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Autor Tema: EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA.  (Leído 2710 veces)

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EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA.
« en: Julio 14, 2008, 06:07:27 pm »
 
EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA.

¿Fueron extraterrestres los ángeles?

¿Se debió a seres de otros planetas la destrucción de Sodoma?

¿Condujo un ovni a los Reyes Magos hacia Belíén?

¿Era Noíé hijo de un visitante del espacio exterior?

¿Quíé vio, en realidad, el profeta Ezequiel?

¿Con quiíén habló Moisíés en el monte Sinai?



LOS GIGANTES DE LA BIBLIA.



La referencia a ovnis en los tiempos bí­blicos es constante, cuando se lee la Biblia con la predisposición favorable para ello. Hay centenares de menciones de ángeles pasajeros o mensajeros, y como no se dice nada de que tení­an alas, es permisible identificarlos como extraterrestres. Esta interpretación es viable, ya que, en un sinnúmero de menciones, la Biblia se refiere a ellos como a seres de otros mundos. Ningún pasaje del Antiguo o Nuevo Testamento muestra extrañeza cuando menciona el encuentro de tales seres. Parece que fue una cosa normal cruzarse en el camino con un extraterrestre.

Viajes con "vehí­culos voladores" tambiíén parecen haber sido presencias a las que los antiguos se acostumbraron.

De esta forma, es fácil encontrar que la Biblia contiene gran número de relatos cuya interpretación ufológica podrí­a reflejar la existencia de "vehí­culos que han llegado del cielo". En el lenguaje de hoy se trata de "platillos volantes" y de sus "naves nodrizas". El Antiguo Testamento está lleno de tales referencias. Allí­ se les llama "bolas de fuego", "torbellinos" en llamas, "barcas de nubes que vuelan"; y existen otros nombres, como "nubes fluorescentes", "nubes pesadas", "arcas voladoras", etcíétera. En el Nuevo Testamento la referencia se limita en casi todos los casos a "nubes".


Serí­a prácticamente imposible averiguar cuándo exactamente entraron los "vehí­culos que han llegado del cielo" en contacto con la historia bí­blica. Es de suponer que sus primeras llegadas coinciden con los primeros adelantos de una supercivilización en diferentes partes del mundo. ¿Acaso vinieron los primeros extraterrestres para curiosear y observar la vida cotidiana de los primeros hombres, los "homos sapiens", que estaban mostrando sus primeras señales de inteligencia? El hecho es que los descubrimientos arqueológicos muestran la posible existencia de los primeros contactos entre humanoides de origen extraterrestre y hombres de la Tierra.


La tierra estuvo poblada por gigantes.



Se han descubierto restos arqueológicos de esqueletos de "visitantes" en China, Tí­bet y la India, que deben tener una edad aproximada de cuarenta y cinco mil años. Y lo extraño es que ya tení­an a su lado pequeños "platillos", cada uno apto para ser ocupado por un solo pasajero. Todas estas referencias aisladas pertenecen, claro está, a una íépoca que debemos considerar prebí­blica.

Los primeros rasgos de una influencia de visitantes extraterrestres los debemos situar en Palestina, en plena íépoca del reinado judí­o. Lo que, desgraciadamente, resulta prácticamente imposible es la reconstrucción de un calendario de "visitas" extraterrestres anterior a la huida de los judí­os de Egipto, que se supone tuvo lugar en el siglo XIII o XIV antes de Jesucristo. Todo lo que sucedió anteriormente a esto es tan nebuloso en su orden cronológico que cualquier intento de ordenar los acontecimientos según sus respectivas fechas es un afán de buscar caprichosamente una confusión inevitable.

El orden cronológico en Israel nos lo cuenta el Antiguo Testamento; pero, naturalmente, sin indicación de fechas concretas. La primera mención de la existencia de seres "distintos en la Tierra" la hallamos en el primer libro de "Moisíés" (Gíénesis), en el capí­tulo 6. Allí­ dice: "Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la Tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les vení­an bien, y tomaron por mujeres a las que preferí­an de entre todas ellas…"

Los nefilim (en hebreo, gigantes) existí­an en la Tierra por aquel entonces (y tambiíén despuíés), cuando los hijos de Dios se uní­an a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: íéstos fueron los híéroes de la antigí¼edad, hombres famosos.

