Por... Martin Wolf
La economía mundial se está desacelerando, tanto estructural como cíclicamente. ¿Cómo pudieran responder las políticas? Con desesperadas improvisaciones, sin duda alguna.
La economía mundial se está desacelerando, tanto estructural como cíclicamente. ¿Cómo pudieran responder las políticas? Con desesperadas improvisaciones, sin duda alguna. Las tasas de interíés negativas ya han pasado de lo impensable a la realidad. El siguiente paso es probable que incluya la expansión fiscal. De hecho, esto es lo que recomienda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) — la cual ha sido durante mucho tiempo entusiasta de la austeridad fiscal — en su informe provisional de perspectivas económicas. Pero es poco probable que eso represente el final. La expansión fiscal pudiera conllevar apoyo monetario directo, incluyendo la política más radical de todas: la introducción del “dinero helicóptero†recomendada por el fallecido Milton Friedman.
Más recientemente, íésta es la política prevista por Ray Dalio, fundador del fondo de cobertura Bridgewater. í‰l argumenta que la economía mundial no sólo se está desacelerando, sino que “la política monetaria 1†— unas menores tasas de interíés — y “la política monetaria 2†— la flexibilización cuantitativa — se han mayormente agotado. Por lo tanto, Dalio aseguró que el mundo necesitará una “política monetaria 3†expresamente dirigida a fomentar el gasto. El implementar una necesaria política de este tipo tambiíén es la recomendación de Adair Turner, expresidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, en su libro ‘Between Debt and the Devil’ (Entre la deuda y el diablo).
¿Quíé pudiera conducir al mundo a utilizar tales medidas? La respuesta corta es que la economía mundial se está desacelerando de manera duradera. La OCDE ahora prevíé que el crecimiento de la producción mundial en 2016 “no va a ser mayor que en 2015, en sí el más lento durante los últimos cinco añosâ€. Detrás de esto se halla una realidad simple: el exceso de ahorro mundial — la tendencia de los ahorros deseados a subir más que la inversión deseada — está creciendo y, por lo tanto, el “ síndrome de deficiencia de demanda crónica†está empeorando.
Esta etapa de debilidad de la demanda debe considerarse dentro de su contexto histórico. La tasa de interíés real a largo plazo en valores seguros ha estado disminuyendo desde hace al menos dos díécadas. Ha estado cerca de cero desde la crisis financiera de 2007-09. Antes de eso, un insostenible auge crediticio occidental compensó la debilidad de la demanda. Posteriormente, los díéficits fiscales, las tasas de interíés cero y las expansiones de los balances de los bancos centrales estabilizaron la demanda en el Occidente, mientras que una expansión del críédito financió masivas inversiones en China. Las permisivas políticas monetarias occidentales y las permisivas políticas crediticias de China tambiíén impulsaron el auge de las materias primas despuíés de la crisis, aunque el excepcional crecimiento de China fue el factor más importante.
El fin de estos auges crediticios es una importante causa de la díébil demanda actual. Pero la demanda tambiíén es díébil en relación con una desaceleración del crecimiento de la oferta. A nivel mundial, el crecimiento de la oferta laboral y de la productividad laboral ha caído fuertemente desde mediados de la díécada pasada. Un menor crecimiento de la producción potencial en sí debilita la demanda, ya que reduce la inversión, siempre un motor esencial del gasto en una economía capitalista.
Los legisladores deben prepararse para una nueva “nueva normalidad†en la que las políticas se vuelvan más incómodas, menos convencionales, o ambas.
¿Puede el mundo escaparse de la debilidad crónica de la demanda? Absolutamente sí.
¿Podrá hacerlo? Eso exige más audacia.