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Autor Tema: Las Varas Mágicas de los Dioses  (Leído 692 veces)

Scientia

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Las Varas Mágicas de los Dioses
« en: Julio 11, 2014, 07:53:55 pm »
 Las Varas Mágicas de los Dioses
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A la manera de un “mago” que en escena saca de la galera un conejo asustado luego de un par de toques con su “varita mágica”, los dioses de antaño hicieron tambiíén uso de un instrumento parecido, que dicho sea de paso servirí­a más bien para asar a gusto al susodicho mamí­fero. Se trataba de algo como un cetro, cayado, bastón o vara, el cual, en ocasiones, entregaron como sí­mbolo de autoridad a ciertos hombres elegidos por ellos como interlocutores.

Moisíés y la “vara de Dios”

Sin duda, un caso emblemático es el de Moisíés. Basta recordar sino el famoso Paso del Mar Rojo protagonizado por el pueblo judí­o. Perseguidos por la caballerí­a y los carros del faraón, los hijos de Israel se vieron perdidos. Sin escape posible, clamaron por sus vidas al “Señor” y a Moisíés diciendo: “¿Acaso faltaban sepulturas en Egipto para que nos hayas traí­do a que muriíésemos en el desierto? ¿Quíé designio ha sido el tuyo en sacarnos de Egipto?” (Biblia, í‰xodo 14,11). A lo que Moisíés respondió: “No temáis, estad firmes y veríéis los prodigios que ha de obrar hoy el Señor, pues esos egipcios que ahora estáis viendo ya nunca jamás los volveríéis a ver.” (Biblia, í‰xodo 14,13). Y ciertamente que Moisíés no exageraba pues los acontecimientos que siguieron fueron la contundente prueba del tremendo poder de Yahvíé. ¿Un poder de tecnologí­a avanzada disimulado por la incomprensión de un pueblo primitivo?

Las órdenes de Yahvíé a Moisíés fueron muy claras: “Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú levanta tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y diví­delo, para que los hijos de Israel caminen por en medio de íél a pie enjuto.” (Biblia, í‰xodo 14, 15 -16). Y entonces ocurrió…”Extendió, pues, Moisíés la mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar por medio de un fuerte viento del este, que sopló toda la noche, con lo que el mar vino a ser suelo enjuto, y las aguas quedaron divididas.” “Los hijos de Israel pasaron en medio del mar, sobre suelo enjuto, teniendo las aguas como por muro a derecha e izquierda.” (Biblia, í‰xodo 14, 21-22).

¿Quíé poder encerrado en la vara de Moisíés permitió realizar tal proeza que nos hace pensar en un “campo de fuerza” de ciencia-ficción?

Como fuere, parece evidente que ese supuesto “campo de contención” requerí­a de un cierto tiempo para formarse, pero su anulación podí­a lograse con rapidez. Al menos eso se desprende de la suerte que les cayó encima (literalmente hablando) a los egipcios…”Entonces dijo el Señor a Moisíés: Extiende tu mano sobre el mar, para que se reúnan las aguas sobre los egipcios, sobre sus carros y caballos.” “Luego que Moisíés extendió su mano sobre el mar, se volvió íéste a su sitio al rayar el alba; y huyendo los egipcios, las aguas los sobrecogieron, y el Señor los envolvió en medio de las olas” “Así­, las aguas vueltas a su curso, sumergieron los carros y la caballerí­a de todo el ejíército del faraón, que habí­a entrado en el mar en seguimiento de Israel: ni uno siquiera se salvó.” (Biblia, í‰xodo 14, 26-27-28).

No obstante, y para disipar dudas acerca del enorme poder del cayado del patriarca, aún podemos encontrar otras pruebas de su variada utilidad.

En efecto, hallándose el pueblo de Israel en el desierto falto de agua, una vez más reclamaron a Moisíés por su desgraciada suerte. Acosados por a sed y temerosos ante la muerte inminente, decí­an: “¿Por quíé nos has hecho salir de Egipto para matarnos de sed a nosotros y a nuestros hijos y ganados? Y ante esto, de nuevo intervino Yahvíé ordenándole a Moisíés (quien al parecer desconocí­a algunas de las funciones del instrumento que tení­a en sus manos): “Adelántate al pueblo, llevando contigo algunos de los ancianos de Israel, y toma en tu mano la vara con que heriste el rí­o y vete.” Y agregó seguidamente: “Yo estaríé delante de ti, allá en la peña de Horeb, y herirás la peña y brotará de ella agua para que beba el pueblo.” (Biblia, í‰xodo 17, 5-6).