La explicación que proporciona la Biblia en sus notas marginales es que estos "hijos de Dios" no han sido hijos carnales de Dios, sino sus acompañantes, comúnmente citados como "ángeles", palabra hebrea que significa lo mismo que mensajeros. En ninguna parte se dice que poseí­an alas. Esta añadidura al cuerpo humano parece ser posterior invento de los pintores. Que verdaderamente existí­an los gigantes está comprobado por las excavaciones descubridoras de esqueletos de hombres gigantescos, en todos los continentes.

Dejando por un momento la historia, más o menos clásica, sobre estos "hijos de Dios", y adentrándonos en la historia más de realismo fantástico, nos encontramos con una sorprendente versión que proporciona Robert Charroux en su libro "El enigma de los Andes", sobre estos extraños gigantes.

…"Los gigantes de la Biblia eran realmente seres superiores, ya que engendraron la íélite de los pueblos: Reyes, híéroes e iniciados."

Esto es lo que relata el Gíénesis, capí­tulo VI, versí­culo 4: "Existí­an por aquel tiempo en la Tierra los gigantes, y tambiíén despuíés, cuando los hijos de Dios se llegaron a las hijas del hombre y les engendraron hijos, que son los híéroes, desde antiguo varones renombrados.".

Henos aquí­, pues, en presencia de una explicación sobre los gigantes que basta aplicar al reino animal para tener la clave del enigma. En primer lugar: ¿esos "hijos de Dios" llegados a la Tierra para raptar a las hijas de los hombres o violar a sus esposas no fornicaron quizá con algunas bestias? ¡En nuestros dí­as, todaví­a, esas prácticas anormales son corrientes entre los obsesos sexuales y en núcleos rurales, y con mayor motivo lo fueron entre unos seres privados de amor desde hací­a mucho tiempo! Los cosmonautas pudieron muy bien engendrar hijos monstruosos, semihombres, semicaballos o semicabras, semivacas…

Por otra parte, la riqueza pecuaria que dejaron en la Naturaleza terrestre debió, antes de desaparecer o de aclimatarse, y en consecuencia de crecimientos naturales perturbados, o de acoplamientos extraordinarios, pasar por fases de la monstruosidad fí­sica derivada forzosamente.

Así­ se explica quizás, a la vez, esos humanos gigantescos, esos hombres caballos (los centauros), esos hombres toros (el Minotauro), esos faunos de piernas de chivo, esa esfinge con cabeza de mujer, esas gárgolas, esas sirenas, etc.

¿Por quíé no seguir considerando que la Tierra fue una especie de parque zoológico y jardí­n botánico de una humanidad extraplanetaria?.

¡De quíé manera se enlaza todo, se ilumina y se vuelve lógico! Unos comandos de hombres llegados de otro planeta aterrizan en nuestro Globo y aportan una civilización, semillas de plantas desconocidas y especí­menes de animales que ellos esperan aclimatar.

Ciertamente, encuentran terrestres, y tratan, o bien de colonizarlos, o de integrarse con ellos, pero no sin riesgos, sin pagar el tributo de sangre, ya que esos cosmonautas no son biológicamente idíénticos a nosotros. Su unión con las mujeres de los hombres producirá, pues, hijos más altos que los terrestres normales; o sea, con la distorsión del tiempo, gigantes.

La existencia de tales gigantes, antes del Diluvio llamado universal, es atestiguada por todos los pueblos antiguos (En una gruta de Atguetca, cerca de Mangliss, URSS se han encontrado esqueletos de hombres que miden de 2,80 a 3 metros). Según una tradición de los indios choluta, consignada en un manuscrito del Vaticano "antes de la gran inundación que tuvo lugar 4.008 años despuíés de la creación del mundo, el paí­s de Anahuac estaba habitado por gigantes; los que no perecieron fueron transformados en peces…". En Egipto "los gigantes estaban en guerra con los hombres, y emigraron revistiendo formas de animales.

Los rabinos judí­os han tratado de establecer, según recuerdos demasiado lejanos para ser exactos, que la talla del primer hombre alcanzaba varios centenares de pies. La propia Biblia habla detalladamente de los gigantes, y en especial del último de ellos, el rey de Basang, Og, que pereció en su lucha contra Moisíés. Ese Og, semilegendario, debió de tener descendientes, ya que los hebreos tuvieron que sostener contra ellos muchas guerras todaví­a.

