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Autor Tema: El Zorro y el Diablo  (Leído 3455 veces)

Zorro

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El Zorro y el Diablo
« en: Diciembre 04, 2007, 09:02:09 pm »
El Zorro y el Diablo

El invierno se habí­a apoderado del Bosque e imponí­a su ley, el frí­o y la nieve caí­an implacablemente sobre los habitantes. La consigna era resistir, subsistir como fuese hasta la Primavera. El Zorro, quizá  el más astuto habitante de esos lares, tambiíén tení­a sus problemas: comida escasa, y la falta de un buen habitáculo para huir del frí­o. Sus conocidas y habituales madrigueras no aislaban lo suficiente para escapar de los 10º bajo cero,  y las nuevas, las tení­a alquiladas por unos buenos puñados de oro al mes. El raposo estaba buscando una solución, y para ello recorrí­a el Bosque sin cesar.

- Tiene que haber algún sitio, decí­a, tiene que haber alguna cueva abandonada, algo.
- ¡¡¡Ufff!, que frí­o!!!.
Buscando y buscando, el cánido se adentro en terrenos desconocidos. El Zorro se notó un poco perdido:
- Vaya,  ¡nunca he estado por aquí­!. Que extraño paraje, ¡y parece que hace menos frí­o!.

¡De pronto!, a pocos pasos creyó ver una cueva, y se dirigió hasta ella todo decidido.

- Espero que no este habitada por un Oso, o algo peor.

Pensaba, mientras entraba en la gran y obscura cueva. El Zorro anduvo unos pasos, y preguntaba:
- ¿Hola, hay alguien?.

Nadie respondí­a. Siguió andando, ¡y de pronto!. ¡Cayó en un agujero que parecí­a no tener fin!. Comenzó a invadirle el miedo, y creyendo que ya no saldrí­a del percance, se despidió de los suyos, puso su alma en paz, y se abandonó al destino:

- Esto no tiene fin, pensaba.

Mientras, su viaje en el vací­o se eternizaba, y eternizaba, podrí­an ser segundos, quizá minutos, pero para el cánido era un suplicio.

- Bueno, acabaríé espachurrándome, que se le va hacer. Me perderíé la subida buena de la Bolsa, y darme la gran vida con el oro ganado. Que sea lo que el Dios del Bosque decida.

Pero este no lo habí­a abandonado: Comenzó a reducirse la velocidad de caí­da, y curiosamente, la temperatura se iba incrementando a medida que bajaba. El Zorro se dio cuenta, y los cambios llamaron su atención:
- Vaya, ¡aquí­ pasa algo!.

Finalmente llegó al suelo:

- ¡Caray!, que suerte!,  he llegado sano y salvo. ¡Uff!, ¡menos mal!.

Se recuperó, y comenzó a explorar el sitio, totalmente desconocido, oscuro, tíétrico, horripilante, y de mucho calor.

- ¿En donde estaríé?, se preguntaba, mientras sus pasos inseguros lo llevaban al lugar de más luz.

El Zorro comenzó a andar temeroso a travíés de un gran pasillo lleno de figuras y dibujos tan poco agradables, como poco tranquilizadores. Al final, alguien lo estaba esperando:

- ¿Quiíén eres, acaso el hermano de Rubalcaba?,  te pareces un montón.! Que feo es!, pensaba el Zorro.
- ¿Rubalcaba?. No, ese es un colaborador del exterior. Yo soy Lucifer, el Diablo.
- ¡El Diablo!, creí­ que eso eran cuentos de Zorro viejo.
- No, no lo son, y tu eres... ¡el Zorro del Bosque!.
- ¿Me conoces?.
- Ja, ja, ja, yo conozco a todo el mundo. ¿Quíé te trae por aquí­?. ¿Vienes a venderme tu alma?.
- Mi alma!, pensó el Zorro, bastante falto de liquidez. ¿Cuánto ofreces Diablo?.
- Todo el oro del mundo, ja, ja, ja.
-  Pues a lo mejor podemos llegar a un acuerdo, contestó el astuto cánido, mientras pensaba como escapar de allí­.

