Por… S. Nicolás Turdo
En un planeta en donde el 95% de los países tiene una inflación menor al 10% anual, y la mayoría inferior al 5%, la República Argentina integra el selecto y lamentable grupo con más de 10%, junto con Venezuela, Siria y otros pocos países.
Ahora bien, en el caso argentino es más trágico, ya que este país convive desde hace medio siglo con este flagelo (con excepción de un par de períodos, entre ellos la díécada de los 90, en dónde se ató la moneda nacional al dólar). Es el típico ejemplo de quien tropieza una y otra vez con la misma piedra.
Según el economista Philip Cagan un episodio de hiperinflación se inicia cuando hay un mes en el que el nivel de precios aumenta en al menos un 50%. Volviendo al análisis del caso de la Argentina, veamos que sucedió en 1989.
El mes en el que comienza la hiperinflación es en mayo y termina en julio de ese mismo año. Tan solo tres meses bastaron para que este fenómeno pulverizara completamente a la moneda local, el Austral, que la economía del país cayera en bancarrota y que el presidente en ejercicio Raúl Alfonsín renunciara al cargo y que se adelantara la asunción del nuevo presidente electo, Carlos Menem.
En otras palabras, la convulsión social fue más que significativa. Esto no quiere decir que los meses previos no se hubieran producido grandes niveles de inflación, de hecho la inflación de marzo y abril fue de 17% y 33% respectivamente. Pero como ya dijimos, si seguimos la definición de Cagan, la punta del iceberg fue en mayo con una inflación del 78% tan solo en ese mes.
Hoy en día, ciertamente, la Argentina todavía no se encuentra dentro de esta definición de hiperinflación, pero esto no quiere decir que le sea imposible llegar de nuevo a ese extremo. Es más, se podría decir que va en ese camino, ya que su Banco Central continúa con una política de imprimir dinero sin límites aparentes para financiar al estado nacional.
Entonces, ¿quíé es lo que sucede en la Argentina de este 2013, y con un ya cercano 2014? Tal y como lo analiza el profesor Steve Hanke en un estudio del Instituto Cato, la Argentina se encuentra, junto a otros 4 países, en la categoría de “monedas en riesgoâ€. Con una inflación estimada en el 60% anual, una gran brecha entre el dólar oficial y el que se vende en el mercado negro. Lo más grave del tema es que el gobierno argentino no se anoticia de la situación y la niega, tomando continuamente medidas que profundizan y aceleran la inflación.
Y, paralelamente y como suele suceder en los regímenes de corte totalitario, prohíbe a las consultoras privadas difundir los índices que miden este fenómeno (mientras desde 2007 falsea grotescamente las estadísticas nacionales para esconder la inflación y la pobreza debajo de la alfombra) o, más recientemente, parece encaminado a restringir tambiíén la difusión del precio libre (o paralelo) del dólar, en un nuevo y caricaturesco intento de tapar el sol con la mano.
Muy triste para un país que, a principios del siglo XX, parecía destinado a ser una potencia mundial, tenía un nivel de vida ampliamente superior al de Italia o España, competía con EE.UU. en atraer inmigrantes y su economía era la mitad de toda Amíérica del Sur. Nada queda de ese promisorio futuro.
Suerte en sus vidas…