Los antiguos tailandeses pretendí­an que los hombres de las primeras íépocas eran de una talla colosal; y los nórdicos, refiriíéndose a tradiciones hiperbóreas, dicen que los primeros seres de la creación eran altos como montañas.

Sin embargo, teniendo en cuenta el "engrandecimiento", que es un hecho habitual en la leyenda, en la imaginación y en la íépoca, cabe pensar que esos gigantes antiguos superaban apenas los dos metros de estatura.

Un numismático e historiador del siglo XVII, Nicolás Henrión, hizo en este sentido un interesante, a la vez que curioso, pero desprovisto de fundamento estudio, que relatamos por su pintoresquismo.

Según una cierta ley de decrecimiento, Henrión determinaba -eso decí­a- con una exactitud rigurosa las variaciones de la talla de los hombres desde su creación original. De ello se deducirí­a que Adán "debió de medir" unos 49 metros; Noíé, 31 metros; Abraham, 8 metros; Moisíés, 4,5 metros; Híércules, 3 metros; Alejandro; 1,80 metros y Cíésar, 1,5 metros etc., etc. Parece un poco absurdo.

Tambiíén la mitologí­a griega aporta una clara indicación que milita a favor de la tesis de hombres extraplanetarios más altos y más inteligentes que los hombres de la Tierra. En efecto, los gigantes eran invencibles, y ni siquiera los dioses podí­an derrotarlos, excepto con el apoyo de los mortales; lo cual, si tenemos en cuenta la exageración, muy bien podrí­a referirse a seres mucho más civilizados que los terrestres y que, por tal motivo, parecerí­an invulnerables.

 
continuará...



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La profecí­a de Jika
« Respuesta #1 en: Julio 20, 2008, 07:33:07 pm »
La profecí­a de Jika



La voz de Jika exhortó un dí­a a los Hijos del Sol a la resignación:

"He aquí­ que vais a perecer junto con nuestras divinas costumbres y nuestros templos y nuestra ciencia sagrada.

"Pues la Tierra pertenece a la raza perversa, a sus hijos malditos, y sus abominaciones trastornarán los astros en los siglos de tinieblas.

"Pero no temáis; su declinación vendrá a la hora marcada, y los Hijos de la Luz prepararán el retorno de los Hijos de los dioses.

"Entonces nos fuimos a la otra parte del mundo… Entonces llegamos a extensiones bellas y fíértiles donde los hombres de la raza perversa habí­an construido ciudades grandiosas; sus conocimientos y costumbres eran aún divinas.

"Y he aquí­ que no levantíé casa sobre el suelo lejano. Lleguíé, más allá del ocíéano, a una ciudad real, de puertas de oro. Allí­ establecí­ mi morada. Allí­ viví­ entre los sabios de la raza inferior… Entonces vino el gran espanto sobre una parte de la Tierra.

"Los reinos divinos se hundieron bajo las olas furiosas; y el mundo perteneció a los hijos de las tinieblas…

"Y he aquí­ que en los tiempos en que mi vida alcanzó setecientos años, el Gran Prí­ncipe vino a mí­ y me ordenó dejar un hijo de mi raza, consagrado a nuestra ciencia y que supiera leer en los textos sagrados… Yo, Jika, obedecí­ (con la hija del Gran Prí­ncipe)… vertí­ en la mente del niño nacido de mi sangre, desdeñado por mi corazón la ciencia de mis padres. Y he aquí­ que corrompí­ los textos, y no entreguíé los secretos…"

El relato del semidiós termina con una profecí­a que deja entender que despuíés del próximo fin del mundo, que linda con el año "2000", pueblos del espacio, seres extraterrestres, volverán a la Tierra para comenzar una nueva ronda:


"He aquí­: soy para siempre. Y síé y llevo en mí­ el secreto de los mundos, y lego a mis descendientes la profecí­a del semidiós que fue para mí­ maestro de maestros. Y todo ocurrirá así­ para el espanto del mundo en los tiempos venideros, tiempos de calamidades, antes de que se aproximen al suelo en convulsión mis hermanos los dioses, hijos del Sol-Rey… Fortunas inauditas saldrán del seno de las aguas. Se saqueará la Naturaleza… donde vastas zonas de silencio absoluto salvarán a aquellos a los que atormente el delirio del espí­ritu…"Dios será violado en su prodigioso poder, a pesar de las distancias que se acortarán en el espacio. Y enormes cataratas sumergirán a los pueblos.


