Si el hombre más rico de China sabía que estaba a punto de convertirse en la baja más prominente de la relación de amor y odio que tiene su país con el capitalismo, no lo mostró en agosto pasado.
Huang Guangyu, hijo de un campesino que se hizo multimillonario construyendo Gome Electrical Appliances Holding Ltd. de la nada, esbozó planes para continuar con la expansión de su cadena de electrodomíésticos. Su compañía ya contaba con 800 tiendas en todo el país.
Les dijo a los miembros del Directorio reunidos en las oficinas alfombradas color malva de la compañía, 61 pisos por encima del puerto de Victoria en Hong Kong, que la ganancia de Gome se había triplicado en el primer semestre de 2008.
Los directores almorzaron platos cantoneses ordenados a Man Wah, uno de los más lujosos restaurantes de la ciudad. “Fue una reunión muy agradable, conversamos muchoâ€, dijo Mark Greaves, máximo responsable del banco de inversión Hanson Capital, de Londres. Greaves no ha visto ni ha hablado con Huang, de 39 años, desde entonces.
Una mañana de noviembre, el atildado magnate de cara infantil no apareció, tampoco su limusina Maybach. El 24 de noviembre, la compañía dejó de negociar sus acciones en la Bolsa.Tres días más tarde, la Policía de Pekín reveló que uno de los empresarios chinos era investigado por manipulación de acciones y estaba en la cárcel.
Durante el auge de 30 años que vivió China, los inversores extranjeros apostaron a los llamados capitalistas rojos: multimillonarios que surgían como símbolos de la nueva riqueza del país. Pero hoy en la crisis, los despidos masivos y la corrupción cambiaron el panorama.