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Autor Tema: Así­ es la crisis de la mediana edad de un millonario...  (Leído 171 veces)

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Así­ es la crisis de la mediana edad de un millonario...
« en: Junio 28, 2015, 10:57:08 am »
Por...  Laura M. Holson



Fabrice Grinda, un emprendedor millonario francíés, despertó un dí­a con la sensación  de que algo estaba mal; sus casas en NY, fiestas y McLaren de 300 mil dólares no lo llenaban... necesitaba un cambio.

Durante un tiempo, vivió en una propiedad de ocho hectáreas en Bedford, Nueva York, atendido por un mayordomo a quien le pagaba 50 mil dólares al año, y organizaba grandiosas fiestas para 60 invitados o más.

Nadaban en la piscina, libraban guerras con municiones de pintura en el bosque y jugaban paddle tenis en su cancha privada.

Sin familia ni un jefe ante el cual responder, podí­a ir a esquiar a Utah obedeciendo a un capricho, trabajando cuando lo quisiera, en tanto tuviera un Wi-Fi decente y una señal celular fuerte.

En ocasiones, cuando estaba inquieto, salí­a a pasear en su auto deportivo McLaren de 300 mil dólares. Durante los fines de semana, podí­a pasar la noche en su segunda casa de 13 mil dólares al mes en Manhattan cerca del Madison Square Park. Reservaba mesas a altas horas de la noche en restaurantes elegantes y cenaba en compañí­a de mujeres hermosas e inteligentes.

Pero mientras se acercaba a los 40 años de edad, Fabrice Grinda, un emprendedor tecnológico francíés con un valor neto estimado de 100 millones de dólares no podí­a sacudirse la sensación de que algo estaba terriblemente mal. De algún modo, las trampas de su íéxito lo estaban agobiando.

Estaba teniendo una crisis de la edad mediana, a la inversa.

“La gente cumple 40 años y habitualmente compra un brillante auto deportivo”, dijo Grinda durante una entrevista en una suite en el penthouse del Sixty LES, un hotel boutique cíéntrico. “No dicen: 'Voy a hacer recortes en mi vida y renunciar a todas mis posesiones para enfocarme en las experiencias y las amistades’”.

Pero eso es exactamente lo que hizo Grinda. Se mudó de la casa de Bedford en diciembre de 2012, abandonó el departamento en la ciudad y se deshizo del McLaren. Donó ropa, equipo deportivo y utensilios de cocina a la Iglesia de San Francisco Javier en el Bajo Manhattan. Dio sus muebles a Housing Works, y empacó una pequeña maleta Tumi con 50 artí­culos.

Le llamó “la muy grande reducción”: Iba a recorrer el mundo, trabajando sobre la marcha mientras se hospedaba con amigos y familiares. Estaba organizando las cosas intencionalmente para tener la oportunidad de enfocarse en lo que era importante en la vida.

“Cuando hice recuento de las cosas que más me importaban”, dijo, “eran las experiencias, las amistades y la familia; en nada de lo cual habí­a invertido mucho, en parte porque estaba demasiado ocupado, y en parte porque me sentí­a anclado por mis posesiones”.

Supuso que todos estarí­an felices de verlo. Pero como escribió Benjamin Franklin: “El pescado y los visitantes apestan a los tres dí­as”.

Su primera escala fue Miami. Grinda se hospedó con un amigo de la niñez, Olivier Brion, en la casa que íéste compartí­a con su esposa, Híélí¨ne, y su hijo pequeño.

Poco despuíés de su llegada, hubo problemas. Por una parte, estaba la cuestión del comportamiento de Grinda. “Cuando habla lo hace muy alto”, dijo Brion.

Grinda tambiíén querí­a jugar tenis despuíés de que su amigo llegaba del trabajo a la casa, lo cual dejaba a Brion renqueando y adolorido por sus furiosos partidos de dos horas.

Además, estaba el tema del guardarropa de la maleta de Grinda. “Mi esposa le lavaba la ropa”, dijo Brion. Tambiíén asumió la tarea de tender su cama en la pequeña habitación de huíéspedes.

La visita duró toda una semana.

“Fue un desastre”, dijo Grinda. “Para las 10 de la noche, ellos estaban muertos y exhaustos y yíéndose a la cama. Yo apenas empezaba”.