"Sin embargo, antes de que los hombres de mañana vean abrirse ante ellos el abismo infernal; antes de que formen ellos tambiíén parte de la leyenda, las huellas de humanidades superiores y primeras serán encontradas hasta en sus más í­nfimos detalles y estudiadas a la luz del dí­a.

"El agua, la tierra y las montañas entregarán el secreto de las razas antiguas y la historia de un monarca único: Jika, hijo de los dioses…

"Buscad en el corazón de ocíéanos y mares, bajo la arena de las tierras áridas, en el vientre profundo de las montañas, bajo las pirámides más altas del globo…"

Finalmente, último punto: el trono de los semidioses corre peligro de ser descubierto en el fondo de un ocíéano…

Hallamos en "Le livre du Paranormal", de Jimmy Guieu, el texto í­ntegro de la saga legada en el curso de las generaciones s Lysianne Delsol, que es quizás una descendiente de Jika.

"Supongo -dice Lysianne Delsol- que la profecí­a ha sido suavizada por numerosas traducciones. La última, del español al francíés moderno, fue realizada, hacia 1830, por un erudito musulmán: Ismael Hassan."

Conviene notar asimismo las extrañas coincidencias que, en la Biblia, el Libro de Enoch y la Saga de Samirza Rucatl, proporcionan la certeza de que la primera civilización terrestre fue aportada por el pueblo de las estrellas, tesis que corroboran los descubrimientos arqueológicos contemporáneos, así­ como la preocupación que tienen desde ahora los gobiernos por ocultar y estudiar, sin una postura previa, el prodigioso problema de los ovnis…

Relatos más directos están reflejados a travíés de la lectura del propio libro de Enoch, en donde en sus páginas se pueden leer mensajes tan sustanciosos como el que citamos a continuación:

El libro de Enoch se compone de cinco partes: la caí­da de los ángeles; el Libro de las Parábolas; el Libro del Cambio de las luminarias del cielo (sol, luna, estrellas); el Libro de los sueños, y el Libro de la exhortación y de la maldición. El comienzo, sobre todo, es interesante en la medida en que narra que unos visitantes llegaron en un momento dado a la Tierra, amaron a las mujeres de los hombres, les revelaron ciertos secretos y, finalmente, fueron castigados por su señor.

A esos visitantes, el Libro de Enoch los llama de diferentes maneras: ángeles, santos, santos del cielo, vigilantes del cielo, santos vigilantes, espí­ritus, etc. El sentido de esas denominaciones es claro. Son los representantes de Dios, los que están encargados de la marcha del mundo, los que dan a conocer a su señor lo que ocurre en íél.

Ahora bien, doscientos de ellos traicionaron su misión. Se dan cuenta de que entre los hijos de los hombres, hay "hermosas muchachas". Y los ángeles, hijos de los cielos, las vieron y las desearon, y se dijeron entre sí­: "Vamos, elijamos mujeres entre las hijas de los hombres y engendremos hijos."

Así­ nos enteramos de que esos visitantes son sexuados. Nos enteramos tambiíén de los nombres que algunos de ellos, los jefes, llevan: Semyaza, su prí­ncipe, y despuíés Arakib, Aramiel, Kakabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel, Baraquiel, Asael, Aramaros, Batariel, Ananiel, Zaqile, Samsapeel, Satariel, Turiel, Yomeyal y Arazeyal. Son jefes de "decenas", lo cual permite suponer una organización paramilitar.

Los doscientos ángeles se ligan en la conspiración por un juramento, y de pronto las uniones con las hijas de los hombres se consuman. De ellas nacerán gigantes, de costumbres sanguinarias, que despuíés de haber asolado la Tierra y perseguido a los humanos, se devorarán entre sí­. Mientras tanto, los doscientos ángeles han aceptado revelar a los hombres toda su tecnologí­a, en particular la de la metalurgia: "Azarel enseñó a los hombres a fabricar las espadas y las lanzas, el escudo y la coraza del pecho, y les mostró los metales y el arte de trabajarlos."

