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Autor Tema: La revolucionaria teorí­a de Bruce Lipton  (Leído 568 veces)

Scientia

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La revolucionaria teorí­a de Bruce Lipton
« en: Julio 19, 2015, 07:59:00 pm »
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La revolucionaria teorí­a de Bruce Lipton: Cientí­fico afirma que pensamientos curan más que los remedios
Este biólogo celular norteamericano unió en sus estudios ciencia y espí­ritu y plantea con fuerza su visión sobre la energí­a vital del ser humano.


Bruce Lipton, un biólogo celular estadounidense de 70 años, causó en el año 2006 un pequeño remezón en el mundo cientí­fico tras lanzar su libro “La biologí­a de la creencia”, que serí­a declarado uno de los mejores libros cientí­ficos de ese año y que tení­a la particularidad de que su lí­nea de investigación era una suerte de unión entre ciencia y espí­ritu. A grandes rasgos, Lipton planteaba lo siguiente: lo que condiciona a todo organismo vivo es su “entorno” fí­sico y energíético, y no su carga geníética, como afirma la sí­ntesis evolutiva moderna. Además, la «cooperación» era la base de la evolución para la supervivencia, y no un acto competitivo entre los organismos más fuertes; y, finalmente, los seres humanos, como organismos vivos, no estaban determinados por sus genes, sino condicionados por el entorno y sobre todo por sus «creencias», lo que los convertí­a en dueños absolutos de su destino.

El doctor Lipton explicó en su libro que “nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina bioquí­mica controlada por genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad. Eso implica que somos ví­ctimas de una situación. No elegimos estos genes, los recibimos al nacer y ellos programan lo que sucederá. Yo ya trabajaba con las cíélulas en los años 60 y fui un pionero porque en esa íépoca habí­a muy poca gente trabajando en ello. Y un experimento que hice en esa íépoca cambió la idea que tení­a del mundo. Cogí­ tres grupos de cíélulas y las puse en tres placas, y cambiíé el medio de crecimiento y los componentes del medio ambiente en cada una de ellas. Luego verifiquíé que en una de las placas se formó hueso, en otra músculo y, en otra, cíélulas liposas. ¿Quíé fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran geníéticamente idíénticas? Eso demuestra que los genes no lo controlan todo, es el ambiente. El ser humano es el que controla, dependiendo de cómo lee el ambiente, de cómo su mente lo percibe. La conclusión es que no estamos limitados por nuestros genes, sino por nuestra percepción y nuestras creencias”.

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El cientí­fico agregó que “cuando tú crees que los genes controlan tu vida tienes una excusa para considerarte una ví­ctima. Hay enfermedades que sí­, en efecto, son causadas por un gen, pero estas enfermedades equivalen a menos del 2% de los malestares que sufre la población mundial. La mayorí­a de la gente viene a este mundo con genes que deberí­an permitirles vivir una vida feliz y saludable. Las dolencias más comunes actualmente, como la diabetes, los problemas del corazón y el cáncer, son el resultado de la interacción entre múltiples genes y sobre todo de los factores medio ambientales y no son el resultado de un único gen como se ha venido sosteniendo. Por eso se cree que la mayorí­a de las enfermedades tienen una causa geníética o hereditaria y que por tanto no podemos hacer nada para defendernos de ellas o para curarnos. Las personas viven en un constante miedo esperando el dí­a en que sus genes actúen contra ellos y se enfermen mortalmente. El cáncer es un buen ejemplo de esto”.

Uno de los planteamientos del biólogo molecular que más llamaron la atención en la comunidad cientí­fica fue que las cíélulas de nuestro cuerpo tení­an una especie de memoria. “Las cíélulas aprenden a travíés de la experiencia, de su contacto con el medio que las rodea, y luego guardan una memoria que les permite adaptarse mejor y anticiparse a los cambios. Es decir, las cíélulas son inteligentes. ¡Esta memoria incluso se mantiene intacta en las cíélulas de los órganos que se han donado!”.

La farsa de los medicamentos

El cientí­fico dedicó parte de su libro a abogar por un nuevo tipo de medicina, una que tenga en cuenta el poder de la energí­a y su capacidad para curar. “Nos dan medicamentos para la enfermedad, pero la mayorí­a de las veces causan más problemas que beneficios. La medicina basada en la farmacologí­a no entiende cómo está interrelacionada toda la bioquí­mica del organismo. Cuando tomo una pastilla quí­mica y la introduzco en mi cuerpo, no solo afecta a aquel lugar donde tengo el problema, sino que afecta a muchas otras cosas a la vez. Son los llamados “efectos secundarios”. Pero, en realidad, estos efectos no son secundarios, sino directos. Según recientes estadí­sticas en EE.UU., ¡los fármacos matan allí­ a más de 300.000 personas cada año! Hay algo que no funciona en la ciencia míédica. Hace algunas cosas bien, como la traumatologí­a, pero está matando a mucha más gente de la que ayuda”.

