La crisis ha adelantado el despertador del gigante asiático y su economía ya actúa como cabeza tractora de la recuperación mundial. Sin embargo, su motor corre el riesgo de pasarse de revoluciones. Cómo rebajarlas es un asusto clave para los mercados mundiales.
China tiene un plan. Mejor dicho, hasta ahora ha tenido 11, desde que en 1953 comenzó a diseñar programas quinquenales en los que define las líneas cardinales de su estrategia política y económica para el siguiente lustro. Y el próximo, el duodíécimo, ya se encuentra en la cocina. Su aprobación se producirá en marzo de 2011.
En otros tiempos, los mercados hubieran pasado de íél. Ahora, no. La crisis ha modificado el rol del gigante asiático en la economía mundial. Ya no es una promesa, sino una realidad, hasta el punto de que actúa como la cabeza tractora de la recuperación. Con un crecimiento que aún evoluciona a tasas superiores al 10 por ciento, constituye el principal aval de quienes proclamaron la tesis del desacoplamiento (decoupling), que establecía que esta vez los países emergentes iban a ser capaces de no constiparse aunque Estados Unidos estornudara.
Todo un íéxito, sí, pero que contiene serios peligros. Sobre todo uno: que China se pase de rosca. O como suele decirse, que su economía se recaliente. Varios síntomas confirman esta amenaza. El primero, y más notable, consiste en las burbujas crediticia e inmobiliaria que padece el país. Y el segundo, el repunte de la inflación. Entre agosto de 2009 y de 2010, los precios subieron un 3,5 por ciento, el ritmo más alto desde octubre de 2008.
Por el momento, Pekín los ha tolerado. Ha interpretado que, dadas las extraordinarias circunstancias por las que transita la economía mundial y el bache que sufrió China en 2009 ?su crecimiento se situó por debajo del 7 por ciento?, resultaba más aconsejable mandar estímulos fiscales y hacer la vista gorda con los problemas financieros y residenciales. Pero esta estrategia no durará siempre. Y el duodíécimo plan quinquenal lo puede confirmar. "Pensamos que se podría recortar el objetivo de crecimiento en los próximos cinco años hasta niveles del 6-7 por ciento, frente al 7,5-8 por ciento actual, más acordes con la necesidad de facilitar un cambio de modelo de crecimiento más enfocado en el consumo y servicios, frente al actual de inversión y exportaciones", avisa Josíé Luis Martínez Campuzano, estratega en España de Citi.
¿Cómo y cuánto?
Para los mercados internacionales, tanto lo que depare el plan quinquenal como cualquier otra medida que busque bajar de revoluciones el motor económico del gigante asiático resultará determinante. O lo que es lo mismo, si Pekín quiere pisar el freno, los restantes mercados mundiales lo notarán.
Un menor crecimiento chino repercutirá en la demanda de materias primas y la actividad económica y económica mundial. Y afectará, por tanto, a los mercados bursátiles, de materias primas, de divisas y de deuda pública. ¿En quíé sentido? Como supondría un freno para la recuperación mundial, perjudicaría en un principio a los activos con riesgo (bolsa y materias primas) y beneficiaría a los refugios (deuda pública, yen, dólar y oro).
En este sentido, la clave residirá en cómo y cuánto enfriará su crecimiento. A la primera incógnita ha comenzado a darle respuesta con su divisa, el yuan, a la que Pekín ha concedido un mayor margen de subida. En septiembre, se ha apreciado un 1,7 por ciento contra el dólar, hasta los 6,685 yuanes, con lo que se encuentra enmáximos desde 1993, y desde junio acumula un avance del 2,2 por ciento.
De este modo, sale del letargo al que estuvo sometido por las autoridades chinas tras el terremoto provocado por la quiebra del banco Lehman Brothers en 2008. Ahora, con una divisa más fuerte, buscan un aliado para atajar las presiones inflacionistas. En este sentido, el consenso de mercado recogido por la agencia financiera Bloomberg prevíé que el yuan terminará 2011 en las 6,4 unidades por dólar, un 4,3 por ciento por encima de su cambio actual.
Pero los expertos esperan más. Por un lado, un nuevo repunte de los coeficientes de reservas que las autoridades exigen a los bancos privados, una iniciativa ya empleada en distintas ocasiones y con la que buscarían frenar la actividad crediticia. Actualmente, el coeficiente requerido a las grandes entidades asciende al 17 por ciento. Y por otro, el incremento de los tipos de interíés, que permanecen anclados en el 5,31 por ciento desde 2008, y que las previsiones actuales ven en el 5,5 por ciento en los próximos meses.
Estos son los medios. Lo difícil será la intensidad de la aplicación, que determinará cuánto se enfriará China. Por el momento, las expectativas contemplan que la economía, que este año crecerá en torno al 10 por ciento en 2010, se moderará al 8,9 por ciento en 2011. Pero falta la última palabra. Y la pronunciará el plan quinquenal.