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Re: EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA.
« Respuesta #2 en: Julio 20, 2008, 07:37:21 pm »
Dios, con el Diluvio, decidió limpiar la Tierra. Enoch, un hombre fiel a la ley del Señor, es encargado por los culpables de interceder en su favor cerca de Dios. Para presentar su informe. Enoch es invitado entonces a un gran viaje. Es trasladado a alguna parte donde se le muestra toda la mecánica celeste, los motores que hacen girar la inmensa máquina del Universo.

Constituyendo la segunda parte, el Libro de las Parábolas relata sus viajes (o sus visiones, como ustedes prefieran). Enoch cuenta lo que ha visto de la morada de Dios y vuelve a hablar de los secretos de la mecánica celeste. Percibiendo el futuro, describe incluso cómo un dí­a unos carros traerán a los judí­os de su dispersión. Algunos pasajes evocan ingenios voladores, que producen un ruido formidable. Hay motivos sin duda para sentir una gran inquietud, sobre todo si nos refrescamos la memoria y recordamos que se trata de una íépoca en que no se conocí­a ningún motor. Dice Enoch: "Vi otro ejíército de carros en los que estaban montados hombres. Y ellos iban sobre los vientos, de oriente y de occidente en dirección al mediodí­a. Se oí­a el rodar de sus carros y cuando ese tumulto se produjo, los santos cayeron en la cuenta del cielo, la columna de la Tierra fue estremecida por su base y le oyó de un extremo al otro del cielo durante un dí­a." (Enoch, Libro XII, 1 y 2).

En la tercera parte, Enoch expone de una manera más metódica las leyes de los astros que le ha revelado el ángel Uruiel: ley del Sol y ley de la Luna, ley de los doce Vientos. Todos los fenómenos son vistos por Enoch como si los estuviera sobrevolando. Describe, en la Tierra, las montañas y los rí­os como si estuviera situado encima de ellos. Es uno de los misterios mayores de este relato.

No hay que exagerar, sin embargo, la importancia de los conocimientos aquí­ enunciados. Si bien el punto de vista del observador, en situación elevada, es original, y si los ingenios de transportes son fantásticos, habrá que convenir que las matemáticas y la astronomí­a del autor son díébiles. Encontramos nuevamente todas las leyendas de la íépoca y, en algunos aspectos, parece incluso que Enoch ignora o mezcla los conocimientos de su íépoca. Por ejemplo, atribuye a los años lunares unas veces 354 y otras 364 dí­as. Para los años solares, que les da 364 dí­as y por otra parte olvida los dí­as interpuestos.

¿Cómo apreciar actualmente el conjunto del relato? Nos guardaremos bien de hacerlo aquí­, tanto más cuando algunos se han dedicado ya a esta tarea. Un ejemplo es el del investigador Robert Charroux, siempre al acecho de lo extraordinario; ve en el relato, por supuesto, un testimonio sobre la llegada a la Tierra de unos extraterrestres en una íépoca remota. Estos seres, bastante semejantes a la especie humana, ya que pudieron acoplarse con las mujeres, viajaban por el espacio interestelar. De pasada, enseñaron a los hombres algunos elementos de tecnologí­a, como el arte de los metales. Otros conocimientos, astronómicos especialmente, no pudieron ser transmitidos, ya que los hombres no sabí­an bastantes matemáticas para comprenderlos. El Libro de Enoch los menciona, pues, solamente desde un punto de vista poíético. Aun cuando no se coincida con la tesis de Robert Charroux, el Libro de Enoch no pierde su interíés. Descubre un monumento histórico de primera importancia sobre la "ciencia judí­a", mostrando cómo el pensamiento de esa íépoca trató de mezclar unas hipótesis sobre el mundo fí­sico tomadas de la Biblia con la cosmologí­a babilónica. Es, al mismo tiempo, un texto poíético indiscutible. Aun cuando ha sido considerado apócrifo, y por lo tanto, ha sido amordazado por los teólogos, eso no debe ser visto en todo caso como referido al relato de los "extraterrestres", absolutamente canónico, que nos aporta a este respecto una descripción quizá más extraña.

