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Autor Tema: Guerra sucia contra los pueblos del maí­z…  (Leído 73 veces)

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Guerra sucia contra los pueblos del maí­z…
« en: Septiembre 02, 2015, 06:43:59 pm »
Por… Silvia Ribeiro



El 19 de agosto 2015, el juez Francisco Peñaloza Heras, del Juzgado XII de Distrito en Materia Civil, canceló la medida precautoria que desde hace dos años mantiene suspendida la siembra de maí­z transgíénico en Míéxico en respuesta a una demanda colectiva por los daños que estos granos causan a la biodiversidad y la salud. Sin embargo, la suspensión sigue vigente, ya que su decisión fue inmediatamente apelada por Colectivas AC, representantes legales de la colectividad de 53 ciudadanos y 20 organizaciones que presentaron la demanda en 2013.

La forma en que el juez Peñaloza tomó la decisión, ignorando los argumentos de los demandantes y cientí­ficos independientes, pero basándose en los dichos de Monsanto y otras empresas, es otro escalón en la guerra sucia contra el maí­z campesino y los pueblos del maí­z.

En sincroní­a con su decisión, las trasnacionales de transgíénicos desataron un aluvión de comentarios a la prensa asegurando que estaba liberada la siembra. Como denunció Reníé Sánchez Galindo, abogado de la colectividad demandante, “Monsanto inició una nueva campaña de mentiras, ya que es falso que la siembra de maí­z transgíénico estuviera liberada”.

Las mentiras de la empresas de transgíénicos no se limitan solo a los aspectos legales de la demanda. Dedican mucho tiempo y recursos a falsear datos ¬para ocultar lo que realmente pasa con los transgíénicos en los paí­ses donde su siembra es masiva, como Estados Unidos, paí­s sede de Monsanto.

La realidad, basada en estadí­sticas oficiales de ese paí­s durante casi dos díécadas (no en estudios puntuales financiados por las empresas que toman datos parciales) muestra que los transgíénicos son más caros que los hí­bridos que ya existí­an, que en promedio su rendimiento es menor y que han provocado un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, con efectos devastadores en suelos, agua, y surgimiento de más de 20 “supermalezas” resistentes al glifosato. La industria afirma que el maí­z manipulado con la toxina Bt disminuyó el uso de agrotóxicos, pero omite explicar que las plagas se han ido haciendo resistentes al Bt, y que luego de una inicial disminución, el uso de agrotóxicos ha ido aumentado cada año. Por ello, las empresas están abandonando la venta de semillas de maí­z Bt, para vender maí­ces transgíénicos con rasgos apilados, o sea junto a Bt, tolerantes a uno o más herbicidas de alta toxicidad, como glifosato, glufosinato, dicamba y hasta 2,4-d, con lo cual el aumento del uso de tóxicos se multiplica vertiginosamente.

Las empresas aseguran tambiíén que es posible la “coexistencia” de maí­z transgíénico con el maí­z campesino. Existen múltiples estudios cientí­ficos y estadí­sticas en muchos paí­ses que demuestran lo contrario: donde hay cultivos transgíénicos, siempre habrá contaminación, sea por el polen llevado por viento e insectos (a distancias mucho mayores de las “previstas” por las leyes) o por el trasiego en transportes, almacenamiento, puntos de venta, donde no hay segregación de transgíénicos y otras semillas. Muchos estudios en Míéxico, incluidos los de la propia secretarí­a de medio ambiente (Semarnat), muestran cientos de casos de contaminación transgíénica de maí­ces campesinos, aún cuando su siembra es ilegal. Legalizar la siembra aumentarí­a brutalmente esa contaminación que amenaza directamente la biodiversidad y el patrimonio geníético agrí­cola más importante de Míéxico, legado por los millones de campesinos e indí­genas que lo crearon y lo siguen manteniendo.

En Estados Unidos la contaminación transgíénica es omnipresente. Monsanto hizo de ello un negocio: demanda a las ví­ctimas de contaminación transgíénica por uso de sus genes patentados, lo cual le ha redituado cientos de millones de dólares en juicios o acuerdos fuera de juicio. Recientemente Monsanto declaró que no va demandar a agricultores en Míéxico. Serí­a absurdo creerlo. Por supuesto lo harán, cuando tengan las condiciones para ello. Ya desde 2004, Monsanto publicaba en periódicos de Chiapas avisos que advertí­an que el que usara “ilegalmente” sus genes patentados en “importación, siembra, guarda, comercialización o exportación” podrí­a sufrir cárcel y multas mayores. Además instigaban a que si usted “conoce alguna situación irregular”, se contactara con Monsanto, para evitar ser acusado de “cómplice”. Si no siguió adelante fue porque no tení­a el marco legal para ello, tema que ahora presionan por corregir.

Las trasnacionales mienten cuando afirman que los transgíénicos son inocuos a la salud. De partida, los cultivos transgíénicos tienen un nivel hasta 200 veces más alto de residuos de glifosato, herbicida que la OMS declaró cancerí­geno en marzo 2015. Y casi cada mes se publican nuevos artí­culos con evidencia de daños de los transgíénicos a la salud o al medioambiente.

Por ejemplo, el 14 de julio 2015, la revista cientí­fica arbitrada Agricultural Sciences, publicó una investigación del Dr. Shiva Ayyadurai, que muestra que la soya transgíénica acumula formaldehí­do, sustancia cancerí­gena, junto a una disminución drástica de glutatión, antioxidante esencial para la desintoxicación celular. El estudio analizó 6497 experimentos de 184 instituciones cientí­ficas en 23 paí­ses. El estudio pone de manifiesto la invalidez del principio de “equivalencia sustancial” que se aplica para evaluar transgíénicos, alegando falsamente que son “equivalentes” a los convencionales. Existe gran desconocimiento de cómo la transgenia afecta la biologí­a del maí­z y quíé impacto tiene en la biodiversidad y en la salud de la población de Míéxico, donde el maí­z se consume más que en ningún otro paí­s.

La guerra recrudece, pero tambiíén crecen las muchas resistencias, como la “moratoria popular” de no permitir transgíénicos en nuestros campos y mesas, y eso, no va a terminar.



Suerte en sus vidas…



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