Pero, no serí­a íésta la última vez que Moisíés utilizarí­a el poder de su vara. De hecho, durante la batalla contra los amalecitas, el sorprendente artefacto se convirtió en una efectiva arma que decidió la suerte de los israelitas. Leamos pues la narración bí­blica que, por su claridad, no tiene desperdicio…

“Y dijo Moisíés a Josuíé: Escoge hombres y ve a pelear contra los amalecitas: mañana yo estaríé en la cima del monte, teniendo la vara de Dios en mi mano.” “Hizo Josuíé lo que Moisíés habí­a dicho y trabó combate con Amalec. Entretanto, Moisíés y Aarón y Hur subieron a la cima del monte.” “Y cuando Moisíés alzaba las manos, vencí­a Israel; mas si las bajaba, Amalec tení­a la ventaja.” “Ya los brazos de Moisíés estaban cansados, por lo que, tomando una piedra, pusiíéronsela debajo y sentose en ella, y Aarón de una parte y Hur de la otra, le sostení­an los brazos; los cuales de esta manera permanecieron inmóviles hasta que se puso el Sol.” “Y Josuíé derrotó a Amalec y pasó a cuchillo su gente.” (Biblia, í‰xodo 17, 9-10-11-12-13).


El “kop” de Bep-Kororoti

Curiosamente, una antiquí­sima leyenda del Amazonas habla de un instrumento con similar poder en manos de un extraño visitante que habrí­a vivido algún tiempo entre los indios kayapos – una tribu que habita a orillas del rí­o Fresco, en el sur del Estado de Para, en Brasil. El extranjero se llamaba Bep-Kororoti, lo que en lengua de los indí­genas significa “Vengo del Universo”.

¿Se trataba acaso de un ser venido del Espacio Exterior? ¿Un antiguo astronauta?

Es muy posible, ya que si nos guiamos por lo que la memoria tribal ha registrado, Bep-Kororoti parece más bien un personaje salido de un episodio de Star Trek. En apretado resumen, su historia entre los kayapos, dada a conocer por vez primera por el prestigioso indigenista Joao Amíérico Peret en su trabajo “Bep-kororoti o Guerreiro do Espaí§o” , fue más o menos así­: apareció de buenas a primeras en la aldea vistiendo un raro traje que lo cubrí­a de pies a cabeza y empuñando un arma con forma de bastón que lanzaba rayos. Tal vara o bastón fue llamada “kop” por los nativos, quienes muy pronto conocieron su poderí­o. De hecho, apenas llegado, los jóvenes guerreros de la tribu atacaron al intruso y fueron derribados de inmediato por efecto del arma/vara. Se dice que Bep-Kororoti alzó en un momento su “kop” y apuntando a un árbol y luego a una piedra destruyó ambos en un santiamíén, demostrando así­ que no habí­a venido a dañarlos. Ya admitido en la tribu como un guerrero de gran valor, el “visitante del Cosmos” convivió durante años con los kayapos, se casó, tuvo descendencia, y finalmente partió de regreso a su mundo en las estrellas. Durante ese tiempo, íél usó su “kop” varias veces, especialmente cuando la caza escaseaba y partí­a con su arma/vara y, como dice la leyenda, “mataba los animales sin herirlos”. En una ocasión, además, el tremendo poder del arma del “guerrero del Cosmos” fue decididamente devastador cuando, presa de la ira, y seguido por los indí­genas, íél llegó hasta la cumbre de una montaña cercana a la aldea y para espanto de todos destrozó con su “kop” todo cuanto habí­a a su paso…

Actualmente, los kayapos celebran el recuerdo de Bep-Kororoti con una fiesta que incluye una muy particular vestimenta ritual que se asemeja mucho al traje de un astronauta, tal y como puede apreciarse en esta foto tomada en 1962 por Joao Amíérico Peret, donde, claro, la larga vara que empuña el indí­gena que hace las veces del homenajeado representa el arma que se menciona aquí­ como “kop”.