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Un diluvio aniquilador
« Respuesta #3 en: Julio 20, 2008, 07:39:19 pm »
Un diluvio aniquilador (2ª parte)

Interesante, antes de seguir estudiando otras hipótesis sobre los gigantes, es conocer la de un sacerdote, y nadie mejor que la del autorizado investigador de estos temas, el ex sacerdote jesuita padre Salvador Freixedo, hombre profundamente enterado del tema religioso en torno a los ovnis, que nos da en este caso su versión en torno a los gigantes y a la Biblia.

Dice Salvador Freixedo en su libro titulado "Extraterrestres y creencias religiosas": "No quisiíéramos que la resistencia de algunos lectores a admitir la Biblia, o sencillamente nuestra interpretación de ella, influya en el juicio que se hayan de hacer del conjunto de la obra. Por lo tanto, pedirí­amos al lector que admitiese este capí­tulo como un paríéntesis en el que el autor expresa sus conjeturas y sospechas y se hace eco de las de otros investigadores.

"Preguntábamos en el capí­tulo anterior: ¿por quíé la Biblia no habla de estas cosas si tan importantes fueron en la antigí¼edad? ¿Por quíé no nos habla de estos dioses-hombres, si tanta influencia tuvieron en el inicio de las religiones y las culturas?

"Esta pregunta resume la prejuicida manera de pensar que impide al que la tiene llegar a la verdad, cegándole para no ver los hechos o para no saber interpretarlos. Porque la verdad es que la Biblia habla en muchas ocasiones y de muy diversas maneras de hechos y personas que tienen una estrecha relación con todo el mundo extraterrestre. En concreto, la Biblia habla clarí­simamente de seres superiores, extraños a la raza humana, que se mezclaron con ella.

"Antes de entrar en materia queremos dejar constancia de que el tema de este capí­tulo es de tal interíés y trascendencia que merecerí­a un libro aparte, ya que de ser ciertas las sospechas que aquí­ apuntamos, un cristiano con un poco de lógica no tendrí­a más remedio que replantearse de nuevo todo el problema de su fe, en su contenido y, sobre todo, en su forma. Y de no ver tal necesidad, no habrí­a más remedio que llegar a la conclusión de que su mente y su alma están sumidas en un triste letargo.

"Comencemos con los famosos versí­culos del Gíénesis en los que se habla de los "Hijos de Dios". Leemos en el capí­tulo 6, vers. 1 y 2: "Cuando los hombres se habí­an multiplicado sobre la tierra y habí­an procreado hijas, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas escogieron de entre ellas por mujeres a las que quisieron". Lo primero que tenemos que notar es que esto se narra precisamente en el Gíénesis, cuando se refieren los orí­genes del mundo y del gíénero humano. No se cuenta posteriormente como una leyenda o creencia antigua; se narra como historia y se coloca en el sitio que cronológicamente le corresponde.

"Es curiosí­simo ver cómo, a lo largo de los estudios bí­blicos, este texto del Gíénesis ha constituido un verdadero rompecabezas para todos los exegetas a partir de los Santos Padres. No saben quíé hacer con íél, y los más sinceros confiesan que no se imaginan lo que quiso significar Moisíés al decir "los Hijos de Dios". Instamos al lector a que abra por sí­ mismo cualquier Biblia y lea el extraño texto, pensando que sus escritos llevan ahí­, como palabra sagrada, bastante más de tres milenios, sin que los hombres parezcan haberse dado por enterados.


E instamos, asimismo, al lector a que continúe leyendo en el mismo libro del Gíénesis, capí­tulo 6, vers. 4, y se pregunte quíé significan estas palabras: "Por entonces, y tambiíén en íépocas posteriores, cuando los hijos de Dios cohabitaron con las hijas de los hombres y íéstas tuvieron hijos, aparecieron en la tierra los gigantes. Estos son los esforzados varones de los primeros tiempos, los híéroes famosos". ¿Quiíénes son estos gigantes? ¿Una leyenda o un mito más recogido por Moisíés?. De ninguna manera. Se han encontrado esqueletos de hombres gigantes en todos los continentes. Y no precisamente pertenecientes a individuos aislados.


