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Autor Tema: La integración energíética en transición...  (Leído 340 veces)

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La integración energíética en transición...
« en: Septiembre 10, 2011, 11:23:12 am »
Por...  Gerardo Honty
 

La integración energíética en Amíérica del Sur sigue enfrentando problemas.  Entre las últimas controversias se encuentran las trabas en exportar energí­a desde Paraguay hacia Uruguay que levanta el gobierno argentino.  Le anteceden las dificultades de Bolivia para cumplir con sus compromisos hacia Argentina y Brasil, los incumplimientos de Argentina con Chile y la antigua batalla de Paraguay por obtener mejores precios por la electricidad que vende a Argentina y Brasil.
 
Hidroelectricidad
 
Paraguay es el paí­s con mayor excedente de electricidad de la región, basada en las represas de Itaipú (compartida con Brasil) y Yacyretá (con Argentina).  Desde que Fernando Lugo asumió la presidencia del Paraguay, ha batallado por conseguir mejores precios para su energí­a, y liberarse de la vieja imposición de venderles obligatoriamente toda su energí­a excedente.
 
En el caso de Itaipú, Paraguay recibí­a hasta hace poco unos 100 millones de dólares al año por la venta de energí­a a Brasil, pero las autoridades paraguayas estiman que el paí­s deberí­a recibir diez veces mas si la electricidad se cotizara al valor del mercado.  Por un acuerdo celebrado en 2009, luego de arduas negociaciones, Brasil aumentó la tarifa de la electricidad proveniente de Itaipú (de US$ 2,7 a US$ 8,4 el MWh), por lo que en la actualidad Paraguay ahora triplicó sus ingresos a 360 millones de dólares al año.
 
El 98% de la electricidad que genera Yacyretá es enviada a la Argentina.  Al igual que en el caso anterior, Asunción estima que el precio que paga Argentina (entre US$ 8 y US$ 30 el MWh) es mucho menor al precio de mercado (US$ 80 a US$ 100).  Pero además, los dos paí­ses mantienen un litigio por la posibilidad de vender parte de la energí­a de Yacyretá a terceros paí­ses.
 
En particular están muy avanzadas las negociaciones para que Paraguay exporte energí­a a Uruguay, ya sea de la propia Yacyretá o de una represa interior, propiedad exclusiva de Paraguay (Acaray, 210 MW).  Pero esta energí­a deberí­a atravesar el territorio argentino y el gobierno de este paí­s aún no ha autorizado esta posibilidad.
 
“En mi opinión rige el Tratado de Asunción, en que la Argentina no tendrí­a que poner ninguna traba abierta o encubierta que impida la libre circulación de bienes y servicios”, dijo Ricardo Canese, Coordinador de la Comisión de Entes Binacionales Hidroelíéctricos en declaraciones publicadas por el diario paraguayo La Nación.  Canese fue enfático al señalar que la presidenta Cristina Fernández, ya en diciembre del 2008 se comprometió a permitir el paso de la energí­a paraguaya con destinos a Chile y a Uruguay, pero de todos modos se imponen trabas.  El director de energí­a de Uruguay, Ramón Míéndez, apunta en la misma dirección, señalando que Paraguay desea ir mas allá de sus compradores compulsivos, pero que se traba debido a la pretensión argentina de internalizar la energí­a paraguaya para luego re-exportarla, en lugar de permitir un simple tránsito.  En el fondo están en debate la validez de los acuerdos de libre tránsito alcanzados en el seno del Mercosur.
 
Gas natural
 
En este caso, Argentina está preocupada por los incumplimientos de los compromisos asumidos por Bolivia de entregarle 27,7 millones de metros cúbicos de gas natural diarios a partir de 2010.  Bolivia produce entre 38 y 43 millones de m3/d de los cuales aproximadamente 30 millones se destinan a Brasil y 7 millones son aprovechados en su mercado interno.  Argentina ha estado recibiendo en estos últimos años apenas entre 2 y 7 millones de m3 de gas al dí­a, algo muy escaso frente a su consumo diario de 144 millones de m3.
 
Esa escasez tuvo repercusiones adicionales en las exportaciones de gas de Argentina a Chile.  Entre 1996 y 1999 Chile construyó 7 gasoductos hacia Argentina y llegó a importar unos 25 millones de m3/d, hasta que en 2004 comenzaron las restricciones.  A los problemas internos de Argentina que no pudo ampliar su producción gasí­fera, se le sumaron los de Bolivia que tampoco logró concretar inversiones para ampliar su propia producción.  Actualmente Chile ha construido dos plantas regasificadoras (Quintero y Mejillones), con las que espera abastecerse a partir de gas licuado importado.
 
Brasil tambiíén ha tomado sus recaudos desde la nacionalización del gas boliviano llevada adelante por Evo Morales.  Sus previsiones a futuro son mantener los 30 millones de m3 diarios de origen boliviano, pero sumarle gas a partir de recursos propios o por la importación de gas natural licuado (GNL).  Si el gas natural boliviano representaba más del 40% de la oferta interna brasileña en 2006, para el año 2012 se estima que descenderá a un 22%.
 
Modalidades de la integración
 
Esto muestra que la integración energíética regional está cambiando.  Mientras que en las díécadas de 1980 y 1990 era funcional a una estrategia de liberalización de los mercados que buscaba favorecer los desarrollos empresariales del sector energíético, con la interacción de particulares y gobiernos.
 
Con la entrada del nuevo siglo, los paí­ses suramericanos han iniciado un proceso de retoma del control del sector y la integración energíética en este nuevo contexto requiere de una modalidad más centralizada.  La idea de una interconexión internacional con libre acceso a las redes y las fuentes energíéticas era compatible con un libre funcionamiento de los mercados.  Hoy, ante la presencia de gobiernos que procuran una mayor presencia en el diseño de la polí­tica energíética, la integración requiere de alguna forma de coordinación polí­tica supranacional.
 
El Consejo Energíético de Suramíérica (creado en 2008) y el Tratado Energíético Suramericano (aún en elaboración), son tibios pasos en ese sentido.  Las controversias entre paí­ses señaladas anteriormente son una prueba cabal de que aún se está lejos de ofrecer una plataforma polí­tica para una modalidad de integración energíética que pueda resolverlas.  Quizá estemos sufriendo los desacomodos que provoca la transición de un estilo de integración que ya no funciona hacia otro que aún está en preparación.


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