Por... Steve H. Hanke
Cuando el presidente Obama nominó al senador Chuck Hagel para Secretario de Defensa de EE.UU., el asunto de Irán —y las sanciones económicas, en particular— volvió a la palestra. Hagel ha sido vapuleado por los neoconservadores y algunos partidarios firmes de Israel por atreverse a cuestionar (en el pasado) que las sanciones son la mejor manera de confrontar las ambiciones nucleares de Irán. Resulta que las sanciones han fracasado en obligar a Teherán a abandonar su programa nuclear. De hecho, las sanciones tienen una larga historia de fracaso.
Dicho esto, es cierto que las sanciones han alterado el modus operandi de las finanzas y el comercio en Irán y tambiíén han contribuido a los problemas de Irán con la inflación. Desde que la hiperinflación asomó su cabeza brevemente, en octubre de 2012, el gobierno iraní ha tratado de mantener su tambaleante moneda y de detener el espiral mortal de la economía mediante la fuerza y el engaño. De alguna forma, y en un grado menor, estas tácticas opresivas parecen haber “funcionadoâ€, conforme la tasa de inflación de Irán ha caído un poco desde que llegó a su máximo en octubre de 2012. Aún así, utilizando datos objetivos y basados en el mercado junto con una metodología bien establecida, estimo que Irán experimentó una tasa de inflación anual de 110% durante 2012 —una tasa que es casi cuatro veces más alta que la tasa oficial de 27,4%.
Mientras que la tasa anual de inflación de Irán sigue siendo muy alta, su desliz hacia la hiperinflación se ha detenido —por ahora, al menos. Más allá del establecimiento por parte del gobierno de un ríégimen de múltiples tipos de cambio y su supresión del comercio de monedas, los iraníes tambiíén se han vuelto cada más efectivos en la evasión de las sanciones occidentales.
El ejemplo más sobresaliente de esto puede ser visto en el flujo entrante de oro hacia Irán durante los últimos meses. Mientras que la inflación ha venido erosionando la riqueza y el poder adquisitivo de los consumidores, y las empresas iraníes efectivamente son incapaces de acceder al sistema financiero global, los iraníes han recurrido al oro como una reserva de valor estable y difícil de localizar y como un medio de intercambio confiable. Gran parte de este oro ha venido de Turquía, que es considerablemente dependiente del gas natural de Irán. Mientras que Turquía —bajo la presión de sus aliados occidentales— ha suspendido sus exportaciones de oro a Irán a travíés del sistema bancario turco, esto no ha detenido a los comerciantes privados de facilitar el comercio de oro turco a cambio de gas natural iraní, principalmente a travíés de los Emiratos írabes Unidos (EAU).
La sabiduría convencional sostiene que las sanciones “funcionarán†al imponer condiciones económicas tan difíciles que el ríégimen iraní se vería obligado a abandonar su programa nuclear. Incluso si asumimos, para desarrollar el argumento, que esto es posible, ¿cuánto tiempo tardará? Consideremos a Cuba, donde el gobierno de Castro ha retenido el poder, a pesar de las sanciones de EE.UU. que ya llevan más de 50 años. Uno podría argí¼ir que Cuba no se ha enfrentado a los mismos problemas con la inflación que ahora confronta Irán. Cierto. Pero, Zimbabue si los ha tenido. De hecho, las sanciones y las hiperinflación severa (el segundo caso más severo del mundo) han fracasado en remover a Robert Mugabe despuíés de 33 años en el poder.
En vista de esto, parece muy poco probable que las sanciones logren obligar a Irán a abandonar su programa nuclear antes de que sea capaz de desarrollar un arma nuclear. Incluso los cálculos conservadores le dan a Irán dos años, como máximo, antes de que tenga suficiente material nuclear fisionable para construir un arma nuclear. Sin importar cuál sea la retórica que salga de Washington y Bruselas, Occidente claramente está empezando a reconocer esa realidad. El Organismo Internacional de Energía Atómica ha tomado nota e iniciado diálogos con las autoridades iraníes. EE.UU. y la Unión Europea tambiíén han empezado, silenciosamente, a sentar las bases para una solución diplomática.
Mientras que el castigo colectivo de las sanciones ha sido devastador, al final de cuentas ha fracasado en disuadir al ríégimen iraní de que desarrolle su capacidad nuclear. En cambio, ha generado mucho resentimiento. Dada la situación en deterioro en Irán y el poco tiempo que queda antes de que Irán desarrolle sus capacidades nucleares, parece que el interíés de todos los involucrados se está acercando a una solución diplomática. De hecho, esa es la única opción viable que queda.