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Autor Tema: El gran fiasco de la alquimia financiera  (Leído 845 veces)

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El gran fiasco de la alquimia financiera
« en: Junio 29, 2008, 09:53:41 am »
El gran fiasco de la alquimia financiera


Por Ana B. Nieto para Cinco dí­as

Wall Street se dejó embriagar por una burbuja en el mercado de la vivienda. Todo irí­a bien mientras los precios subieran. Y así­ fue, hasta que bajaronEn portada: el fin de un ciclo.
 
La propiedad de una vivienda es el corazón del sueño americano'. Con esta frase, el presidente George Bush introdujo en 2002 lo que se llamó 'El reto de la propiedad', una serie de medidas encaminadas a acabar con las diferencias en las tasas de propiedad que habí­a entre la mayor parte de la población y las minorí­as de EE UU. Eran cuatro medidas concretas para este programa que se encuadraba en su plan económico y social de la 'Sociedad de Propietarios'.

Desde entonces y hasta 2006 muchos ciudadanos, minorí­as o no, alcanzaron este sueño americano. No fue tanto por las medidas de la Casa Blanca como por el hecho de que Alan Greenspan bajó agresivamente los tipos de interíés para acabar con la breve recesión de 2001: la liquidez comenzó a fluir y los alquimistas de Wall Street idearon la manera de ganar dinero en el sector inmobiliario.

Hoy, un año despuíés de que estallasen las primeras costuras de este sistema puesto en marcha a principio de la díécada, es inevitable tener una sensación de díéjí  vu al examinar, con la perspectiva que da el tiempo, un fenómeno que no deja de deprimir a los mercados y a la economí­as. Esta crisis que empezó con el colapso de las hipotecas de alto riesgo, subprime, tiene algunos elementos de las más recientes.

Recuerda, en cierta medida, a la que se desató con la explosión del Long Term Capital Management, en 1998, porque en ella jugó un relevante papel el alto apalancamiento y elevado riesgo con los que operaba este hedge fund. La Reserva Federal tuvo que intervenir y con la excepción de Bear Stearns, que no quiso, la banca acudió a su rescate para evitar males mayores en los mercados. En esta crisis el críédito se ha volatilizado y el mercado está preso de shocks que ya han acabado con una firma de Wall Street. Ironí­as de la historia, esta vez fue Bear Stearns quien el pasado marzo vio su liquidez evaporada y tuvo que ser rescatada por la Fed y JPMorgan.

Tambiíén tiene un cierto parecido con la crisis puntocom de 2000. Entonces en Wall Street se hablaba de un 'nuevo paradigma', y a la hora de valorar las empresas de nueva creación se obviaban los manuales de los analistas de riesgos de toda la vida. Compañí­as que apenas tení­an mercado aún, nunca habí­an tenido beneficios (a veces, tampoco forma aparente de conseguirlos), recogí­an las más altas recomendaciones de los analistas. Amazon fue el ejemplo más llamativo. La empresa daba sus primeros pasos con lógicas píérdidas pero Henry Blodget, de Merrill Lynch, dijo que las acciones llegarí­an a los 400 dólares. Como ocurrió. Brevemente.

 
Los bancos hicieron más hipotecas para saciar el apetito del riesgo

   
La falta de diligencia y cuestionable innovación por parte del sector financiero tambiíén se dio en el caso de las hipotecas subprime.

Este críédito era de alto riesgo y tení­a como misión proveer de liquidez a quienes normalmente no cualificaban para este tipo de príéstamos. El calculado riesgo asumido por el banco lo pagaba el deudor con intereses más elevados que las hipotecas normales o prime.

Con esas premisas, el sistema funcionaba, pero se dio una vuelta de tuerca que nació al calor del creciente apetito del inversor por la alta rentabilidad que ofrecí­an las titulizaciones apoyadas en deuda hipotecaria. Eran mucho más apetecibles desde este punto de vista que los ultraseguros bonos del Tesoro en un ambiente en el que los tipos de interíés habí­an bajado hasta el 1% en junio de 2003.

El profesor de la Universidad de Wharton e inversor, Jeremy Siegel, afirmaba en un reciente estudio que 'en un ambiente de tipos de interíés extremadamente bajos, la gente estaba hambrienta por tener una mayor rentabilidad. Decí­an: 'Yo no quiero aceptar un 1% o un 2%, quiero algo más y ahí­ se encontraron con las titulizaciones avaladas por casas que nunca iban a perder su valor'.

