Por... James A. Dorn
El fallecimiento del Premio Nobel de economía James M. Buchanan, uno de los exponentes más destacados del gobierno limitado y los mercados libres en el siglo XX, deja un vacío gigantesco en momentos en que las democracias occidentales están expandiendo el tamaño y la envergadura del Estado y amenazando el futuro de la libertad.
La noticia de la muerte de Buchanan el 9 de enero, a sus 93 años, ha entristecido a todos los que lo conocimos y respetábamos. Su amplia obra, sin embargo, seguirá viva y nos recordará que la libertad bajo un Estado de Derecho justo, o lo que F.A. Hayek denominó “la constitución de la libertadâ€, es esencial para que surja un orden espontáneo de mercado.
Como Adam Smith, Buchanan estaba interesado en las instituciones que permitirían a los individuos perseguir su propio interíés (la felicidad) mientras que beneficiaban a otros mediante un sistema que Milton Friedman ha llamado “mercados libres y privadosâ€. Buchanan consideraba al “principio del orden espontáneoâ€â€”esto es, la creación de armonía y riqueza que se deriva de los intercambios voluntarios cuando el gobierno se limita a proteger los derechos a la vida, la libertad y la propiedad— como el “principio más importante de la economía†(ver What Should Economists Do?, pp. 81-82).
La pregunta que interesaba a Buchanan durante su larga carrera es el problema de la selección constitucional —esto es, la selección de las reglas que serían las mejores para permitirle a los individuos la libertad que necesitan para incrementar su rango de opciones y lograr la armonía social. El balance adecuado entre el Estado y el individuo —o entre la coerción y el consentimiento— es el fundamento de la economía política constitucional.
Aunque Buchanan hizo importantes contribuciones a la escuela de “Public Choice†(Opción pública), principalmente estuvo interesado en la selección de regímenes y de cómo distintas reglas influenciarían los incentivos y el comportamiento —no en cómo los individuos actúan dentro de determinado conjunto de reglas. Su libro clásico El cálculo del consentimiento (The Calculus of Consent), co-escrito con Gordon Tullock, implicaba que una constitución justa era una que se basaba en el consentimiento, aún cuando las decisiones post-constitucionales se basen en algún tipo de gobierno de la mayoría.
Para Buchanan, el gobierno limitado es una prioridad y debería limitar los impulsos democráticos que violan el principio de la libertad (ver, por ejemplo, The Logical Foundations of Constitucional Liberty, Vol. 1 de The Collected Works of James M. Buchanan). Hoy el Estado de Bienestar/regulatorio contradice la constitución de la libertad, aumenta la incertidumbre, y distorsiona el orden espontáneo del mercado. La libertad requiere de la responsabilidad y de una íética de auto-dependencia. El crecimiento del Estado ha erosionado esa íética y politizado la vida económica.
En el caso de tanto la política fiscal y monetaria, Buchanan argumentaba a favor de las reglas en lugar de la discrecionalidad. Quería previsibilidad y límites claros al gasto público y a la imprenta de dinero. Consideraba inmoral la deuda pública excesiva además de perjudicial para el crecimiento económico. El Estado debía quedarse dentro de sus límites constitucionales y no privar a los individuos de su libertad económica o personal. Como Hayek y Friedman, era un liberal clásico o libertario, no un conservador.
Buchanan criticó firmemente la miopía de los ciudadanos y de las políticas públicas. Consecuentemente, argumentó, “Hasta que y a menos que empecemos a adoptar una perspectiva de largo plazo en nuestras capacidades privadas y públicas, incluyendo la adopción de nuevos y efectivos límites constitucionales a los poderes fiscales y monetarios del Estado, estamos condenados a permanecer en medio de la basura de la política moderna†(en The Search for Stable Money, editado por J.A. Dorn y A. J. Schwartz, p. 126).