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Autor Tema: La estabilidad financiera segíºn el FMI...  (Leído 66 veces)

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La estabilidad financiera segíºn el FMI...
« en: Octubre 10, 2015, 08:52:03 pm »
Por...  Iván Alonso




En una entrevista periodí­stica publicada el último domingo, Christine Lagarde, directora gerenta del Fondo Monetario Internacional, encomia a los reguladores bancarios del mundo por haber establecido requerimientos más estrictos de capital, lo cual deberí­a contribuir a la estabilidad financiera. Una visión, para ser justos, compartida por gran parte de la comunidad financiera y de la academia. Lo que no queda del todo claro en la mente de este economista desregulado es de quíé manera una mayor exigencia de capital reduce el riesgo de que los ahorristas no puedan recuperar sus depósitos, que es, si no la única, la principal razón para preocuparse por la estabilidad financiera.

Supongamos que el regulador le ordena a un banco que aumente su capital. Los accionistas cumplen con hacer un aporte. Pero ¿quíé es exactamente lo que aportan? Podrí­an, por ejemplo, aportar inmuebles, que el banco despuíés utiliza para trasladar allí­ las agencias que funcionan en locales alquilados. Más inmuebles en el lado izquierdo del balance implican más capital en el lado derecho. ¿Sirve ese capital para devolver a los ahorristas sus depósitos, en caso el banco no pueda recuperar la totalidad de los príéstamos que ha otorgado? No, a menos que se puedan vender los inmuebles rápidamente sin tener que bajarlos de precio.

El regulador indudablemente preferirí­a que el aporte se hiciera en efectivo. Pero eso no resuelve el problema. Un aporte en efectivo significa que el banco puede hacer más príéstamos y tambiíén, por lo tanto, que puede perder más plata. Su capacidad para responder por los depósitos del público no necesariamente será mayor de lo que hasta entonces habí­a sido. El regulador tendrá que exigir que el aporte quede inmovilizado en la bóveda, con el objeto de que haya más capital para el mismo volumen de príéstamos. Pero, para mantener su rentabilidad, los bancos tratarán de cambiar la composición de su cartera, reemplazando los príéstamos menos riesgosos por otros más riesgosos, que son los que pagan las tasas de interíés más altas.

En todo orden de cosas, la gente suele reaccionar de una forma que lleva a resultados distintos de los que esperaban los reguladores. La regulación financiera no es una excepción.

Hay una presunción de que los dueños de los bancos no pondrán por propia voluntad todo el capital necesario para aislar a sus depositantes de las píérdidas crediticias; o que asumirán riesgos excesivos para el capital con que cuentan. Pero en esto no tienen por quíé ser diferentes a los demás empresarios. No quieren conscientemente perder su negocio por una acumulación de malas deudas que lo descapitalicen completamente. No quieren tampoco arriesgar las utilidades futuras por una ganancia de corto plazo.

Decir que los bancos deben tener como mí­nimo un capital equivalente al 8% o al 10% o a cualquier otro porcentaje de sus príéstamos es esencialmente una cuestión subjetiva. Parte de una idea acerca de la frecuencia con la que sus clientes no estarán en capacidad de pagar sus deudas y de cuánto consideren recuperable mediante la ejecución de sus garantí­as. Una idea basada ya sea en la experiencia o en la confianza sobre su proceso de evaluación crediticia. Y, con todo respeto, no creemos que los reguladores, en general, estíén mejor informados o motivados para decidir cuánto riesgo debe asumir un banco.


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