Por... Manuel Suárez-Mier
Manuel Suárez-Mier analiza los riesgos que corren los países avanzandos al endeudarse cada vez más.
Según muchos economistas neokeynesianos, la ciencia económica atraviesa por una revolución intelectual sobre el papel de la deuda pública. Los países avanzados, dicen, deben aprovechar la oportunidad de las bajas tasas de interés para endeudarse y gastar sin límite para alentar sus economías.
No me refiero a los postulantes de la “teoría monetaria moderna” que crearon un mundo mágico en el que los recursos son infinitos pues los bancos centrales pueden emitir todo el dinero que quieran sin que pase nada, pues ellos están en el ámbito de la antieconomía.
Quienes proponen el nuevo paradigma son ganadores del Nobel, como Stiglitz y Krugman, o han tenido elevadas posiciones, como Summers (Tesoro), Furman (consejero presidencial) y Blanchard (FMI), y todos son ilustres maestros de Harvard, MIT y Columbia, ¡que hallaron la Piedra Filosofal!
Afirman que, a pesar de que el futuro es desconocido y que las razones precisas para la caída en las tasas reales de interés no están claras, su tendencia se debe a cambios estructurales en la economía que requieren suplir el pensamiento sobre política económica, como pasó cuando el keynesianismo se abandonó a resultas del estancamiento con inflación de los años 1970s.
Su análisis parte de observar que la caída en tasas coincide con aumentos masivos en los déficit públicos, la expansión en la seguridad social y una caída aguda en impuestos al capital, todo lo cual debiera llevar a mayores tasas de interés si el comportamiento del sector privado no se hubiera alterado.
Ello se debe, según ellos, a la mayor oferta de ahorro debida a expectativas de vida más larga, creciente incertidumbre y desigualdad en la distribución de la riqueza, al tiempo que la demanda de capital cae por cambios demográficos y tecnológicos que afectan los patrones de consumo y la conducta empresarial.
Esta explicación me recuerda el título del gran texto de Reinhardt y Rogoff, Esta vez es distinto: Ocho siglos de locura financiera, que sustentaba que cada vez que la comunidad de negocios negaba que había una burbuja financiera a punto de reventar, aducía que ahora las circunstancias eran otras y que había problema.
¿Cuánta deuda puede emitir el gobierno? No es suficiente que el emisor asegure poder pagar los intereses porque debe también mostrar que puede restituir el principal y renovar su deuda sin problema, lo que requiere que quien la adquiera tenga la certidumbre que el gobierno tendrá recursos suficientes para cubrir sus deudas con los ingresos que recibirá en el futuro.
Muchos mercados emergentes han enfrentado la imposibilidad de colocar su deuda, a pesar de ofrecer elevadas tasas de interés, al perder la confianza de los mercados en su capacidad para remplazar con nuevas emisiones la deuda que se amortiza.
El peligro que enfrentan los países avanzados de seguir endeudándose sin medida es una crisis financiera mayúscula, con enorme incertidumbre y elevada inflación, que sería el único medio para extinguir su deuda, con cargo a los más pobres.