Nacido en un suburbio de Parí­s en 1974, Grinda se graduó de Princeton en 1996 con un tí­tulo en economí­a. Trabajó como consultor en McKinsey & Co. durante dos años antes de regresar a Francia para fundar una compañí­a de subastas en lí­nea financiada por el magnate empresarial Bernard Arnault. Grinda la vendió en 2000.

Regresó a Estados Unidos, donde cofundó Zingy, un creador de juegos y tonos para telíéfonos móviles, que recaudó 80 millones de dólares en una venta en 2004. Despuíés de eso, fue fundador de OLX, un servicio estilo Craigslist que se ha convertido en uno de los sitios web de anuncios clasificados más grandes del mundo.

Ahora es un emprendedor e inversionista ángel, con más de 200 inversiones hasta la fecha. Visita empresas incipientes en Berlí­n, Parí­s, Nueva York, San Francisco y otras ciudades.

Despuíés de su fiasco con la familia Brion, Grinda probó suerte en Parí­s, hospedándose en el departamento de un primo, Cyril Lejeune, que es banquero.

Grinda pasaba las tardes en la sala de estar, tecleando en su computadora entre llamadas de negocios, y su guardarropa de nuevo resultó un problema. “No tení­a suficiente ropa en la maleta, así­ que tomaba prestada la mí­a”, dijo Lejeune.

Fue una visita de tres dí­as.

En total, dijo Grinda, se hospedó con unos 15 amigos y familiares en los primeros meses de 2013.

Una vez que se dio cuenta de que sus dí­as como huíésped errante estaban contados, Grinda decidió cambiar su enfoque: Siguió viajando, pero ahora rentaba departamentos en Airbnb o se hospedaba en hoteles de lujo.

Eso tambiíén representó problemas. Las tasas de ocupación son altas en las ciudades donde trabajaba por varias semanas a la vez.

Fraguó un nuevo plan: Sus amigos y familiares acudirí­an a íél.

Pero Grinda olvidó considerar que no todos viven como íél lo hace. Por un lado, habí­a programado las vacaciones en Anguila durante el ciclo escolar, lo cual significó que sus amigos con hijos no podí­an ir. Unas 50 personas hicieron el viaje.

Despuíés de ese revíés, se avino a un compromiso. Ahora, celebra dos fiestas – en Navidad y durante el verano – en Cabarete, República Dominicana, donde recientemente se convirtió en residente (tiene una tasa impositiva baja). El costo: Unos 25 mil dólares por fiesta, dijo. En agosto pasado, celebró su cumpleaños número 40 ahí­, rodeado por amigos y familiares.

Grinda dijo que ha aprendido mucho sobre su muy grande reducción. Se reconectó con viejos amigos, aun cuando eso significó molestarlos un poco, y reavivó su relación con su padre.

“Pasamos tiempo hablando de su vida”, dijo. Y ya no está en contra de la idea de tener un domicilio fijo; dijo que está en negociaciones para comprar un departamento de dos recámaras en el Lower East Side, el cual planea rentar cuando no estíé en la ciudad.

Sin embargo, el experimento ha cobrado un precio. “La filosofí­a es interesante”, dijo. “Pero ¿cómo se le pone en práctica? ¿Cómo se le hace realidad?”

Recientemente se separó de Otilia Aionesei, una exmodelo que trabaja en una startup de tecnologí­a, con quien habí­a estado saliendo, intermitentemente, por dos años. El problema fue su falta de una casa compartida.

“Si quieres ser su novia, esta es la vida que debes llevar”, dijo Aionesei. “A mí­ me gustan las cosas sencillas, ver pelí­culas en el mismo sofá”.

Grinda tení­a una opinión diferente. “Fuimos a las Galápagos”, dijo. “Fuimos a Tulum. A San Bartolomíé. Tenemos todas estas maravillosas experiencias y recuerdos juntos”.

(A su madre le preocupa que nunca siente cabeza. “Si íél es feliz, está bien”, comentó en un correo electrónico, “pero no me gustarí­a ser su novia”.)

Grinda miró en derredor de la sala de estar de la suite del hotel, austera con sus muebles negros y blancos.

“Mi hogar es donde estoy”, dijo. “Y no me importa si es la casa de un amigo o un sofá o en mitad de la selva o en una habitación de hotel en el Lower East Side. Pero me doy cuenta de que la mayor parte de la humanidad, especialmente las mujeres, no lo ven así­â€.


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