El Zorro trataba de ganar tiempo, mientras ingeniaba un  plan de fuga, y le daba cuerda al Diablo:

- ¿Y cuanto gastas al mes en gas Diablo?, aquí­ hace mucho calor!
- Lucifer  le respondió: No podrás salir de aquí­ si yo no lo deseo, relájate y aprende a adorarme. Todos los tesoros de la Tierra pueden ser tuyos si me sirves bien.
- ¿Tesoros?, quiíén piensa en Tesoros con el frí­o que hace, lo que yo quiero es un poco de esta calefacción, y que suba la Bolsa.
- Puedes tenerlo todo, solo tienes que servirme como a tu Rey.
- Es que yo no creo en las monarquí­as, sabes.
- Rey, tú Amo, tú Señor, que más da, si me sirves bien, serás esplíéndidamente recompensado.
- Es que verás Diablo, yo soy un ser independiente, y no me gusta, ni que me manden, ni que me vigilen a todas horas.
- Yo no soy ningún day-trader del mal Zorro, no puedo estar todo el dí­a delante de la pantalla, vigilando tus pecaditos, o los de cualquier otro ser del Universo. Yo soy el mal en si, y de mi mana incesantemente todo lo malíéfico.
- Entonces, ¿tu eres el responsable de que no me suban las ERCROS?. Ja,ja, ja. Esas son menudencias de Humanos, Zorro, ellos son los culpables de esos movimientos diabólicos de los mercados. Yo soy un mero espectador. Dentro de cada uno está lo malíéfico y lo divino, simplemente me dedico a promocionar mi producto: el mal. La competencia se dedica a lo contrario.
- Ya, pero no me dirás que tu producto es mejor.
- ¿Y que quieres que te diga?,  ¡claro que si!, es mejor.
- Pero Diablo, si tu eres el Señor de las venganzas, de las desdichas, de las guerras, del mal ajeno y propio, el culpable de lo de TERRA , y de otras enganchadas de la Bolsa.
- ¡Eh!,¡Eh!”,¡no me culpes de lo de TERRA!. En eso yo no tuve nada que ver. Si la codicia Humana es insaciable, no es mi culpa.
- Pero tu la alientas, la alimentas, la animas.
- Claro, no faltarí­a más, es mi disfrute, y mi obligación. Los seres de la Tierra estáis aprendiendo a conocer, a tratar, y a utilizar, la poderosa energí­a que teníéis en vuestro interior, llegará un dí­a que tendríéis que elegir si toda la calificáis de forma positiva o negativa.
- Ese dí­a está aún muy lejos Diablo!.
- No, lo creas Zorro, aunque es verdad,  que para vosotros un eón, es mucho, demasiado tiempo.
- ¿Y mientras tanto que hacemos?.
- Aprender Zorro, aprender, sobre todo a utilizar la energí­a negativa.
- Ja, ja, ja, Diablo, eres un astuto vendedor.
- Ya sabes Zorro, aquello: “Más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo”.
- Lo estoy comprobando, lo estoy comprobando, y vive Dios que es verdad.
- ¿Dios?. Veo que aún no estás maduro para estar aquí­. Bueno Zorro , fue un placer, pero así­ no me sirves. “Y si no me vas a servir, de poco sirves aquí­.

El Zorro lo miró, y lo vio tan decidido que se asustó:

- ¿Quíé irá a hacer este Demonio?, se preguntaba.

Y sin saber como, estaba de nuevo en exterior:

- Uy que frí­o!. Otra vez fuera!. Bueno, por lo menos no me quemó el Diablo en el infierno.

El Zorro se iba recuperando de su experiencia y pronto se dedicó a seguir buscando alojamiento. Un kilómetro más al Oeste, encontró lo que buscaba. Un esplíéndida cueva que habí­a pertenecido a un Oso. Esto es lo que estaba buscando, es amplia, orientada al Sur, y con muchas posibilidades, pensó el raposo. Entró con sumo cuidado, no fuese el Demonio. Marcó, delimitó el territorio, y puso rumbo a su actual madriguera.

- Mañana volveríé y me instalaríé, para si decí­a.

Durante el viaje de vuelta, al Zorro le rondaba en su astuto cerebro, la experiencia con el Diablo:

- Mira que era feo, buaff, ¡mucho más que un crack!. ¡Y lo de servirle!, ¡ese a mi no me conoce!, ¡con lo bien que me va siendo independiente!. Pero si quiere triplicarme las ERCROS....


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Voy del oro a Squirrel Media y tiro porque me toca.