatismo galopante es indispensable liberar energí­as creativas y adoptar el sistema liberal y la consiguiente responsabilidad individual y la preservación de las autonomí­as y los derechos de las personas para proteger la situación de todos, muy especialmente la de los más necesitados (quienes siempre pagan en mayor medida los platos rotos de un Leviatán desbocado).
 
No resulta posible alterar la secuencia lógica, no puede ponerse la carreta delante de los caballos. Primero se requiere la comprensión y aceptación de una idea y luego reciíén puede ejecutarse. Nada cambia si se producen explosiones y revueltas varias si no se tiene en claro que sucede y por quíé ocurren las cosas. Como ha consignado Síéneca “ningún viento es favorable si no se sabe a donde se va”. Por eso es que el debate de ideas resulta tan vital. Las series estadí­sticas, los cuadros y gráficos sobre la coyuntura nada resuelven si no se comparte un esqueleto conceptual previo. La función educativa no se encuentra en el nivel de la polí­tica puesto que esta exige la negociación y conciliar distintas posiciones. La tarea de formación debe apuntar a la excelencia sin miramientos a los “polí­ticamente correcto” al efecto de abrir perspectivas fíértiles en personas de buena voluntad, ya que la maldad y la mala fe —afortunadamente minoritarias— no son receptivas tal como consigna Marcelino Cereijido en su libro Hacia una teorí­a general sobre los hijos de puta. Un acercamiento a los orí­genes de la maldad que necesita ser complementado con la muy sesuda obra de Stanton Samenow Inside the Criminal Mind.
 
Desde tiempo inmemorial se viene sosteniendo que la educación es a largo plazo sin percibir que ya han vencido infinidad de plazos y se sugieren pretendidas medidas escapistas que ni siquiera postergan ni mitigan el desbarranque. Como he escrito antes, Mao Tse-Tung no es mi autor preferido pero bien decí­a que “la marcha más larga comienza con el primer paso”. En esta lí­nea argumental, para terminar y al efecto de evitar la “teorí­a de las explosiones o del piso final” y para enfatizar el rol preponderante de las ideas, cito a Albert Schweitzer de su The Philosophy of Civilization: “Kant y Hegel han comandado a millones que nunca leyeron una lí­nea de sus escritos y que ni siquiera supieron que estaban obedeciendo sus órdenes. Aquellos que ejecutan, ya sea en pequeña o gran escala solo pueden hacerlo en la medida en que ya estaba listo el pensamiento de la íépoca [...] Si los pensadores de cierto perí­odo producen una beneficiosa teorí­a del universo, entonces las ideas pasarán a la práctica con garantí­a de progreso; si no son capaces de esa producción, entonces la decadencia aparecerá de una forma u otra […] Adam Smith, el filósofo moral, debido a que estaba dotado de un optimismo racional, es tambiíén el fundador de la doctrina económica del laissez-faire de la Escuela de Manchester. El encauzó a la industria y al comercio en su lucha por la liberación del ruinoso e injurioso tutelaje de la autoridad. Hoy podemos calibrar la grandeza de los logros de este gigante intelectual y benefactor de la humanidad, cuando la vida económica está otra vez empañada entre la gente con ideas de muy corta visión respecto de autoridades que nunca piensan en tíérminos económicos”.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...