Por... Rodrigo Botero Montoya
El cambio en las relaciones de poder entre las naciones rara vez ocurre de manera tranquila.
El surgimiento de una nueva potencia, o el debilitamiento de una potencia establecida, genera discontinuidades en las relaciones internacionales que suelen estar acompañadas de turbulencia. Durante el siglo XX, los intentos de Alemania y de Japón de modificar por la fuerza los equilibrios de poder que prevalecían en sus respectivas regiones tuvieron consecuencias que todavía perduran.
El mundo tuvo la fortuna de experimentar una modificación pacífica del equilibrio precario de poder militar, gracias al colapso del comunismo a partir de 1989 y la subsiguiente disolución del imperio soviíético.
Por lo general, las repercusiones de cambios significativos de poder económico relativo entre las naciones son menos traumáticas que las modificaciones en el equilibrio de poder militar. La prominencia económica mundial se trasladó del Reino Unido a los Estados Unidos el siglo pasado, por razones similares a las que condujeron a que ímsterdam le cediera a Londres el liderazgo comercial y financiero internacional en el siglo XVII.
En la actualidad, se observa la existencia de un mundo unipolar en materia militar, fenómeno que coincide con el debilitamiento gradual de la economía estadounidense. La superioridad militar de Estados Unidos sobre cualquier adversario eventual, es indiscutible. El poderío militar norteamericano carece de rivales, ya sea que íéste se mida en tíérminos de presupuesto, de armamento o de avance tecnológico.
La diferencia con las demás naciones, amigas o adversarias, es de tal magnitud que el surgimiento de una potencia rival en el mediano plazo parece poco previsible.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se encontraba en una posición de supremacía económica comparable a la que tenía en el terreno militar. Esa simetría ha dejado de existir. La supremacía militar continúa. Más aún, se ha incrementado con la desaparición de la Unión Soviíética.
En cambio, la supremacía económica y financiera pertenece al pasado, al menos en tíérminos relativos. Las potencias tradicionales se recuperaron despuíés de la devastación de la última guerra mundial. Han aparecido nuevos protagonistas económicos en el denominado Tercer Mundo. Y durante los últimos años, la irresponsabilidad fiscal y el desgreño financiero han debilitado la solidez de la economía norteamericana. Estados Unidos se ha convertido en un país deudor que depende de los flujos de recursos externos para financiar su insuficiencia de ahorro interno.
El desacoplamiento que ha tenido lugar en Estados Unidos es entre su poderío militar y la solvencia económica requerida para hacerlo efectivo, sin desatender las prioridades domíésticas inherentes a un Estado de bienestar moderno.
Esa dicotomía entre el gasto militar necesario para cumplir con las responsabilidades de una potencia mundial y la capacidad económica para financiarlo con holgura, es insostenible a largo plazo. A corto plazo, está haciendo necesario tratar de equilibrar las exigencias del aparato de defensa nacional con las nuevas limitaciones presupuestales originadas en una situación económica precaria.
Este es el tema que desarrolla Michael Mandelbaum en The Frugal Superpower: America's Global Leadership in a Cash-Strapped Era (2010). Mandelbaum sostiene que, hasta hace poco, las intervenciones militares de Estados Unidos por fuera de sus fronteras se asumieron sin cuestionar su costo. Esa situación ha cambiado.
El secretario de Defensa, Robert Gates, ha ordenado una reducción en el presupuesto del Pentágono. El principal asesor militar del presidente Obama, Almirante Michael Mullen, considera que el fuerte aumento en el nivel de la deuda pública es el principal reto a la seguridad nacional norteamericana.
Según Mandelbaum, Estados Unidos ha sido criticado por tener demasiado poder. El debilitamiento actual de Estados Unidos puede tener otros inconvenientes.