Los bancos comenzaron a hacer cada vez más hipotecas para saciar este apetito y se empezaron a ofrecer príéstamos sin observarse los mí­nimos requisitos del riesgo. No era necesaria entrada, no se tení­an que documentar los ingresos y ni comprobar la solvencia del deudor. Además los bancos hicieron que estas hipotecas tuvieran tipos variables y uno de inicio muy bajo para captar a todos los clientes que fuera posible. Los bancos, como los brokers, tení­an el aliciente de hacer todas las hipotecas que pudieran para luego vender esa deuda a otro banco y que luego se troceara y se incluyera en paquetes estructurados calificados como Triple A.

La cantidad de hipotecas primaba sobre la calidad y mantení­a un mercado en el que todas las partes estaban satisfechas. Gente que no podí­a ni haber soñado con un críédito lo tení­a, las entidades hipotecarias, brokeres y Wall Street cobraban altas comisiones, los inversores tení­an sus instrumentos financieros de alta seguridad (aparente) y alta rentabilidad y además los constructores de viviendas no daban a basto surtiendo un mercado en el que el alza de precios carecí­a de sentido.

Todo se empezó a desmoronar a finales de 2006 y principios de 2007 cuando esta hipotecas subprime de tipo variable empezaron a ver las primeras subidas. Para los pequeños bolsillos de sus titulares, la duplicación de la cuota era algo que descabalgaba sus cuentas y que no habí­an entendido desde el principio.

La morosidad empezó a crecer, con ella los embargos y a continuación empezó a fallar toda la deuda estructurada en el mercado. Gran parte estaba aún en manos de los bancos, que han tenido que depreciar el valor de sus activos y restringir los príéstamos, ya no sólo por una falta de confianza, sino tambiíén de liquidez. Incluso lí­neas de príéstamos puente con clientes solventes se han cerrado y el mercado de la hipoteca Jumbo (príéstamos de más de 417.000 dólares no avalados por Fannie Mae y Freddie Mac) casi no se mueve.

Con esta paralización, la caí­da del precio de la vivienda no encuentra fondo, y la banca ha visto evaporarse la fuente de buena parte de su negocio y beneficios. Por último, esta crisis se parece tambiíén algo a la desatada por Enron. El fraude plagó buena parte de las operaciones de esta empresa y el fraude ha estado presente ahora.

El FBI ya ha detenido a 300 personas y tiene a 100 más acusados de engañar a ingenuos hipotecados. En Nueva York se ha detenido a dos gestores de hedge funds de Bear Stearns acusados de engañar a sus inversores sobre la solidez de sus apuestas. Las fiscalí­as de California e Illinois han interpuesto una demanda contra Angelo Mozilo, presidente y fundador de la mayor hipotecaria del paí­s, Countrywide. Les acusa de causar miles de embargos por las estrategias engañosas y arriesgadas utilizadas con personas que no entendí­an que su cuota mensual explotarí­a.

El otro punto en común con Enron es que pese a los esfuerzos de la Fed, la confianza en el sistema se ha resquebrajado y, de nuevo, toca curar unas heridas que esta vez han tocado el corazón del sueño americano.

LAS CIFRAS

1.600 millones de dólares de activos de dos fondos de Bear Stearns se volatilizaron hace un año. Fue la primera señal sobre la gravedad de la crisis.

350.000 millones de dólares es el ajuste a la baja en el valor de los activos hipotecarios de la banca.

83.000 empleos perdidos en la banca desde el inicio de la crisis. Se espera que el año que viene esta cifra pueda duplicarse.

Un engranaje de comisiones


El verano pasado D. F. recibió la llamada de su broker hipotecario. Le ofreció un príéstamo. '¡Hombre!, si casi no puedo pagar el que hicimos hace dos años'. 'Las cosas están mal', admití­a el broker.

Este es el sistema. En EE UU quienes quieren una casa acuden a brokers que buscan la mejor hipoteca para el cliente. Nadie regula a estos intermediarios.

Una vez cerrado el acuerdo, un banco hace el príéstamo. Al cabo del tiempo la entidad vende su cartera de hipotecas a otro banco o a Wall Street, de tal manera que el propietario sigue pagando sus cuotas, pero no siempre al mismo banco.

En Wall Street la deuda se tituliza y se integra en productos estructurados que logran mantener la AAA, es decir un riesgo mí­nimo y buena rentabilidad. Los inversores reclamaban más.

Todos los eslabones de esta cadena alimentan al anterior con comisiones. Lo que ha pasado con este sistema, ahora casi paralizado, es que se corrompió con lo que el presidente de la Fed describió como un fallo 'en la estructura de incentivos'. Los bancos necesitaban hacer hipotecas para vender a Wall Street y los brokers empezaron a ofrecerlas a quienes simplemente mostraran pulso regular. Los estándares crediticios se relajaron y los príéstamos que parecí­an tan atractivos se convirtieron en una maldición para sus titulares, máxime cuando el precio de la vivienda empezó a caer por debajo del valor del críédito. Las autoridades, ausentes en este fenómeno, quieren ahora regular esta cadena.