Bruce Lipton agrega que “si miras dentro del átomo, hay electrones, protones, neutrones. ¿Y quíé hay dentro? Energí­a. La ciencia más reciente indica que el cuerpo responde a la fí­sica cuántica, no a la newtoniania. La mente es energí­a. Cuando piensas transmites energí­a, y los pensamientos son más poderosos que la quí­mica. Esto, por supuesto, es muy inconveniente para las empresas farmacíéuticas mundiales, porque si se aceptara este postulado no podrí­an vender sus productos. Las propias creencias se convierten en un campo energíético, una transmisión, y esta se transforma en una señal que es capaz de cambiar el organismo. Por lo demás, así­ es como funcionaba la sanación antes del desarrollo de la medicina. La gente sanaba con los chamanes, con las manos… pero eso no puede vender y por eso la medicina y las empresas farmacíéuticas no quieren ir por ese camino. Saben que el pensamiento positivo, el placebo, puede sanar, y tambiíén que el pensamiento negativo puede matar. Si el míédico te dice que tienes cáncer, aunque no tengas cáncer, si lo crees, crearás la quí­mica que generará cáncer”.

El poder de la mente humana para la autocuración

El Dr. Lipton advirtió en un capí­tulo de su obra, eso sí­, que vivir en un entorno sano no significaba necesariamente que podí­amos curarnos de algunas enfermedades en forma automática. “No es tan fácil, porque la mente interpreta. Puede suceder que estemos en un entorno muy sano y que la mente lo lea como un entorno negativo o perjudicial. Entonces crea una quí­mica que hará a mi cuerpo enfermar. Y esto nos sirve para entender cómo funciona un placebo. Si cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, si tomo una pí­ldora porque creo que me va a traer salud, íésta supuestamente me mejora y me sana, pero la pí­ldora podrí­a ser de azúcar. Y la pí­ldora en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo”.

El biólogo molecular detalla que la mente humana actúa de manera muy particular, pues “si cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo, entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa quí­mica trae salud a las cíélulas. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estríés, que frenan el crecimiento del cuerpo y apaga el sistema inmunitario. Por eso cuando estás bajo mucho estríés, te enfermas. Y debo decir que, si tomamos una muestra de sangre de cada persona, descubrimos que todos tenemos cíélulas cancerí­genas. Las tenemos siempre, pero si está funcionando el sistema inmunitario, no pueden crecer, y, una vez que se apaga el sistema inmunitario, proliferan”.

El poder del subconsciente humano

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Bruce Lipton afirma tambiíén en su libro que, en la mente, quien realmente tiene el poder es el subconsciente, y que la personalidad y la salud de los individuos se conforma como un «aprendizaje» en el vientre materno y en la niñez hasta aproximadamente los seis años. “El subconsciente es millones de veces más poderoso y más importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95 por ciento del tiempo, pero no lo podemos controlar. Lo puedes reprogramar. La información del subconsciente se recibe en los primeros seis años de vida. Eso que aprendiste en esos años se convierte en el conocimiento fundamental de tu vida. Por tanto, hay muchos estudios que demuestran que las enfermedades que tenemos de adultos, como el cáncer, tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos en los primeros seis años de vida. Es decir, los niños absorben tambiíén sus enfermedades o sus actitudes negativas, y así­ se “programa” su subconsciente. ¡Quíé gran responsabilidad para los padres! Está demostrado que si un niño adoptado vive en su familia casos de cáncer, en su madurez puede padecer cáncer, aunque su geníética sea diferente. Si te enseñaron a maltratar tu cuerpo con mala información, destruirás el vehí­culo de tu cuerpo, cuyo conductor es la mente. El futuro es una mejor educación para los niños, incluso en la etapa prenatal.”

Energí­a vital que se transfiere

El doctor Bruce Lipton, al contrario que otros colegas de su especialidad, tambiíén sostiene que la energí­a vital de un ser humano no necesariamente muere con la muerte fí­sica, dando pie a fenómenos como la reencarnación. “Para explicar esto de forma gráfica, dirí­a que el cuerpo es como un televisor: mis antenas captan y reproducen un programa televisivo de Bruce. Esos receptores recogen esa transmisión. Si estoy viendo la tele y se estropea el tubo de la imagen, ha muerto el televisor, pero sigue la transmisión. Pero si otro ser tiene los mismos receptores que tienes tú, volverás a estar trasmitiendo lo mismo, pero en otro cuerpo. Esto explica la reencarnación y quiere decir que el cuerpo puede ir y venir, pero la transmisión siempre está ahí­. Nunca habí­a creí­do en el espí­ritu, pero cuando comprobíé esto en la cíélula me cambió la vida entera. La pregunta que me planteíé es: ¿por quíé esa duplicidad? ¿Por quíé tenemos un espí­ritu y un cuerpo? Y la respuesta vino de mis cíélulas: si sólo existiera el espí­ritu, ¿Cómo síé a quíé sabe el chocolate? Y sí­ sólo tengo una parte fí­sica y no una parte espiritual, ¿Cómo puedo experimentar y emocionarme con una puesta de sol? ¿Y cómo voy a sentir cuando estoy enamorado? La lección más importante de todo esto es que estar vivo es un regalo, y que hay que experimentar alegrí­a por todo lo que podemos sentir. Cuando hagamos eso, todo el mundo estará más sano”.