Todos quieren un puesto en el ‘banco malo’. Es la nueva meca profesional a la que aspiran banqueros y promotores inmobiliarios descolocados tras la grave crisis que atraviesa el sector financiero y el negocio del ladrillo. Desde hace semanas, los candidatos oficiosos y los aspirantes mueven sus hilos para hacer llegar su nombre al ministerio de Economía, para aproximarse a Spencer Stuart, el cazatalentos encargo de articular el proceso de selección, o para ofrecerse como representante de los bancos (Santander, BBVA, La Caixa…) que formarán el núcleo duro accionarial del nuevo organismo público.
Ayer mismo, uno de los nombres que comenzó a sonar para tomar las riendas de Sareb desde un principio, el exbebeuve Vitalino Nafría, fue noticia al cierre del mercado. El hasta ahora presidente de la cotizada Metrovacesa presentó su dimisión al frente de la inmobiliaria controlada por Santander (34%), BBVA (17%), Bankia (19%), Sabadell (12%) y Popular (12%) despuíés de casi cuatro años en el cargo. Aunque no existe confirmación oficial, su marcha ha sido interpretada como el paso necesario para ir al banco malo, cuyo consejero delegado y seis directores generales se conocerán en los próximos días.
Para el mismo puesto ha sonado tambiíén Eduardo Paraja, número dos de Metrovacesa, que había trasladado a los accionistas su deseo de abandonar la entidad. En definitiva, la gran inmobiliaria en ciernes que se está construyendo en torno a Sareb, que gestionará hasta 60.000 millones en activos, entre ellos más de 90.000 viviendas terminadas, monopolizará la práctica totalidad existente en torno al negocio del ladrillo: gestión de suelo, promoción en curso y comercialización, aunque su objetivo pasa por una liquidación ordenada de todo su stock a lo largo de los próximos 15 años, según los planes del FROB.
Obligados a participar en el capital de Sareb tras el desinteríés de los inversores internacionales, los bancos han decidido jugar sus bazas en lugar de aceptar de primeras al candidato oficial apadrinado por el ministro Luis de Guindos. Como adelantó este diario, el titular de Economía ha sugerido para el cargo el nombre de su colega la tíécnico comercial y economista Belíén Romana, actual consejera de Banesto y Acerinox, a quien ya intentó impulsar para ocupar la dirección general del fondo de rescate europeo (MEDE) o la presidencia de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Con todo, la lista de candidatos que tratan de posicionarse para recalar en Sareb desde la órbita de los grandes bancos es muy amplia. Por ejemplo, uno de los nombres manejados ha sido el de Enrique Goñi, expresidente de Banca Cívica y actual director general de participadas de La Caixa, cuyo perfil ha llegado a ser cotejado entre varios de los grandes inversores institucionales (BalckRock, Lone Star…) para conocer su opinión y presentar su aprobación como aval para el cargo, según fuentes internacionales del sector financiero.
Tras casi cinco años desde el pinchazo de la burbuja, la crisis ha expulsado del mercado a cantidad de profesionales. Incluso las propias entidades financieras han quemado durante este tiempo a muchos de sus responsables, como hicieron recientemente todos los grandes, desde BBVA, que relevó a Pedro Becares, hasta el propio Santander, que acaba de prescindir de Manuel del Castillo, o el castigado Banco Popular, que no contó con el pastor Pablo Rodríguez (exFadesa) para gestionar su ladrillo. Y es que la suma de exdirectivos del sector en lista de espera a nuevo destino es casi infinita.
Incluso hasta el gremio de promotores está jugando sus bazas para arrimarse al banco malo. Una de las figuras más conocidas del viejo G-14 que aún sigue en activo es el vallisoletano Fernando Martín, actual presidente de Martinsa-Fadesa, que como otros empresarios del ladrillo necesitado de encontrar su hueco en el mercado aspira a poder participar, de la mano de inversores institucionales, en la gestión y la venta de las distintas carteras de activos que cree Sareb. Y como íél, intermediarios y consultoras inmobiliarias que no quieren dejar pasar la oportunidad de coger el tren del único negocio a la vista.