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Autor Tema: “Mis Antepasados me Duelen”  (Leído 493 veces)

Scientia

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“Mis Antepasados me Duelen”
« en: Mayo 15, 2014, 08:18:31 pm »
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“Mis Antepasados me Duelen”
Psicogenealogí­a y constelaciones familiares
Patrice Van Eersel y Catherine Maillard
Prólogo del libro:

La imparable expansión de la psicogenealogí­a.


La idea de que nuestros destinos puedan estar determinados por la historia psicológica de las generaciones anteriores es muy antigua. Las primeras terapias inventadas por el hombre lo atestiguan. La medicina china o la africana, por ejemplo, a diferencia de la medicina occidental, contemplan la enfermedad dentro de un contexto familiar genealógico. ¿Por quíé tengo hepatitis?
La respuesta de la medicina occidental es: por un virus y una mala alimentación. Los curanderos chinos o yorubas ofrecen unas explicaciones que restablecen el orden en el mundo, ya sea por un demonio que nos quiere mortificar (y a quien hay que ofrecer un animal en sacrificio) o porque hemos perturbado el orden cósmico ocupando un lugar que no nos correspondí­a y habiíéndonos olvidado de honrar a nuestros antepasados. El curandero sabe una cosa que el míédico ignora: la ley genealógica y la relación con los antepasados definen en gran parte los lazos, los derechos, los deberes y las identidades que estructuran al ser humano en su cultura y su biografí­a. El curandero tambiíén conoce las palabras y los rituales que le permitirán conjurar la presencia, al fantasma (un antepasado desgraciado o que deshonró a su familia), sinónimo del desorden inconsciente que se puede transmitir de generación en generación.

Sin embargo, de repente, en Occidente surge una novedad: el psicogenealogista. Un terapeuta que, sin olvidarse de los nuevos descubrimientos de la era moderna, sobre todo aquellos relacionados con la singularidad del individuo, recupera los lazos contextuales y transgeneracionales a los que su cultura habí­a vuelto la espalda. ¿Y quíé hace? Tambiíén se centra en esa parte de la historia que no nos pertenece: “Si sufres una bronquitis crónica, puede ser que tu bisabuelo se asfixiara en una trinchera durante la guerra y nadie te lo haya dicho porque, a su regreso a casa, tu abuela se avergonzara de íél”. Otro ejemplo más espectacular: a un señor le duele constantemente la garganta y eso le provoca un deterioro en la circulación sanguí­nea en las extremidades. No consigue curarse con ningún remedio. Hasta que un dí­a descubre, en una sesión de terapia transgenealógica, que un antepasado lejano, que nació el mismo dí­a que íél, murió guillotinado durante la revolución. A partir de este descubrimiento, los dolores de garganta y los molestos efectos circulatorios desaparecen como por arte de magia. ¿Cómo puede, por ignorancia o por el peso de un secreto de familia, un acontecimiento del pasado, ya sea bueno o malo, tener esas consecuencias varias generaciones más tarde?

Algunas personas buscan escapar de su familia huyendo, porque les parece que íésta representa un peligro mortal. Como si la historia de su lí­nea sucesoria fuera una amenaza real. El peligro no tiene que ser forzosamente fantasmagórico. Pero huir no sirve de nada. Donde quiera que la evasión pueda llevarlos, la historia familiar los perseguirá y los devolverá siempre al pasado, a repetir eternamente las mismas situaciones, al menos siempre que no hayan decidido reaccionar para librarse de los anclajes transgenealógicos negativos.

Reconstruir un árbol genealógico puede empezar de la manera más sencilla. Como explica la pagina web psychogene.com: “En general, para trabajar sobre una historia familiar, no es necesario haber realizado investigaciones genealógicas. Cada uno empieza con lo que tiene. Las pocas informaciones recopiladas bastan para situarse y empezar a trabajar. En la mayor parte de los casos, los demás datos irán apareciendo, algunos incluso de forma sorprendente. Lo importante es entender que, a partir del momento en que uno empieza el camino psicogenealógico, activa una memoria que atraviesa el tiempo, las íépocas, los acontecimientos y que puede surgir de un recuerdo hasta que la conciencia le de sentido”.

