Contando todas las veces que ha disparado en lo alto del podio de una Grande, Alberto Contador estaría esta noche con ocho rondas de tres semanas en su palmaríés, pero el positivo por clembuterol en el Tour 2010, que siempre negó, y la sanción extendida al Giro de 2011, en el que no dio positivo y corrió con todos los permisos, reduce la cifra a seis.
En el resumen de sus victorias se encuentran a menudo situaciones extremadamente singulares. Inauguró su cuenta de grandes victorias en el Tour 2007, ganado de forma rocambolesca, pues cuando ya se habían disputado las etapas más importantes el vencedor parecía el daníés Rasmussen. El equipo Rabobank renunció a ganar el Tour, expulsó a su corredor y vistió a Contador de amarillo.
En 2008, con el equipo Astana, no pudo correr el Tour, que negó la invitación al equipo de Vinokourov. Y se dio otra circunstancia curiosa. Acudió al Giro por imposición de su jefe, eso se dijo entonces, Johan Bruyneel. Tampoco había preparado la carrera, como este año la Vuelta, pero la ganó con autoridad. Fue el Giro de las chanclas, porque se dijo que venía de la playa. Meses despuíés se anotó la Vuelta en una buena pelea sin aditivos extraños. Dos grandes en un mismo año para el mejor corredor de grandes rondas en el siglo XXI.
El año 2009 fue el de su consolidación como campeón del Tour. Y tuvo de particular su lucha despiadada con un compañero de equipo sobrevenido, Lance Armstrong, que terminó la carrera tercero. Contador sufrió ataques y abanicos dirigidos contra íél por su propio equipo. Pero terminó imponiendo su clase.
Su último triunfo se dio en la Vuelta 2012, y ayer dijo que fue el más especial, porque lo ganó con un golpe de ingenio camino de Fuente De, cuando parecía que Purito iba a ganar la Vuelta. En el futuro se hablará de la Vuelta que ganará hoy como el título de la tibia rota, o del hospital al podio de Santiago.