Tal como sucede hoy. En el norte de Africa se ha encontrado un verdadero arsenal de espadas, lanzas y otros instrumentos, gastados por el uso, de tales dimensiones que para poder usarlos habrí­a que tener por lo menos tres metros de estatura. Ahórreme el lector el escribir los nombres de todas las localidades en donde se han encontrado semejantes restos y sepa que desde 2,50 metros hasta 6 metros y más tiene una amplia gama para escoger. Lástima que la ciencia oficial, que ha gastado tantas energí­as en lanzar hipótesis inseguras -pero que encajaban con sus teorí­as- sobre fragmentos de maxilares, se haya encogido de hombros ante estos sorprendentes hallazgos. En verdad que despreciar un "mito" fosilizado tiene muy poco de cientí­fico. Y más aún, cuando es un "mito" de seis metros de largo, y muy frecuentemente con seis dedos en lugar de cinco…

"Si estos gigantes fueron reales, ¿por quíé no habí­an de ser reales tambiíén los famosos "hijos de Dios" con los que la Biblia los relaciona? Y dando nosotros un paso adelante, ¿por quíé no identificar a los "ángeles" que encontramos en la Biblia, en determinadas misiones concretas, con los famosos "hijos de Dios"? …

Finalizamos nuestra búsqueda de rastros de gigantes en la Biblia, con un interesante trabajo realizado por Walter J. Langbein y Willi Dí¼nnenberger, aparecido en la revista Mundo Desconocido correspondiente al núm. 36 del mes de junio de 1979, donde ambos investigadores analizan en profundidad el tema de la mano del maestro de ambos, Von Daniken: "Por lo visto, a los "hijos de Dios" (los extraterrestres) les estaba prohibido mezclarse con los humanos. Pero una tripulación entera de 200 hombres contravino esta orden y, en acuerdo secreto, decidió infringir las leyes y cargar solidariamente con las consecuencias. La cita de Enoch prueba tambiíén que los "hijos del cielo" superaban claramente a los humanos en cuanto a conocimientos, pues los "ángeles caí­dos" se convirtieron en maestros de los terrenales. Por el contrario, parece totalmente increí­ble la afirmación de que los gigantes midieran "3.000 brazas". Algún transcriptor posterior debió haber añadido, asustado, dos ceros de más.

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Re: EXTRATERRESTRES EN LA BIBLIA.
« Respuesta #4 en: Julio 20, 2008, 07:40:10 pm »
"Aquel desigual apareamiento dio origen a unos gigantes. Para que dicho engendro pudiera dar lugar a un nacimiento, era preciso que el número de cromosomas de los extraterrestres coincidiera con el de los terrestres. De ello podemos sacar dos conclusiones:

"a) Ya antes de la visita de los extraterrestres relatada por Enoch debió haber existido otra visita. En esa (¿primera?) visita los extraterrestres debieron haber adaptado al primitivo homí­nido mediante una mutación artificial. Una manipulación geníética de este tipo es efectivamente factible.

"b) El número de cromosomas de los extraterrestres y los terrestres debió haber coincidido desde un principio. Existen dos posibles explicaciones a este "milagro": el código geníético para "inteligencias" sólo admite -en condiciones prebióticas iguales- el mismo número de cromosomas (Así­ un óvulo maduro tiene 22 autosomas más un cromosoma X o Y. 2 x 22 = 44 autosomas + cromosomas geníéticos = 46 cromosomas en cada cíélula. Un autosoma es un cromosoma que, a diferencia de los cromosomas geníéticos, aparece por parejas en las cíélulas correspondientes de ambos sexos).

"Segunda variante: los extraterrestres no eran tales, sino que procedí­an de nuestro propio pasado terrenal. (Teorí­a del desplazamiento cronológico.) Puesto que en la mitologí­a aparecen tan numerosas documentaciones sobre los dioses gigantes, hay que plantearse estas preguntas: ¿Existieron realmente los gigantes? ¿Fueron sólo creación de la fantasí­a? ¿Los gigantes vivieron en persona entre nuestros antepasados? ¿Quiíén tiene razón, la mitologí­a o la actual antropologí­a, que duda en incluir a los gigantes prehistóricos en sus estudios?...