En cierto modo, el psicogeanealogista recurre menos a los conocimientos de psicopatologí­a occidental que a la eficacia de las “brujerí­as” de los antiguos curanderos…
La correspondencia de Freud demuestra que íéste no ignoraba en absoluto la importancia de los antepasados en la constitución de los psicosomatí­smos individuales y colectivos: ninguno de nosotros está únicamente determinado por el triángulo papá-mamá-bebe, sino por una cascada de influencias que llegan de todo nuestro árbol genealógico. El descubridor del inconsciente tuvo la intuición de una transmisión genealógica de la neurosis. Sabí­a por ejemplo, la importancia de los abuelos en la vida de un niño pequeño (directa o indirectamente, para bien o para mal, por exceso o por defecto). Tambiíén imaginó una historia según la cual, al principio de la humanidad, habrí­a existido una horda con un horroroso padre primitivo cuyos hijos se pusieron de acuerdo para matarlo. Y todos nosotros llevarí­amos con nosotros el recuerdo de aquel primer parricidio.

Con esta parábola, Freí­d sugirió que, de una generación a otra, no podí­a eliminarse este lazo. Sin embargo, Freí­d no llegó a más en la investigación del fenómeno transgeneracional. ¿Es posible que su largo y duro combate para defender el origen sexual de las neurosis le hiciera dejar de lado esta dimensión tan fundamental del mecanismo humano que es la fidelidad inconsciente de una persona respecto a sus antepasados? Esto es lo que sugieren algunos
psicoanalistas para quienes Freí­d, al no poder hacerlo todo, decidió muy conscientemente dedicarse exclusivamente al triángulo edipiano y se olvidó del resto de la ascendencia, diciíéndose que, despuíés de íél, ya vendrí­a alguien a realizar las investigaciones pertinentes acerca de los antepasados. En realidad, parece ser que la propia genealogí­a de Sigmund Freí­d y algunos secretos de familia bastante importantes lo alejaron, inconscientemente, de cualquier
investigación en profundidad sobre la transgenealogí­a. La continuación es tristemente banal; ya se sabe que los alumnos intentan siempre seguir las ideas de sus maestros. Despuíés de Freud, el complejo de Edipo se convirtió en un dogma celoso y los antepasados quedaron relegados al ostracismo.

Han sido necesarios cien años de espera para que los psicoanalistas reconocieran su importancia crucial. A inicios del siglo XXI, este reconocimiento empieza a parecerse a un autíéntico movimiento; bajo el lema “donde quiera que vaya, llíévese siempre consigo los orí­genes de su familia y bendí­gala pero, ¡Libíérese!”, la psicogenealogí­a, o más especí­ficamente el enfoque transgenealógico, se ha extendido por todas partes y ha influido en numerosas prácticas y escuelas. En la actualidad, cualquier persona de nuestro alrededor habla de ello con total naturalidad. ¿Es únicamente porque, como dijo Steve Lacy, el creador de la pagina web Genealogy Gate to the Web, “en una sociedad que está perdiendo los valores tradicionales y está preocupada por la desintegración de la cíélula familiar, la gente busca recuperar sus raí­ces”? el fenómeno es, sin ninguna duda, mucho más profundo y trata de un verdadero “regreso de los antepasados” en la civilización occidental. El regreso a una dimensión incontestablemente terapíéutica. Algunos psicoanalistas reconocen la importancia de la filiación y, sobre todo, de sus fallos, los no-dichos, los secretos de familia y otros “grumos” que las generaciones se pasan de unas a las otras con juegos de secuelas tan sorprendentes (¡viva el humor negro!) que hay que ser todo un artista para saber eliminarlos.