Por... Manuel Hinds
"La Libertad económica es un requisito esencial de la libertad política".– Milton Friedman
La semana pasada las reservas internacionales volvieron a caer en los famosos países emergentes y otros países exportadores de materias primas, esos que sólo hace un par de años mucha gente decía que serían el motor de la economía mundial. Las caídas son fuertes. De fines de abril a este momento los países en desarrollo (excluyendo a China) las reservas han caído en 81 mil millones de dólares.
Al mismo tiempo, sus monedas, que supuestamente iban a ser los nuevos estándares de valor en el mundo entero, están cayendo muy rápidamente y eso los está asustando mucho. Ayer lunes el Ministro de Hacienda de Brasil declaró que las devaluaciones que se han estado dando en el real (la moneda brasileña) no eran buenas para el país. Los dos temas, las devaluaciones y las píérdidas de reservas, están muy relacionados en un círculo vicioso. La gente está perdiendo la confianza en las monedas locales porque se están devaluando y están cambiando estas monedas por una en la que tienen más confianza —el dólar— con lo cual las reservas caen.
El proceso es un círculo vicioso. Como todos los círculos viciosos, puede comenzarse a describir en cualquier etapa del proceso. Piense que la gente compra los dólares, con lo cual se reducen las reservas del banco central, que es de donde, directa o indirectamente, salen los dólares que el público ha comprado.
Como los dólares son esenciales para pagar deudas internacionales, importaciones y cualquier otra operación fuera de las fronteras (en donde nadie le acepta que le pague con pesos), el banco central, temeroso de perder demasiadas reservas, decide no vender más dólares. Esto causa que se devalúe la moneda local, que podemos llamar el peso. Se devalúa porque la demanda por dólares ha aumentado y su oferta se ha secado. Al devaluarse la moneda, la inflación sube porque todas las cosas importadas, entre ellas muchas indispensables, como el petróleo, suben de precio en pesos. Coincidentemente, con la devaluación la carga de las deudas en dólares (es decir, el porcentaje de la producción que se usa para pagarlas) sube inmediatamente porque la gente gana en pesos devaluados y debe en dólares apreciados. Al darse cuenta de que sus ahorros en pesos pierden su valor en dólares, la gente los saca de los bancos para convertirlos en dólares. La fuga de capitales se arrecia. Para que la gente no saque su dinero de los bancos para cambiarlo por dólares, los bancos se ven obligados a subir la tasa de interíés en la moneda local. La demanda por críéditos productivos disminuye, la producción cae.
Todo esto hace que se de un efecto general: la economía se paraliza. La gente quiere cambiar más pesos por dólares para evitar la gigantesca píérdida que las devaluaciones le causan. Para evitar que esto pase, el banco central vende reservas otra vez, y el círculo vicioso comienza otra vez. Con las reservas yendo para abajo, el banco central tiene que ir a tomar dólares prestados del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el BID y cualquier otra fuente que encuentre. En ese momento descubren que la capacidad de los bancos centrales de emitir moneda local de nada les sirve cuando tienen una crisis. Descubren que no son "prestamistas de última instancia" sino "prestatarios de última instancia" porque tienen que ir a Washington y Nueva York a conseguir dólares prestados para controlar la crisis.
Venezuela, Argentina, Brasil, otros países en Latinoamíérica y fuera de ella (como India e Indonesia y Tailandia) están descubriendo lo que deberían de haber sabido, que las altas tasas de crecimiento que experimentaron en los últimos años no se debían a sus sabias políticas económicas sino a dos factores de pura suerte: uno, los precios de los productos primarios, que todos ellos exportan, estaban pasando por un enorme y sostenido boom, y el otro, los ingresos de capital que esos altos precios causaron cuando inversionistas de países desarrollados invirtieron en la producción de esos productos primarios y en deudas del gobierno de esos países.
Ahora el boom de estos países se está acabando porque las tasas de interíés están subiendo en EE.UU., lo que ha causado que los precios de estos productos caigan y que el capital regrese a ese país. China, el único país de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que no exporta principalmente productos primarios sino industriales, está teniendo otros problemas. Su crecimiento está bajando, sus bancos están en malas condiciones, y comprará menos productos primarios de los otros tres (y de casi toda Latinoamíérica). El siguiente paso es una crisis financiera.
Esto, que he venido diciendo desde hace tiempos, está comenzando a pasar. El Salvador va a sufrir comparativamente menos porque no dependemos de los productos primarios, aunque si dependemos de las exportaciones a países que exportan dichos productos.