…"Esto puede quedar demostrado por las duras huellas que los gigantes dejaron a su paso por todos los continentes. A continuación, algunos ejemplos, que han sido tomados expresamente de lugares geográficamente diversos: En Norteamíérica, en el lecho del rí­o Paluxy, cerca de Glenn Rose (Texas) han sido puestas al descubierto huellas gigantes de pisadas de 54,61 cm. de largo por 13,97 de ancho. Curiosamente las citadas huellas se encuentran en medio de pisadas de dinosaurios, en una capa geológica de hace aproximadamente 140 millones de años."

Así­, hallazgos cientí­ficamente admitidos son los del "gigante de Java" y del "gigante de China meridional". En Oriente medio, en Siria, a 6 km. de Safita, los arqueólogos descubrieron picos con un peso de 3,8 kg. Tambiíén en Africa, concretamente en Ain Fritisa (Marruecos Oriental) se han descubierto picos de 32 X 22 cm. y 4,2 kg. de peso.

Finalizamos nuestro ejemplo con los restos de tumbas de gigantes, encontrados en Chenini (Túnez) de esqueletos que miden más de 3 metros.

…" De acuerdo con la tradición mitológica, los gigantes eran descendientes indeseables de "los celestiales". Las mitologí­as citan exclusivamente gigantes varones; no hablan para nada de mujeres gigantes. Esto no significa necesariamente que no nacieran niñas gigantes, pero de todos los datos de los antiguos se saca la impresión de que estas niñas gigantes, si las habí­a, constituí­an un inquietante minorí­a. Tales defectos geníéticos en una raza no son infrecuentes. En la cuenca del Amazonas existen tribus de indios donde desde hace generaciones por cada cien hembras sólo nace un varón. Tales tribus refrescan su sangre atacando tribus vecinas, en las que raptan jóvenes y hombres con la esperanza de equilibrar la relación varón-hembra. Pero incluso en nuestros paí­ses civilizados todaví­a perdura hoy en dí­a un superávit de mujeres en una relación de 3 a 1 (tres mujeres por cada hombre)."

Los gigantes de la edad de piedra se hallaban ante un problema insoluble. Para poder cohabitar, los gigantes estaban obligados a buscarse hembras de estatura normal. Así­ pues, hubo que ir a la caza de la hembra. Como es natural, los hombres se opusieron vehementemente a tales violaciones. Por una parte, porque sabí­an que las mujeres así­ embarazadas morirí­an al dar a luz a los gigantes; por otra parte, porque por razones obvias los varones lucharon en defensa de sus madres y sus amantes. Un relato en escritura cuneiforme procedente de Nyppur, y traducido por N. S. Kramer, nos habla de una violación de esta clase: "Mi vagina es demasiado pequeña, no entiende la cópula; mis labios son demasiado pequeños, no saben besar…"

Pero parece ser que no fueron sólo los terrenales quienes contribuyeron al ocaso de los gigantes. La tradición nos lleva a sospechar que los propios "dioses" contribuyeron a la aniquilación de aquellos engendros ilegales.

Enoch, el profeta antediluviano que con mayor precisión reflejó los acontecimientos de aquellos tiempos, refiere incluso que los hombres llevaron su disputa con los gigantes ante "el más alto". Los hombres piden que su disputa con los gigantes sea llevada ante el más alto, y así­ sucede. Entonces los arcángeles dijeron al Señor: "Semiasa… y sus compañeros… han bajado a la Tierra y han cohabitado con las hijas de los hombres, y se han marchado con ellas y les han revelado todos los pecados. Pero las mujeres parieron gigantes y de este modo la Tierra entera se ha llenado de sangre y de injusticia…" A lo cual el más alto contestó: "La Tierra entera se hundirá y un diluvio está a punto de caer sobre la Tierra y todo cuanto se encuentre sobre ella desaparecerá. Comuní­caselo (dirigiíéndose a Lamech, un antepasado de Noíé), para que escape y para que sus descendientes sobrevivan en lugar de todas las generaciones de la Tierra…"

De forma a la vez lapidaria y precisa, Baruch relata el fin de los gigantes: "El más alto llevó el diluvio a la Tierra y exterminó toda carne y tambiíén a los 4.090.000 gigantes. Las aguas superaban en 15 brazas a las montañas más altas." (En este pasaje final, nos referimos, lógicamente, al famoso Diluvio Universal, que es tema de otro capí­tulo.)

Scientia

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« Última modificación: Enero 19, 2009, 07:59:08 pm por Scientia »