Más “varas mágicas”

“Vara de Dios”, “kop”… ¿Acaso los nombres importan?

En los libros budistas del Tí­bet nos será posible identificar objetos como estos con el “bastón del porvenir” o “Dordie”, caí­do “milagrosamente” del cielo en las cercaní­as del monasterio de Sera, en Lhassa. Y sin esforzarnos en buscar muy profundo entre las restantes leyendas, fácilmente nos encontraremos con instrumentos similares tanto en aquella “vara mágica” con la que el dios griego Dionisio venció al gigante Euritos, como en el bastón del dios tártaro Hades. O quizá más inconfundible todaví­a nos resulte su identificación en la leyenda india que narra cómo el híéroe Kashyab, utilizando una “vara mágica”, dividió los montes de Cachemira.

En Sudamíérica, el buen dios Quetzalcóatl era representado a menudo portando una especie de bastón de mando. Y Apu Inti, el Dios Sol, deidad principal y creador del imperio incaico, fue quien, según la leyenda, entregó a Manco Capac (fundador del imperio junto con Mama Occlo) una vara de oro ordenándole abandonar las aguas del Lago Titicaca, donde ambos viví­an, y erigir la capital del futuro imperio allí­ donde la vara se clavara en el suelo.


El cayado de Viracocha

Viracocha fue siempre recordado por los incas como un dios benevolente, portador de cultura y muy poderoso. En una de las muchas leyendas que aluden a íél se menciona un arma en forma de cayado, cuyo poder es ostensible. Al parecer, los acontecimientos habrí­an tenido lugar en la actual localidad de Caxha, cuando sus habitantes decidieron matar a Viracocha, molestos por su “vestimenta y su porte tan extraño”. Pero, dejemos que el relato corra por cuenta del historiador Pedro Sarmiento de Gamboa:

“Ya habí­an empuñado las armas contra íél, cuando, enterado Viracocha de sus perversas intenciones, se arrodilló en un lugar llano, y elevó las manos plegadas y la mirada al cielo; y de lo alto llovió fuego sobre quienes estaban sobre la montaña y quemó todo el paraje; tierra y piedras ardieron como paja. El terror se apoderó de los malvados perseguidores ante aquel espantoso fuego, y corriendo se abalanzaron a donde estaba Viracocha, arrojándose a sus pies en demanda de gracia”

“Viracocha – continúa narrando Sarmiento de Gamboa – , ganado por la compasión, fue al fuego y lo apagó con su cayado. Pero el monte quedó calcinado y las mismas piedras se habí­an quedado tan ligeras como consecuencia del enorme calor del fuego, que un hombre podí­a llevar ahora fácilmente alguna que habitualmente no podrí­a haber transportado un carro, lo cual se puede hoy constatar. Y es cosa prodigiosa de este paraje y monte, que todo haya quedado arrasado en un cuarto de legua; se encuentra en la provincia de Collao.”

Supondremos aquí­ que las comparaciones con los acontecimientos de Sodoma y Gomorra son “odiosas” y en cualquier caso innecesarias, pero es seguramente cierto que la conflagración que menciona la leyenda no salió de una “fogata de campamento”…Y como sea, es bien evidente que el cayado utilizado por Viracocha encerraba un altí­simo poder con el cual pudo desencadenar de inmediato un pavoroso infierno así­ como sofocar el fuego al momento.

No es por lo tanto, según parece, simplemente antojadizo el motivo que bellamente adorna el friso de la magní­fica Puerta del Sol en la enigmática ciudad de Tiwanaku – “que construyeron en una noche” – , con sus raros seres provistos de alas y con cabeza de gavilán, presididos por el gran dios que sostiene dos cetros que simbolizan su supremací­a y cualidad celestial.
Desafortunadamente, es seguro que nunca jamás encontraremos un solo instrumento de ese tipo dejado en alguna parte por dioses o entrenados olvidadizos, puesto que si la cosa es como dicen los “magos” varita en mano…no hay…”nada por aquí­, nada por allí­â€. Y aunque ello bien pueda sonar a broma, no es en ningún caso una ironí­a…